En su primer acto masivo histórico como la primera Presidenta de México, inició su mandato en el Zócalo capitalino repleto de seguidores y en un ritual prehispánico recibió una limpia con copal, incienso, velas y plantas, así como el bastón de mando a nombre de 113 mujeres que representan a las 70 etnias del país.

El principal bastión de las viejas luchas de la izquierda mexicana, el Zócalo, fue un día de fiesta para escuchar a la primera Presidenta de México en 200 años de la historia como nación y 503 como territorio en donde el color de los huipiles y los rebozos, además de los sones jarochos y la banda acompañaron el histórico acto.

Un evento histórico y simbólico, con un Zócalo variopinto al que asistieron personas traídas por los sindicatos en busca de visibilidad ante el nuevo gobierno, igual que quienes llegaron horas antes para lograr ver y escuchar a la nueva inquilina de Palacio Nacional.

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Largo discurso con 100 compromisos, promesas, la mayoría aún con la firma y esencia del expresidente López Obrador a quien la nueva mandataria lo citó en varias ocasiones.

En el templete, arropada por 120 mujeres indígenas y afromexicanas llegadas de todo el país, todas con un vara verde con mazorcas de maíz, Sheinbaum con un vestido blanco con flores bordadas de colores salió por la puerta principal de Palacio Nacional a la más grande plaza pública del país donde fue recibida con gritos de ¡Presidenta!, ¡Presidenta!.

Abajo del escenario su gabinete, junto a los invitados especiales, lo mismo mandatarios de otros países, que gobernadores y legisladores. Frente a ella, la bandera nacional ondeando por el frío viento ya otoñal que refrescó la ceremonia.

Sheinbaum recibió el ritual de limpia, volteando a los cuatro puntos cardinales, escuchando los rezos de las mujeres indígenas que le desearon éxito para lograr la unidad del país y su pacificación.

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“Nuestras abuelas y abuelos nos enseñaron que el bastón de mando representa el poder político y espiritual, así como lo más sagrado de nuestra condición. Es símbolo del poder comunal, del noble don de servir al pueblo y de hacer justicia”, dijo la mujer indígena.

Al final un emotivo abrazo entre la Presidenta y la chamana sellaron la ceremonia.

Sheinbaum alzó con la mano derecha el bastón de mando, símbolo del poder político y espiritual de los pueblos indígenas y afromexicanos, sonriendo y lo exhibió ante miles reunidos en Zócalo.

Después el largo discurso, el rosario de los 100 compromisos, desde las farmacias del Bienestar, los trenes, la reforma judicial y en una de las pocas reacciones del público la respuesta de “si se pudo”.

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“Seguiremos trabajando para encontrar a lo a jóvenes desaparecidos de Ayotzinapa”, como promesa y que en 2027 se someterá a la revocación de mandato.

“Ya se cansaron”, dijo en más de cuatro ocasiones Sheinbaum mientras avanzaba en la lectura de los 100 compromisos.

Cuando iba en el compromiso 90, más de una hora después de iniciada la ceremonia, arribó el hijo del expresidente, José Ramón López Beltrán y su esposa Carolyn Adams, además de una decena de acompañantes en la zona de invitados.

Primer discurso con aroma de mujer, de indígenas, pero también de frases repetidas hasta el cansancio durante seis años. No robar, no mentir, no traicionar. Todo ello con un Zócalo que a pesar de la amenaza de lluvias, del frío, fue testigo del primer discurso en este primer día del gobierno de Claudia Sheinbaum, la primera Presidenta de México.

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