horacio.jimenez@eluniversal.com.mx

Han pasado 10 días del fatal 19 de septiembre y el temor sigue ahí. Se siente, se percibe, está a flor de piel. Los ciudadanos temen volver a sus casas, sacar sus pertenencias y también temen otro temblor, porque nada les garantiza su integridad.

Son las 11:44 de la mañana. El sol pega fuerte. Una señora vierte jabón sobre el piso como si fuera a lavar su hogar, pero no. Su casa ahora es una tienda de campaña frente al número 833 de la calle Xochicalco en la delegación Benito Juárez.

El edificio donde está su departamento tiene más de 35 años de vida y fue diagnosticado como pérdida total por el sismo del pasado 19-S. La señora vive provisionalmente en un campamento con otras 30 familias porque no tiene a dónde ir, el terremoto la dejó sin nada.

Las 30 personas desayunan, comen y cenan sin luz ni agua. Los niños juegan futbol y frontón en las calles. Esquivan coches y el cerco de seguridad que las autoridades colocaron alrededor de su unidad para proteger a los ciudadanos que pasan por ahí.

A ese edificio viejo y café, que parece que nunca le dieron mantenimiento, que tiene vidrios rotos y fracturas en las paredes, no se puede acceder. Sin embargo, los vecinos entran y salen para sacar cosas bajo su propio riesgo.

Dilsia tiene 30 años, vive en el departamento 304. Tiene tres hijos y también es parte de estas 30 personas que viven en casas de campaña, primero porque no tienen a dónde ir y también porque están cuidando sus pertenencias.

“Por el temblor, el edificio ya quedó inhabitable. O sea, ya no podemos pasar y quien quiera, es bajo su riesgo, porque las escaleras están débiles y se caen pedazos de las vibraciones cuando pasan sobre ellas”, relata mientras ve a lo lejos como se queda su patrimonio.

Dice que muchas personas se han arriesgado a entrar por sus cosas y revela que su marido también lo hizo para sacar ropa, sandalias y papeles importantes de su familia. “Sí hay temor de regresar a nuestro departamento, pero lo tuvimos que hacer por nuestras cosas”.

Relata que nadie de sus vecinos pudo bajar nada. Un día, su marido se armó de valor y en 10 minutos entró a la propiedad porque los papeles estaban a la mano, “cuando bajó sí me dijo que las escaleras sí estaban muy débiles. “Sí nos dio miedo, él no quería subir. Yo le dije: ‘ Ya no subas, ya no bajes nada’, pero nos importaba la documentación, las actas de nacimiento de mis hijos, lo material no lo quiero porque no voy a exponer a nadie. No he subido ni pienso subir, porque qué tal que nos agarra otro temblor allá”.

Se aferran a su patrimonio. Otra historia de miedo tras el terremoto es la que viven los dueños del edificio marcado con el número 252 de la calle Emiliano Zapata, a unos metros de División del Norte. Esta unidad está siendo evaluada por las autoridades, debido a los daños que le provocó el sismo; sin embargo, sus propietarios argumentan que sus casas están bien y el edificio solamente tiene que ser rehabilitado.

Araceli Robledo Federico es propietaria del departamento 604 de esta unidad que desde afuera está acordonada, hay piedras sobre la calle y en el interior. Explica que están esperando dictámenes para continuar la labor de reparación.

Reconoce que hay paredes afectadas, pero en unas semanas los dueños podrán regresar a habitar esta unidad de 114 departamentos y dos locales comerciales porque no tiene daños en los muros de carga.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses