Buenos días, Mujeres Líderes De México. Cada año nos reunimos en una fecha cercana al 8 de marzo para conmemorar a las mujeres y rendirles homenaje por su contribución al desarrollo de nuestro país. Sin embargo, esta ocasión es especial. Y es así porque nos encontramos en un momento histórico, sin precedente, en el que las mexicanas se han unido para levantar la voz y al unísono hacer un llamado a la justicia ante la violencia extrema que viven en nuestro país.

Justicia por sus hermanas, madres e hijas que han desaparecido. Justicia por el acoso que padecen en el transporte público, escuelas y lugares de trabajo. Justicia por la violencia silenciosa que padecen cada día en sus propios hogares, a manos de hombres que abusan de su fuerza y las creen incluso de su propiedad. Justicia por la violencia sexual. Justicia por la ola de feminicidios que no cesa, una ola que deja una estela de sangre y de indignación social.

Por mucho tiempo las autoridades, los empresarios y los líderes de la sociedad civil, emitimos discursos en los que asumíamos que había muchos retos por delante en materia de equidad de género y asumíamos que, al ser problemas tan profundos y complejos, éstos tardarían en concretarse.

Pero esa paulatina mejoría ya no es suficiente. Las mujeres no pueden tolerar ni un minuto más a que los cambios tomen más tiempo. El mensaje es claro y debemos entenderlo. Es un llamado a frenar la violencia. La válvula de escape reventó y el enojo de ellas se expresó con fuerza y firmeza, como nunca antes en la historia de nuestro país.

Miles y miles de mujeres de todas las edades y condiciones sociales tomaron las calles para mostrar que su causa no está motivada por algún interés político, su mensaje fue claro, exigir a los gobiernos que cumplan con su obligación de detener la violencia y darles seguridad.

El paro de actividades realizado por ellas el pasado lunes también nos demostró la determinación con la que avanzan en su movimiento. Si lo quisieran, podrían detener la economía, pero su objetivo tiene otras miras. Ellas buscan concientizar a las autoridades sobre sus causas y la urgencia de atender sus demandas con plena justicia.

También cometeríamos un error si creyéramos que las mujeres marchan y paran actividades porque no han tenido logros en el pasado. Cuando tomé las riendas de EL UNIVERSAL, hace 50 años, el país era otro totalmente diferente. Eran escasas las mexicanas en ámbitos profesionales, en la política y en la iniciativa privada.

Durante 104 años, las páginas de El Gran Diario De México han atestiguado, acompañado y visibilizado las luchas por los derechos de las mujeres. Fue mi responsabilidad continuar con esa tradición periodística y por eso he abierto espacios en nuestras páginas a muchas mujeres que desde esta tribuna pública han dado cuenta de sus inquietudes y reclamos, demostrando siempre talento y alta sensibilidad ante los problemas de nuestra nación.

Pero incluso quienes tenemos el honor de haber acompañado estas iniciativas, de apertura y equidad, debemos tener la humildad de reconocer que el avance no ha sido suficiente. La potencia con la que estalló el enojo social por la desigualdad imperante es muestra palpable de que lo conseguido hasta la fecha se quedó muy por debajo de lo que esperaban, de todo lo que necesitan las mujeres mexicanas.

La reacción de los demás no puede ser otra, no debe ser otra más que la de empatía y la sensibilidad. Imaginar lo terrible que es vivir con miedo, con el constante temor a desaparecer a manos de un depredador o que una de ellas sea encontrada sin vida sólo porque tuvo el infortunio de viajar sola, de no tener seguridad en las calles.

La principal responsabilidad recae, desde luego, en el Estado. Y es importante recalcar esta palabra “Estado”, porque el movimiento feminista no es contra un Presidente o contra un partido político. Es contra todos los que han permitido que las mujeres no puedan vivir en paz y con garantías mínimas de bienestar.

El error de creer que este es un movimiento meramente político proviene del gobierno federal mismo, pero también de los políticos de oposición que, con oportunismo, han querido convertir este reclamo en un acto de propaganda antigubernamental. Y el movimiento de las mujeres va más allá de politiquerías. Es un movimiento social para ganar espacios y preservar la vida misma.

Afortunadamente, el tamaño de la inconformidad social ha sido tan grande que esos intentos de apropiarse, o de hacer naufragar el movimiento feminista, han fracasado rotundamente. Los oportunistas y los escépticos fueron derrotados el domingo con la gran marcha y el lunes con el paro de labores. La movilización de las mujeres aprendió y también prendió. México no será igual después del 8 y 9 de marzo.

Lo mejor que pueden hacer ahora es admitir que las mujeres organizadas de esta causa no pueden ser manipuladas políticamente y avanzar en el cumplimiento de sus demandas.

Y la primera de esas demandas, que toca a la clase política atender, es el reclamo contra la impunidad. Quién toque, agreda, viole o asesine a una mujer debe ser castigado.

Cada agresor de una mujer debe entender que la consecuencia de usar la violencia contra una de ellas será grave y que las probabilidades de ser atrapado son crecientes conforme su crimen sea más dañino.

También debemos reconocer, desde la sociedad y la iniciativa privada, que las leyes y las políticas públicas no serán suficientes para una transformación del tamaño que hace falta. Es urgente la intervención de todos.

Lo primero que una autoridad necesita para prevenir un delito es la colaboración social. Si partimos de la suposición que cualquier denuncia es inútil, nunca podremos avanzar hacia una colaboración que permita la erradicación de la violencia. En esa función los medios de comunicación jugamos un rol muy importante.

Nuestra responsabilidad recae, como forjadores de la opinión pública, en incentivar la colaboración con las autoridades y promover la construcción de puentes de entendimiento para mejorar la convivencia. Sólo juntos podemos hacerlo.

Pero a esa labor se suma también otra exigencia, que hemos escuchado y responderemos a ellas: la de no perpetuar los estereotipos y las representaciones de la mujer que atentan contra su dignidad y contra la idea de que son iguales a los hombres.

Entendemos que las protestas de las mujeres los pasados 8 y 9 de marzo iban dirigidas no sólo al gobierno, sino a los que tenemos algún poder de influencia social. Escuchamos y tomaremos muy en serio esta responsabilidad para que llegue un día en el que podamos decir que los problemas de la desigualdad entre hombres y mujeres quedaron en el pasado.

Deseo que llegue el momento en que podamos reunirnos de nuevo y decir que, un día como hoy, en marzo de 2020, se escribió un antes y un después, un momento en el que comenzó el cambio verdadero hacia un México libre de violencia contra las mujeres.

Muchas Gracias

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