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justiciaysociedad@eluniversal.com.mx
Agustín Oaxaca Guzmán no para de mover la masa y echarle harina constantemente. Sus manos blancas por el polvo fino se mueven a una gran velocidad para que la masa pueda estar lista y convertirse en una Rosca de Reyes, la que hoy se distribuirá en el Zócalo de la capital mexicana.
Como desde hace 30 años, Agustín no ha parado de hacer pan, actividad que aprendió de su tío y que le ha permitido llevar el sustento económico a su hogar. Sin embargo, la mayor satisfacción que tiene al hacer pan es “saber que lo que horneo lo come la gente y lo disfruta”, dice
Sin comentar mucho debido a que el proceso para hacer la rosca necesita de toda su concentración, afirma que en esta temporada hace alrededor de 500 debido a la demanda que hay en la panadería donde labora.
“Son 30 horas las que se tarda una en salir, desde que se hace la masa hasta que sale del horno y se pone en los estantes y la gente pueda agarrar la que le apetezca”, comenta.
Pesando la masa para hacer la rosca, lo cual no debe sobrepasar los 2 kilos 700 gramos, el maestro panadero indica que dos de sus cinco hijos le han seguido los pasos, por lo que en estos momentos también se encuentran haciendo Roscas de Reyes.
Originario de la comunidad de Molango, Hidalgo, “Gus” recuerda que ser panadero nunca pasó por su mente; sin embargo, es algo que agradece y que espera poder retirarse más adelante siguiendo este oficio. Por lo pronto, asegura, seguirá enseñando y dando secretos al elaborar pan a sus hijos y a todos aquellos que se le acerquen.
El aroma de pan horneado inunda el local y a unos metros de ahí se encuentra Víctor Javier Fuentevilla, quien se acomoda su mandil para preparar los ingredientes. “Vic” es otro de los panaderos y quien hace 15 años llegó del pueblo de Mapastepec, Chiapas, a la panadería “La Panera”, de la Ciudad de México solicitando trabajo, cualquier empleo que le ofrecieran lo aceptaría.