Más Información
Cerca de 200 elementos de la Guardia Civil en Michoacán buscan a empresario secuestrado; familiares marchan por la paz
Tendré que pedir un amparo contra usted en su CNDH, responde Sabina Berman a Rosario Piedra; solicita desmentir cifras
Rosa Icela se reúne con Guadalupe Taddei y consejeros electorales del INE; encuentro es a favor de la democracia, afirma
Avanza en Diputados supersecretaría de Seguridad Pública; SSPC recibiría facultades para investigar delitos
Guerra en Ucrania EN VIVO; aumenta tensión con Rusia tras ataque ucraniano, sigue el minuto a minuto
justiciaysociedad@eluniversal.com.mx
Hermosillo, Son.— “Le traigo unos ricos besos a mis dos hijos”, expresó con una sonrisa Lichita Martínez.
Esperó cinco horas para pasar al interior del Centro de Readaptación Social Número Uno, de Hermosillo, Sonora, para dejar el alimento que adquirió con grandes sacrificios.
A sus 75 años, se siente cansada del cuerpo, pero fuerte de espíritu para luchar por la libertad de “sus niños”. Así les dice a Manuel, de 30 años, y a Héctor, de 40, ambos presos por robo de vehículo.
Sentada en el vestíbulo del penal, para calmar su impaciencia buscaba plática a otras mujeres que como ella esperaban autorización para ingresar al reclusorio.
Para Lichita sus parientes son inocentes, buenas personas y muy trabajadores, pero las malas amistades los llevaron al camino de las drogas.
Recordó que hace tres años, Héctor le pidió prestado el automóvil a una vecina, no se lo dio y sin embargo se lo llevó, la mujer lo reportó como robado y lo detuvieron en flagrancia: le dieron cinco años de prisión, pero por buena conducta podría salir en los próximos meses, confió.
Sobre su hijo Manuel, narró que el 2 de febrero pasado estaban viendo la televisión juntos cuando un amigo le llamó y le dijo que se sentía mal por consumo de drogas que le ayudara a manejar su vehículo, le pidió 100 pesos para regresar en taxi, pero no volvió; lo detuvieron en un auto robado.
“Le rogué el perdón a la dueña y le lloré, pero no quiso. Me lo encerraron y le dictaron sentencia por tres años; sin embargo, como es un buen muchacho creo que saldrá pronto; está cooperando mucho, dice la sicóloga que lo atiende aquí”, narró.
“Es soltero, siempre me acompañaba a todas partes, me llevaba al doctor y nos íbamos los fines de semana temprano a vender ropa de segunda a San Pedro. También trabajaba en un restaurante de mariscos, por eso me sorprendió mucho que lo hubieran detenido”, expresó la mujer.
Ella recibe una pensión de 6 mil pesos, desde hace cuatro años cuando enviudó, luego de 58 años de matrimonio. Cuando detuvieron a su hijo menor pidió un préstamo de 20 mil pesos para pagar un abogado que nada pudo hacer para que lo liberaran.
El dinero que recibe es poco para mantener a una hija de 57 años, soltera e incapacitada porque sufre epilepsia, ayudarle a sus dos hijos presos, mantener su casa y pagar el préstamo, por lo que se ha visto en la necesidad de hacer a diario 240 tortillas de harina y venderlas.
Tiene nueve hijos, seis mujeres y tres hombres; 24 nietos y siete bisnietos, el mayor de ellos ya tiene 20 años. Sólo dos de sus hijos han ido a ver sus hermanos a la cárcel, los demás están enojados, comentó.
Lamentó que sus dos “muchachos” hayan escogido ese mundo de oscuridad, donde se hace de todo para conseguir drogas, “pero, si no los ayudo, ¿quién lo va a hacer?”, se preguntó.
Lichita llora y a las puertas del penal dice: “Me han pasado tantas cosas, en diciembre se me quemó la casa, el arbolito de navidad se incendió, estaba hasta la última recámara, un vecino entró y me sacó, a consecuencia de eso estuve internada porque soy asmática, luego detuvieron a mi hijo, a los días se me murió un nieto de 23 años”. Dijo: “Pero tengo que ser fuerte, porque debo ver por mis hijos que están aquí, la semana pasada sólo les dejé 40 pesos a uno y 100 a otro, pero si no les traigo dinero no comen”.