En un par de segundos la tranquilidad de Karla se esfumó . En cuanto escuchó el sonido que produce la alerta sísmica , la conversación con su madre terminó y en lo primero que pensó fue en buscar la salida del comercio en donde se encontraban.
Tuvo que tomarla del brazo y sin apresurarse, ambas mujeres salieron hacia la Avenida Universidad, en la Colonia Del Valle, en donde los autos ya se habían detenido y la gente permanecía sobre el camellón.
“No corro, no grito, no empujó”, dijo un vigilante mientras invitaba a la gente a salir para buscar un lugar seguro, mientras aún se escuchaba el sonido que precedía el sismo.
Tan sólo unos segundos después, mientras hombres, mujeres, ancianos y niños que salieron de los restaurantes, tiendas, librerías, se veían unos a otros, la tierra, los postes, los semáforos y los cables comenzaron a moverse.
El movimiento, a pesar de que muchos ya lo esperan, llegó como un ligero mareo, que muy a su pesar duró más de lo que deseaban.
“La tuve que tranquilizar (a mi madre) porque estaba alterada, y yo le decía que no se preocupara, que en esta vez, a diferencia del sismo de septiembre, ahora estábamos a ras de piso”, aseguró Karla.
La gente dudaba, algunos permanecían en la banqueta y los otros cruzaban la avenida, justo cuando los automóviles ya se habían detenido, en medio de la calle aún no encontraban
“Otra vez no, otra vez no” sollozaba una chica y sus amigas comenzaron a tranquilizarla y la obligaban a pensar en otra cosa.
Los mensajes no podían ser enviados, las llamadas tampoco y lo único que quedó para algunos fue esperar. Con la confirmación después de algunos minutos de que sus seres queridos estaban bien, fue como pidieron congelar los nervios que por varios minutos los mantuvieron con la duda sobre las consecuencias de este nuevo sismo.
Aunque Karla no deseaba volver a vivir una experiencia así, recordó que en el sismo del año pasado, ella y su madre se encontraban en el sexto piso de un edificio de departamentos, lo que fue aún más desesperante para ambas.
“Aquella vez no sabíamos qué hacer, estábamos hasta arriba y el movimiento fue horrible, el departamento se hacía de un lado a otro, en esos casos no es fácil reaccionar”, relató parada a un costado del camellón de la Avenida Universidad.
A pesar de que un policía trató de tranquilizar y organizar a la gente, muchos buscaron su propio lugar de resguardo hasta que el movimiento terminara.
Cuando aparentemente llegó la calma, nadie se quería mover, el policía no sabía a qué conductores cederles el paso porque los semáforos ya no funcionaban.
Fue hasta que del altavoz se escuchó un mensaje breve sobre las casi nulas afectaciones, el primer auto comenzó a avanzar y los demás lo siguieron, y sin voltear a ver a los demás, la gente comenzó aunque dudosa, a retirarse.