A más de un mes de que se decretó la emergencia sanitaria por el , las reglas han cambiando en casa: Ahora cada quien hace su desayuno y su cena, en las comidas la responsabilidad es compartida; las compras de la despensa también se deciden en equipo.

Prevalece el diálogo, no hay quien pretenda imponer algo y mucho menos actuar como dictador o dictadora o que todo se haga como quiere uno de los integrantes de la familia.

En el hogar, prevalece el consenso, el respeto, convencimiento y entendimiento, lo que no significa ausencia de diferencias o de discusión; también hay desacuerdos y se alza la voz. No hay familias perfectas, como la sociedad tampoco es perfecta ni su gobierno.

Nada de que la voz mayoritaria la tiene el proveedor porque es el origen de los recursos o de que la casa es una zona que corresponde controlar a la madre porque ella es la que regularmente ha dispuesto lo que se hace al interior.

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También hay fake news , noticias falsas dentro de casa, generadas por el seguimiento que se le da a lo que se divulga en redes sociales, sin tomar en cuenta si se trata de fuentes confiables. Versiones que llegan a crear sobresaltos o alarmas desmedidas.

“¡Se va a acabar el mundo, nos vamos a morir todos!”, expresó doña Carmen derivada de la lectura en su tablet. Despertó y lo primero que hizo fue revisar las “novedades”. No aguantó el llanto y con angustia en su rostro, soltó su temor ante la familia.

Pronto los comentarios tranquilizadores de quienes la habían escuchado expresaron: no se puede creer todo lo que aparece en las famosas redes sociales , salpicadas de amargura y mentiras.

Doña Carmen

es la señora de la casa en una familia de cuatro personas, los padres y dos hijos, que por la emergencia sanitaria provocada por el Covid-19 ajustó reglas en la austeridad, crisis económica y medidas determinadas por la autoridad para enfrentar al virus.

Lo más valioso y apreciado por el cuarteto es que las decisiones se toman por consenso. Hay cambios de conducta espontáneos, en beneficio de la comunidad y la convivencia. Nadie se siente soberano ni tocado por la divinidad. La realidad obliga a ubicarse, no perder el piso.

Sorprende que uno de los hijos resolvió que su contribución sería hacerse cargo del área de lavado; otro asumió la responsabilidad de ir por la despensa; compartida la limpieza del baño, además del aprendizaje intensivo del uso de la escoba y el trapeador. Los padres ocupados en el manejo financiero, en medir gastos pero sin llegar al extremo de quitar o reducir programas básicos o derechos establecidos en la Constitución.

En casa cada uno lava sus platos.

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