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Basura, muros descarapelados y vigas sosteniendo la fachada principal son parte del aspecto del Santuario de San Juan Diego, a 15 años de la canonización de este personaje.
El 31 de julio de 2002, durante la visita del entonces papa Juan Pablo II, se canonizó a Juan Diego de Cuauhtlatoatzin, convirtiéndose así en el primer santo indígena. Sin embargo, 15 años después, el santuario dedicado a él continúa en obra negra.
La figura de San Juan Diego juega un papel central en la devoción guadalupana, ya que según la tradición católica entre el 9 y 12 de diciembre a la Virgen de Guadalupe se le apareció cuatro veces en el cerro del Tepeyac, lo que dio origen al culto de esta deidad.
En un recorrido realizado por EL UNIVERSAL se observó el descuido en el que permanece el templo, ubicado sobre Insurgentes Norte y avenida Montevideo. La fachada principal con dos cúpulas y muros a los costados es la única construcción; el resto de esa obra está sin terminar.
Únicamente se observan los cimientos y la estructura con vigas sobre las cuales se deberían construir los muros del recinto; para el culto a este santo se instaló una capilla aledaña a la obra negra donde hay imágenes de San Juan Diego y la Virgen de Guadalupe con sillas como las que se utilizan en los salones de fiestas.
Sobre la calle de Ancón está la parte posterior de la construcción, donde se observan los cimientos, los muros laterales, las varillas y vigas sobre las cuales se montará el domo del recinto, pero también hay basura, debido a que la obra queda al descubierto.
Alejandro Cruz, quien es vecino de la colonia Tepeyac Insurgentes desde hace más de 20 años, comentó que el santuario se encuentra “completamente abandonado”, situación de la que se han aprovechado indigentes y delincuentes para esconderse y sorprender a quienes caminan por esa calle para arrebatarles sus pertenencias.
“El templo lo tienen completamente descuidado. Es sólo un foco de infección, acarrea malvivientes, delincuencia. Como la calle casi siempre está sola, hay muchos robos. Los baños que se construyeron son un nido de ratas; cuando vienen los indigentes se meten a la fuerza, hacen sus necesidades o se meten a drogarse. Estamos rodeados de delincuentes”, expresó.
Pidió a las autoridades resolver el problema de seguridad y vigilar la zona para evitar los asaltos, puesto que asegura que los habitantes de la zona se sienten muy inseguros porque de noche la calle está muy obscura.
Guadalupe Acosta lleva más de 30 años viviendo en la colonia Tepeyac Insurgentes. Su casa queda justamente enfrente de la parte posterior de la construcción del santuario y por la ventana de las recámaras de sus hijos ha visto cómo se meten indigentes y niños de la calle a la obra.
“Luego andan trepados en el techo y en las bardas los muchachos, hasta los hijos de los del puesto de la esquina se suben y andan jugando. No puede ser que este lugar lleve tanto tiempo así y no acaben su construcción, no se vale. Para todos los vecinos que vivimos aquí que el templo esté abandonado no es justo, porque nosotros padecemos las consecuencias”, señaló.
Comentó que antes de iniciarse la construcción del santuario de San Juan Diego en el predio se encontraba el Cine Lindavista, cuyo diseño tenía forma de un castillo y sus paredes estaban decoradas con figuras de personajes como el Pato Donald y la Cenicienta. Desde los años 70 proyectaban películas infantiles, pero en los años 90 su popularidad comenzó a bajar hasta que sus puertas cerraron.
“El abandono del santuario es terrible, porque cuando era un cine por lo menos se mantenían ciertas condiciones, pero ahorita que está abandonado no lo están administrando como se debe. Todo pasó porque desmantelaron el cine y dejaron el terreno en perfectas ruinas. Hoy estamos rodeados de delincuentes”, enfatizó.
Urgió a las autoridades a tomar cartas en el asunto, puesto que la construcción no puede continuar así, debido a todos los problemas de delincuencia que está generando en la zona.
“Esta colonia es considerada zona residencial, pero de residencial no tiene nada. Estamos rodeados de mugre con esta construcción en ruinas y nadie nos escucha”, dijo.
De cine a Santuario
El 9 de diciembre de 2003 el cardenal Norberto Rivera encabezó la ceremonia de bendición y colocación de la primera piedra de lo que sería el Santuario Nacional de San Juan Diego, a medio kilómetro de la Basílica de Guadalupe.
Sin embargo, un año antes, el entonces rector del recinto guadalupano, Diego Monroy, reconoció que se carecía de recursos económicos para la construcción del inmueble donde se instalaría el Santuario a San Juan Diego, según lo documentó EL UNIVERSAL el 22 de septiembre de ese año.
En esa misma ocasión, el prelado relató cómo surgió la idea de establecer el santuario en el antiguo cine Lindavista, puesto que la propiedad federal se encontraba en venta por el Fideicomiso Liquidador de Instituciones y Organizaciones Auxiliares del Centro (Fidelic).
Monroy le escribió una carta al entonces presidente de la República, Vicente Fox, en la que planteó construir el santuario en ese terreno y la necesidad de contar con un recinto dedicado a San Juan Diego; explicó que ese lugar era significativo porque en 1977, siendo arzobispo Ernesto Corripio Ahumada, ahí se inició el proceso de canonización de San Juan Diego.