El jueves pasado, un sismo de 8.2 grados sacudió al Centro y Sur del país. Hasta el momento suman 65 muertos por el terremoto, 45 de ellos en Oaxaca, a diferencia del ocurrido en 1985, cuando el mayor número de víctimas se dio en la Ciudad de México.
Además de las diferencias de magnitud, epicentro y daños entre ambos terremotos, hay diferencias en la manera en que las personas enfrentaron ambos eventos, en buena parte, por los avances tecnológicos y por las medidas de Protección Civil que se han desarrollado durante 32 años.
En 1985, los rescates en los inmuebles afectados se realizaron desde la sociedad civil. Las personas sacaron como pudieron a los sobrevivientes y se organizaron entre ellos mismos para los rescates.
Incluso, de esta reacción de la sociedad civil es que surgió la agrupación de rescatistas “Topos de Tlatelolco”, así como toda la cultura de Protección Civil, que hoy en día se encuentra institucionalizada.
Hoy, en Oaxaca, Tabasco y Chiapas, los rescates y búsquedas en los inmuebles los realizan las fuerzas armadas y rescatistas especializados que cuentan incluso con binomios caninos.
La manera en que las personas se enteraron durante el sismo de 8.2 grados fue a través de Internet.
Los teléfonos celulares y las redes sociales fueron el primer instrumento que las personas utilizaron para comunicarse con sus familaires.
Pamela, de 23 años y habitante de la Ciudad de México, recuerda que cuando “la alerta sísmica sonó cuando llegaba a mi casa y pensé que era un error como había ocurrido un día antes del temblor de 8.2 grados. Permanecí en el automóvil hasta tener la certeza de que nada se movía.
“De inmediato tomé mi celular para ver en redes sociales si realmente temblaba y segundos después comenzó el sismo. Observé cómo las personas salían de sus hogares y cómo los postes se movían. En ningún momento dejé de consultar Twitter para saber lo que pasaba y tomé un par de fotografías de mis vecinos en la calle.
“Minutos después del temblor, subí a mi casa y de inmediato encendí mi computadora para consultar redes sociales y televisión al mismo tiempo sobre la información que salía del fenómeno”, cuenta.
En 1985, las personas llamaron a sus familiares a través de cabinas públicas o teléfonos fijos.
El arraigo a los celulares es tal, que ahora la gente toma primero el celular que las llaves o los documentos.
Sobre los documentos, algunos mexicanos optan por tener sus identificaciones en la “nube” como parte de la maleta de vida que Protección Civil recomienda.
En el sismo de 8.2 grados, las personas desalojaron sus viviendas o trabajos bajo el protocolo de simulacro que cada 19 de septiembre se realiza, como parte de la lección que el sismo de 1985 dejó para los mexicanos.
Hasta la manera de comunicar las noticias y de informarse cambió en estos 32 años. El jueves 7 de septiembre, el índice DAX de la consultora ComScore registró3 millones 41 mil 284 browsers únicos en las páginas de EL UNIVERSAL durante la cobertura del suceso, que ha dejado como saldo hasta ahora al menos 61 muertes en los estados de Oaxaca, Chiapas y Tabasco.
Este nivel de lectoría es un registro inédito para esta casa editorial.
En 1985, la ciudadanía se informó mediante la radio, televisión y periódicos, cuyas coberturas informativas eran totalmente diferentes a las que hoy en día se realizan.
Hace 32 años, el periodista Jacobo Zabludovsky realizó una crónica de la tragedia que los mexicanos recuerdan hasta la fecha con un teléfono móvil instalado en su auto, desde el cual transmitió y narró las escenas que veía.
César, de 46 años, recuerda que “el sismo de aquel jueves 19 de septiembre 1985 me tocó justo cuando abría el zaguán de mi casa para que mi padre sacara su auto tipo Dart y llevarnos a la secundaria a mi hermana y a mí. Fue mi mamá la que nos alertó que estaba temblando saliendo de las habitaciones cargando a mis dos hermanos más pequeños. Varios vecinos comenzaron a salir a la calle con rostros de espanto.
“Recuerdo que frente a mi casa, como consecuencia de las lluvias de septiembre, era recurrente la formación de un encharcamiento. Sin embargo, ese día el agua desapareció en un santiamén debido a una grieta entre el pavimento de la calle y la guarnición de la banqueta.
“Pese al susto, mi papá nos llevó a la Secundaria Diurna 99, en Gustavo A Madero donde la plática común entre los compañeros, maestros y otros padres de familia era lo fuerte que se sintió el temblor. Nadie sabía bien a bien lo que había sucedido en la ciudad.
“Las primeras clases transcurrieron con normalidad pese a que la escuela no tenía luz. Una maestra de Geografía trataba de explicarnos por qué ocurren los temblores, sin que yo tomara más atención a ello. Incluso, tuvimos el refrigerio matutino que debió ser poco después de las 11:30 horas; sin embargo, ya no regresamos a clases. La instrucción fue retirarnos a nuestro hogar, lo que nos dio gusto.
“Ya en casa, mi abuelo acababa de regresar de comprar unas pilas para escuchar un viejo radio que tenía en su sala ya que tampoco había. Él fue quién me informó de la magnitud del desastre, que muchas casas y edificios en el Centro se habían caído por la fuerza del terremoto. Recuerdo que escuchó la transmisión de la W que hizo Jacobo Zabludovsky quien ya dio un panorama más preciso de los derrumbes que hubo en Tlatelolco, Eje Central, Avenida Juárez y la Roma”, cuenta.
Hoy, los reporteros de EL UNIVERSAL realizan transmisiones en vivo a través de Facebook, envían sus fotografías y notas vía Whatsapp en pocos minutos y reaccionan inmediatamente después de escuchar la alerta sísmica, un mecanismo que ni siquera existía en 1985.
Sin embargo, en ambos terremotos la sociedad civil ha demostrado su solidaridad mediante la organización para recabar víveres para los damnificados, que ahora incluyen hasta las mascotas y animales de granja.