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Cuando se enteraron de la fuerza destructiva del sismo de 7.1 grados del pasado 19 de septiembre, desde Los Ángeles, California, el corazón de cuatro migrantes que pertenecen al Departamento de Bomberos de la ciudad les dijo que tenían que venir a México, con su gente, codo a codo, para apoyar en la tragedia.
No lo dudaron ni un segundo. La tierra llama y la raza también. Roger Rubio, Gabriel Martínez e Iván Martínez, los tres mexicanos, junto con Gabriel Moreno, de origen argentino, bomberos de Los Angeles City Fire Department, decidieron costear su vuelo a la Ciudad de México con el apoyo de sus familias.
Llegaron el domingo, impulsados por la vocación de ofrecer sus servicios como rescatistas urbanos, paramédicos y expertos en estructuras colapsadas, con los más altos estándares internacionales en la materia. Trabajaron estos días en las dos torres de departamentos que se ubicaban en Gabriel Mancera y Escocia.
Y es que el sentido de pertenencia no desaparece. Menos en la tragedia. México necesitaba ayuda. El corazón les dijo que tenían que poner su tiempo y su conocimiento al servicio de las personas. Como bomberos del mismo departamento, apenas se conocían, pero eso no importa cuando de apoyar se trata.
Gracias a contactos, recibieron la invitación Ismael Figueroa, del Heroico Cuerpo de Bomberos de la Ciudad de México, para venir aquí, con quienes mantienen colaboración. Lamentan no haber estado antes ni quedarse aún más tiempo, pero llegar tampoco fue fácil. Vinieron por su cuenta, solicitaron vacaciones en el trabajo y se despidieron de sus familias.
Por sus propios medios consiguieron patrocinio de un hospital, de una empresa de ambulancias y de un Club Rotario para trasladar 19 maletas de equipo y donativos. La aerolínea no cobró el peso de su equipaje. También, por contactos en la Policía Federal, un camión de la corporación fue por ellos al aeropuerto y tras-ladó su equipo para incorporarse de inmediato a las labores.
Roger Rubio salió un día de 1987 a perseguir el sueño americano. Apenas tenía 20 años. Su vocación lo llevó a sumarse a los bomberos de Los Ángeles. Parte de su familia vive aún en la colonia 20 de Noviembre. Su hermano les dio hospedaje a él y a sus tres compañeros. Como chilango, sintió que tenía que estar aquí, donde aún tiene muchos amigos.
Pese a la ayuda que brindó, no se siente héroe. Héroes, dice, son las personas que voluntariamente estuvieron en las zonas de derrumbe, algo que le conmueve. Personas que sin importar su condición social, dieron mucho o poco, pero lo dieron todo ahí, sacando escombro, repartiendo comida, agua. “¡Esos son héroes, no nosotros!”, exclama.
Su historia es similar a la de Gabriel Martínez, nacido en Uruapan, Michoacán, a quien sus padres llevaron a Estados Unidos en busca de un horizonte mejor. De México no se olvida. Se puso en contacto con Roger. También es paramédico y experto en estructuras colapsadas. Su familia también le entrega dinero para sumarse y ayudar en la desgracia.
Dice sentirse orgulloso y contento de ver cómo la gente se unió. Se pone la piel chinita, explica, de ver qué bonito es México.
Iván Martínez nació en Los Ángeles, pero sus raíces están aquí. Su madre es de Michoacán y su padre de la Ciudad de México. Parte de su familia mexicana radica en Iztapalapa. Cuando se enteró del sismo, habló con su esposa para explicarle que venir acá era especial, pese al riesgo de réplicas y más derrumbes.
Se irá satisfecho de haber podido ayudar, pero siente que pudo hacer más si hubiera llegado antes y hubiera permanecido más tiempo. “También tenemos nuestras vidas allá y tenemos que regresar”.