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En la época de la ocupación alemana, la familia de la holandesa Mary Schaalje, quien en ese entonces tenía apenas cinco años, era extremadamente cuidadosa en el manejo de los comestibles, ante su escasez. Siete décadas más tarde, en la próspera Holanda, lo menos que le preocupa a la abuela es que los alimentos lleguen todos los días a la mesa de su hogar.
“Si no se llevan la comida la tiro a la basura, porque no como recalentado”, dice Mary sentada en una mesa redonda en la que abundan restos de verduras cocidas y un par de filetes de rape blanco, aún por preparar.
El comportamiento de la consumidora holandesa hacia los comestibles ilustra un problema que preocupa a las autoridades de la Unión Europea (UE), pues “la pérdida y el desperdicio de alimentos representan un derroche inmoral y antiético de recursos escasos, así como una pesada carga social y económica”, en palabras del comisario Europeo para la Seguridad Alimentaria, Vytenis Andriukaitis.
Según el más reciente cálculo de la Comisión Europea, en los 28 países comunitarios se desperdician cada año 88 millones de toneladas de alimentos, alrededor de 20% del total de los que se producen. Esto equivale a 173 kilogramos por persona y a una pérdida económica estimada en 143 mil millones de euros.
Los alimentos se pierden o se desperdician a lo largo de toda la cadena alimentaria, aunque los hogares son, por mucho, la principal fuente de derroche: alrededor de 53%.
Los más derrochadores. Según una investigación del Institute for European Environmental Policy, fechada en 2013, los más derrochadores de alimentos son los holandeses, con 541 kilogramos (kg) per cápita; los belgas (345 kg), chipriotas (327 kg) y estonios (265%). En tanto que los más cautelosos son los eslovenos, malteses, rumanos, griegos y checos, con niveles per cápita que van de 72 a 81 kg.
La prevención del desperdicio de alimentos ha ido tomando fuerza en la agenda comunitaria desde 2012.
A partir de entonces se han fijado metas vinculantes como reducir —para 2025— 30% de los desperdicios en los sectores manufacturero, minorista, distribución y servicios.
Para alcanzar la meta, Bruselas ha realizado diversas acciones, entre ellas establecer una metodología común de medición, modificar la legis-lación para facilitar la donación de alimentos y crear la Plataforma de la UE sobre pérdida y desperdicio de alimentos, para apoyar la cooperación entre los diversos actores involucrados en esta lucha.
Ha impulsado proyectos para el desarrollo de tecnologías innovadoras como etiquetado, refrigeradores, carritos de supermercado y contenedores de basura inteligentes. También ha patrocinado campañas de sensibilización para evitar el despilfarro de comida y promover el ahorro.
Una de ellas está dirigida a distinguir entre la fecha de “consumo preferente” y de “caducidad”. La primera sugiere que el alimento sigue siendo seguro para el consumidor una vez pasada la fecha, mientras que la segunda significa no consumirlo después del día indicado.
“Se estima que una parte considerable del desperdicio de alimentos en el hogar podría vincularse al etiquetado y la falta de comprensión por parte de los consumidores sobre el significado de las fechas indicadas”, sostiene un estudio del Servicio de Investigación del Parlamento Europeo.
El más reciente Eurobarómetro reveló que sólo 47% de los encuestados supo correctamente el significado del etiquetado “consuma de preferencia antes de…”.