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Cita: 7:00 horas. Caminando, en bicicletas o en combi, llegan a un predio delineado por trazos de cal y cubierto de tierra y piedritas.
Los campos o canchas, como se les dice, no son los grandes estadios, en su mejor caso cuentan con alguna grada y una techumbre que cubre del sol a los familiares y amigos de los futbolistas llaneros.
Varias de las canchas llaneras se localizan en zonas conflictivas y son enmarcadas por el desorden urbano, la inseguridad, la falta de servicios y una gran desigualdad.
Un joven platica: “En la calle hay violencia, pero aquí en esta cancha hay rivalidad y competencia”.
“No fue una semana fácil, de mi casa al trabajo hago casi dos horas de camino y luego de la jornada laboral otro tanto de regreso, pero eso es lo de menos, lo que más desgasta es estar a las vivas y rogar no ser asaltados en el transporte y llegar con vida a casa”, relata uno de los guerreros mientras amarra sus zapatos ya gastados y con cinta ajusta las espinilleras.
Vidas y realidades diferentes, pero en la cancha una sola misión: jugar, divertirse, rifársela y ganar. Es la hora. Rueda el balón, esto empieza y no sabemos cómo acabará.
Caer en esta alfombra, nada tersa, resentirá el cuerpo y la piel, pero caer aquí no impide seguir jugando; de forma inmediata se levanta y “aquí, hasta el más tímido del barrio saca la casta y el orgullo”, dicen.
Entre torres de alta tensión, imágenes de la Virgen de Guadalupe y hasta con el paseo sabatino de un perrito callejero es como se juega y convive en el barrio.
Se escucha un silbatazo anunciando la presencia del personaje “no más querido”, pero a quien se le debe respetar dentro del campo. No marca lo que para la eufórica afición es una falta y se escucha un grito: “¡Pinche ciego!”. Tanto el árbitro como el gritón se voltean a ver y sonríen, todos allí se conocen.
Cada cuatro años la emoción invade los televisores con el Mundial de futbol y sus grandes selecciones, pero todos los fines de semana hay otras realidades, aficionados amantes del balompié que se enfrentan y disfrutan de este deporte, para muchos su única salida, su único escape, su única sana diversión. El futbol llanero es mundial.