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El acoso u hostigamiento sexual en el trabajo es un acto violento y de humillación que ejerce una persona, quien se sabe en una posición de poder, contra otra. No importa en qué sector, no se da únicamente de varones contra mujeres, puesto que también ocurre al revés y se reproduce por un sistema machista y patriarcal, aseguraron especialistas.
En México no existe cuantificación de los casos; sin embargo, es más frecuente encontrar estas relaciones de subordinación que se afianzan en un entorno que no tiene cultura de la legalidad en el trabajo, explicó Patricia Ravelo, integrante del Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS).
“El hostigamiento sexual en espacios laborales se tiene que producir en una relación jerárquica, el sujeto que domina más, en este caso el jefe, es quien tiene la autoridad para tomar decisiones sobre los demás”, explicó.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) define el acoso como un comportamiento en función del sexo, de carácter desagradable y ofensivo para quien lo sufre: es necesario que confluyan ambos aspectos. Puede presentarse cuando se condiciona a la víctima con la consecución de un beneficio laboral para que acceda a comportamientos de connotación sexual, o un ambiente laboral hostil en el que la conducta da lugar a situaciones de intimidación o humillación.
Los comportamientos que entran dentro de la problemática son tocamientos, acercamientos innecesarios, comentarios y preguntas sobre el aspecto, el estilo de vida, la orientación sexual, llamadas de teléfono ofensivas, silbidos, gestos y presentación de objetos pornográficos.
La académica explicó que la situación puede manifestarse cuando un jefe le da prebendas a una empleada, por ejemplo, permisos especiales o un mejor horario, con el objetivo de obtener favores.
En algunos casos, declaró, el hecho es consensuado y la trabajadora accede para conservar estos beneficios; se convierte en violencia cuando se imponen actos que lesionan la voluntad de la otra persona.
“Se produce todo un control en términos laborales y emocionales. A la víctima se le obliga a hacer cosas que no corresponden, por ejemplo, servirle el café al patrón, limpiarle el carro o los zapatos. Son una especie de humillación. El hostigamiento va desde lo más simple: salir a comer, tomarse una copa o llegar al hotel. Es condicionar salario, horarios y ascensos.
“Hay un disfrute medio sádico en las personas que hostigan. Estos individuos tienen dosis de perversión, pero también hay una cuestión cultural porque tienen dos atributos: son los que mandan y son hombres”, declaró la experta.
Iliana Araceli de la Lanza Andrade, del área de Psicología de la Universidad Iberoamericana, indicó que esta situación tiene efectos negativos en la víctima, que van desde no sentirse seguro en su lugar de trabajo, hasta ver minada su autoestima y llegar a experimentar inclusive ataques de pánico. El acoso sexual no lo sufren únicamente las mujeres, dijo, también los varones.
“La autoestima y la confianza se van destruyendo poco a poco. La víctima comienza a presentar síntomas como: cansancio, inseguridad, se puede presentar pérdida de memoria, la gente que está siendo acosada se vuelve hipervigilante de quién está alrededor y puede llegar hasta el pánico. Fisiológicamente se pueden presentar palpitaciones y sensaciones de ahogamiento”, declaró. Una situación normal se convierte en acoso cuando la persona que lo recibe se siente incómoda, esto puede ir desde un rozón hasta un comentario en doble sentido.
“Un roce se convierte en acoso en el momento en que la persona que lo recibe no se siente bien. Es el momento en el que empieza a haber acoso sexual: desde la manera en la que se dirige, las palabras que utiliza, la forma en la que me expreso hacia una persona. Desde doble sentido hasta invitaciones fuera del trabajo. La persona se comienza a sentir intimidada y es cuando empieza”, explicó.