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El coche blanco de Aurelio Nuño Mayer hace el ruido de un teléfono celular. En mangas de camisa, sonriente, relajado, como llegó hace cuatro horas sube al asiento del copiloto, cierra la portezuela y el vehículo eléctrico, como un ánima silente, se va del estacionamiento del Palacio Legislativo, y un racimo de diputadas y colaboradoras concluyen animosas su voluntario afán de comisión de despedida al secretario de Educación Pública.

Esa es la retirada de uno de los presidenciables, al cabo de una comparecencia, la tercera en San Lázaro, la novena visita del responsable de aplicar la reforma educativa, la más compleja del sexenio, la que, dice este licenciado en Ciencias Políticas, es la gran transformación que “apenas empieza”.

Vino a la glosa del 5to Informe de Gobierno, un formulismo del que casi nadie hace referencia. Es la última vez que se presenta ante los diputados de esta 63 Legislatura, con ese motivo. De su circunstancia de prospecto en el gabinete sólo se ocupan los legisladores de Movimiento Ciudadano y Morena, bravos, pero menos agrios que otros compañeros de ellos, en comparecencias distintas.

Toca el Salón Verde, o sea, el pleno en chiquito. Sillones y butacas están ocupados. La oposición de izquierda se va a retirar en acción hormiga, conforme sus integrantes formulen sus cuestionamientos, a un Nuño Mayer que ya se sabe el modo de oír y responder el sesgo que sí desea comentar.

La diputada perredista Hortensia Aragón abre la reunión con disculpas. Se empieza tarde, y la casualidad es ella. Raro que un legislador haga eso. Política con mucho tacto, oficio de años, logra llevar sin sobresaltos preguntas y respuestas, en las que el convocado nunca va a enfrentar la crítica, salvo cuando quiere precisar que las cifras que le reprochan son falsas.

Aragón no da motivo a que la sala adopte esos modos de pelea, que a veces se oyen acá en San Lázaro. Y hasta pide perdón, por algún lapsus. Y como no le dicen nada, tiene la grata ocurrencia de preguntar a sus colegas: “¿Me perdonan?

El secretario escogió el lado derecho de la tribuna para contestar las preguntas de los 21 legisladores. Y es de ver ese rito extraño para los civiles, en que los políticos critican a la contraparte, a veces con maneras rudas, y en cuanto concluyen el lance, se acercan, se dan la mano, sonríen y se van.

Delfina Gómez no es así. Seria reclama a Nuño falta de respeto a los maestros que han logrado su posición en el magisterio por méritos, no por arreglos que antes había. Nuño, como su coche eléctrico, suavecito se desliza a carriles sin baches. Dice que la reforma apenas empieza, y se declara listo para el debate de calidad que ayuda a la democracia.

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