México.- Para alcanzar un país armónico en donde prevalezca el respeto y la dignidad , la arquidiócesis de México llamó a la sociedad, gobierno, partidos políticos e I glesia a mantener un “ espíritu de diálogo ” y dejar atrás los conflictos e insultos .

“Si como mexicanos anhelamos tener un país armónico, tanto sociedad, como gobierno, las bancadas políticas y la Iglesia , debemos asumir nuevas dinámicas de encuentro. Acerquemos posturas, desterremos la cultura del insulto y vivamos el espíritu del diálogo ”.

“Espíritu de diálogo” es el título del editorial publicado en el semanario religioso Desde la Fe , en donde se cuestionó si el país está preparado frente a los próximos cambios en los distintos niveles de gobierno .

“Los halagos y las críticas no se han hecho esperar en los diferentes medios de comunicación , lo que políticamente ha parecido bien a unos mexicanos , ha sido visto de manera distinta por otros”.

Ante esta situación la Iglesia se pregunta si los mexicanos serán capaces de avanzar en unidad en busca de soluciones a problemas que han mantenido a la sociedad dividida por años.

“Si bien el acercamiento entre sectores históricamente enfrentados parece una posibilidad, actualmente suena muy difícil un ensamble de posturas opuestas; sin embargo, pese a las diferencias de opiniones, definitivamente se puede avanzar –mediante el factor “respeto”– por el camino del destrabe de esos nudos sociales que sólo abonan a las desarmonías de una nación ”.

La arquidiócesis encabezada por el cardenal Carlos Aguiar Retes mencionó que existen innumerables temas de división que pueden derivar en insultos de unos con otros.

“El Papa Francisco ha dicho que el insulto es un recurso ‘homicida’, pues intenta cancelar la voz del prójimo, asesinarla”.

Por ello, pidió a la comunidad reflexionar y evitar insultar a quienes opinan diferente de nosotros y respetarlos porque solo así se alcanzará un país en armonía . “Como miembros de una sociedad polarizada , la mayoría contamos con un catálogo de insultos para quienes tienen opiniones enfrentadas a las nuestras; esos insultos no terminan en sí mismos, sino que dan pie a otros que al igual pretenden aniquilar el derecho de la persona a ser ‘respetable’. Insultar a alguien es decir a la gente: ‘Este no merece ser escuchado, puesto que en su defecto, necesariamente opina mal’”.

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