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Roberto se preparaba para llevar “un viaje” de materiales y cuando empezó a cargar el camión de la empresa, sintió la primera sacudida, luego otra y otra.
El temblor de 7.1 con epicentro en el municipio de Axochiapan lo sorprendió en plena faena. Luego del susto y la impresión salió del local, a dos cuadras del centro de Zacatepec. Se topó con la iglesia de Santiago Apóstol con severos daños en la fachada, la cúpula “rajada” y escombros sobre la banqueta.
Su casa, o al menos lo que era, se ubica detrás de la iglesia en lo que en algún tiempo, hace más de 300 años, fue una hacienda. Ahí viven unas 20 familias, todos descendientes de los primeros cañeros que trabajaron en el ingenio Emiliano Zapata, por los años 40 del siglo XX.
Roberto supo que la situación era grave cuando vio la fachada del lugar resquebrajada. Pedazos del inmueble en el suelo y decenas de personas alarmadas, en franco llanto; algunos imploraron a Dios, otros buscaron en sus cercanos el consuelo que no llegó con la fe.
La gente se arremolinó en la calle, franqueada por dos edificios que sufrieron daños en sus estructura: el mercado municipal y la hacienda. Ahí encontró a su esposa y a su hija, pero también a sus hermanos, a sus cuñadas, a la gente con la que vivió desde hace 40 años. Todos con el terror reflejado, pero con el consuelo de estar vivos.
Un niño que no habla quedó atrapado entre las ruinas, por lo que no pudo gritar ni pedir auxilio. Fue sacado por sus familiares quienes lo llevaron al hospital donde descartaron que tuviera alguna lesión seria, sólo algunas heridas leves.
Las horas transcurrieron pero la ayuda no llegó. “Todo lo acaparó Jojutla”, lamentó Roberto. En Zacatepec la ayuda no se ve, ni llega a raudales como en la localidad vecina de Jojutla, que se ubica a unos 20 minutos de distancia.
Protección Civil municipal no llegó para evaluar los daños y ni siquiera el edil Francisco Salinas visitó a los afectados, a pesar de que la presidencia se localiza a dos cuadras del lugar. Nadie les informó que a unas cuadras de distancia, en el jardín de niños Narciso Mendoza, se habilitó un albergue para atender a mil damnificados.
Así llegó la noche sin un lugar donde dormir. El despertar al día siguiente fue incierto. La ayuda no llegó hasta después de las 12. El futuro para Roberto y sus 80 parientes es incierto: Protección Civil señaló que el lugar es inhabitable.