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María del Rosario Alvarado Franco tiene 60 años. Es ingeniera en Energía y da clases de física y matemáticas en la UNAM. Desde el pasado 19 de septiembre corre de un lado a otro. Está ocupada, trata de que la realidad no la alcance y de asimilar que el edificio en el que vivió más de 35 años tiene fallas estructurales y será demolido en los próximos días.

Pidió permiso en la Universidad Nacional Autónoma de México para afrontar el desalojo decretado por las autoridades de su unidad ubicada en la avenida Miramontes número 3010, colonia Los Girasoles, en la delegación Coyoacán.

Se le corta la voz y dice que ella y sus dos hijos “estamos viviendo de ‘arrimados’ en la casa de uno de los amigos de mi hijo, en un departamento que sólo tiene un cuarto. Sí estamos vivos, pero muertos de hambre. Estábamos en una situación media y ahora estamos en una situación de calle y es una vida muy difícil”, asegura con rabia y coraje ante la impotencia de perder todo, que aunque está en su departamento, no lo puede recuperar.

“El primero y segundo edificios que se dañaron los van a apuntalar para que las personas puedan bajar sus cosas y los van a reparar porque tienen desperfectos menores; el tercero es el que está en mejores condiciones y ya hasta bajaron cosas; el que está en muy malas condiciones es el café, el mío”, recuerda.

La señora, quien también se disfrazó de voluntaria y se puso un caso y burló los filtros de seguridad, se metió a su edificio en ruinas con el riesgo que representa, para salvar a sus tres gatos; sin embargo, sólo encontró a uno y por ello recibió el regaño de las autoridades.

“Lástima que también tenemos unos gatos que están ahí, y no nos han permitido la entrada. Yo me metí una vez, me les escapé y las escaleras estaban bastante bien, bastante sólidas, vino el diputado, y le dije: ‘Si apuntalan nos permiten sacar cosas, pero no me hizo caso. Las personas que están ahí de la Marina, soldados y los de Protección Civil dicen que no pasan y lo único que hacen es resguardar el espacio, no ayudan en nada. Si nos hubieran dejado subir antes de la réplica hubiéramos entrado nosotros y hubiéramos sacado a nuestros animales y lo más importante, las cosas”.

En aquella ocasión se metió hasta la azotea de su edificio para rescatar a los gatos Júnior, Buba y Gato. Pero sólo encontró a Gato, los otros no cayeron porque están asustados, pero día a día la comida se les acaba o se descompone.

“Vinieron los estudiantes de la Universidad de las áreas de Ingeniería y Arquitectura, nada más traían un casco y un chico, al que ya le habíamos platicado, con mucho cariño me dijo: ‘Póngase el casco y me metí’. No me importó arriesgar mi vida. Y al salir me regañó seguridad, la Marina, los soldados, y les dije: ‘Es que ustedes están aquí y no hacen nada’”.

María del Rosario ya fue a tramitar el apoyo del Gobierno de la Ciudad de México de tres mil pesos para renta.

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