Héctor Méndez, El Chino, llegó al edificio Nuevo León para ayudar a rescatar a más de 600 víctimas del terremoto que ocurrió la mañana del , y 37 años después, ha recorrido medio mundo para auxiliar a víctimas de huracanes, atentados terroristas, sismos, deslaves, tsunamis y otras tragedias.

Sentado en la plaza del Reloj Solar, en donde estuvo el epicentro del desastre en Tlatelolco, narró a EL UNIVERSAL cómo se convirtió en el primer topo mexicano y cuál ha sido su labor en casi cuatro décadas en las que ha estado, igual en la Zona Cero de las Torres Gemelas de Nueva York y el terremoto de Haití, que en la tragedia de Vargas (deslaves e inundaciones) en Venezuela, sismos en Pakistán, Japón, Taiwán, India, Irán, El Salvador, Mozambique, Egipto, Nicaragua, Guatemala, Colombia e Italia, o derrumbes de edificios en Florida.

También contó del Pacto de los Topos y su convicción de no hacer un negocio del rescatismo, la creación de redes de rescatistas en una veintena de países, así como las anécdotas de lo que ha enfrentado el mayor ícono mexicano, y tal vez mundial, en materia de rescate de víctimas.

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“Aquella mañana del 19 de septiembre de 1985 nací como rescatista. Venía de Ecatepec a buscar a mi hermano que trabajaba en un taxi en Tlatelolco. Eran como las nueve de la mañana cuando supe que estaba bien, caminé hacia el edificio Nuevo León y vi a tres jóvenes de la policía militar que estaban escarbando en los escombros y les pedí permiso para ayudarles”, comentó el ahora rescatista de 76 años.

Donde todo comenzó

“Vimos a una señora que estaba atrapada, era de Veracruz, de unos 40 o 50 años, caderona, por lo que fue muy difícil sacarla de una especie de túnel muy angosto que se formó en el derrumbe del edificio. La sacamos viva, tenía una fractura expuesta en el fémur y una más en el brazo. Cuando la sacamos, empezaba a oscurecer, se veía como una neblina azul por la tierra del escombro y unos reflectores que había instalado gente de Pemex, de Sedena y de La Costeña. También rescatamos a su sobrina, una chavita que no tenía ni un rasguño. Fueron las primeras personas que ayudé”.

En aquellos días, El Chino trabajaba en la entonces Secretaría de Programación y Presupuesto, pero estaba asignado a giras presidenciales: “De los dos módulos del edificio Nuevo León, donde ayudé 17 días y noches, recuperamos más de 470 cuerpos y 170 personas vivas. De aquí me fui al edificio de la empresa Topeka, donde ayudé a rescatar los cadáveres de unas 110 costureras y el cuerpo de la mamá de un conocido en la procuraduría”.

Del nombre de Los Topos, explicó, a la semana de estar en Tlatelolco las personas de la zona los empezaron a llamar así y los diarios adoptaron el mismo sobrenombre, “quizá porque habían llegado mineros de Hidalgo como rescatistas y a ellos les decían Los Tuzos, y entonces dijeron los que se meten a los hoyos, a los escombros, acá son Los Topos”.

“Después empezaron a surgir grupos que se adjudicaron el nombre, incluso lo registraron y se han dedicado a lucrar con este emblema. Actualmente están los llamados Topos México, Topos Tlatelolco, que se dedican a promoverse homenajes y a pedir dinero. Hay dos tipos muy sinvergüenzas que tienen sus grupos de rescate: Roberto Hernández Alarcón y Rafael López”, apuntó el oriundo de Nonoalco.

El también egresado de la Facultad de Contaduría de la UNAM expone que en 1985 tenía 39 años y nunca imaginó que se convertiría en rescatista para siempre. También recordó lo que él llamó el Pacto de los Topos, luego de un caso de rapiña por parte de un rescatista. Era como el octavo día en el Nuevo León y Roberto Hernández encontró una cadena de oro de una de las víctimas y la andaba presumiendo.

“Mira, Chino, lo que me encontré”, me dijo Roberto. “Vi la avaricia en la mirada y le arrebaté la joya y la aventé a los escombros. Un reportero de EL UNIVERSAL vio la escena y publicó la crónica de cuando le dije a Roberto que éramos rescatistas, no atracadores ni pepenadores. De ahí nació lo que bautice con el Pacto de los Topos”.

Con los años llegaron más tragedias en todo el mundo. Con otros tres rescatistas fue el único mexicano que entró a la Zona Cero del Centro Mundial del Comercio en Nueva York.

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“Lo primero que encontramos fue el brazo de un bombero y otro grupo lo quería recoger con palas y mandarlo como escombro. Con respeto lo pusimos en una bolsa y lo entregamos a las autoridades. Ahora algunos se andan presentando ante el embajador Ken Salazar como supuestos rescatistas que aseguran que estuvieron el 11 de septiembre, pero nunca entraron a rescatar a nadie. Son unos sinvergüenzas”, dijo.

Con una memoria privilegiada que recuerda anécdotas, fechas, nombres de funcionarios de diversos países, e incluso de personas que rescató, Héctor Méndez detalla que lo que le queda de satisfacción es que a lo largo de estas casi cuatro décadas se han creado más de 20 grupos de topos rescatistas en Nueva York, Florida, Sudamérica, Italia, Polonia, España, Japón e Indonesia, entre otros países.

Uno de los rescates que más le conmovió ocurrió en el terremoto de Haití de 2010: “Me tocó mucho el corazón, era un niño de cuatro años llamado Mateo Varese. Su mamá nos fue a pedir ayuda al campamento que teníamos en el aeropuerto. Estuvimos trabajando ocho días sin descanso hasta que encontramos su cuerpo y el de su papá abrazados. Fue muy doloroso darle la noticia a su madre”.

De ojos rasgados, con algunas cicatrices en la nariz, en brazos y piernas, pero aún fuerte para continuar zambulléndose literalmente en las tragedias, reconoció que en ocasiones autoridades mexicanas y de otros países han menospreciado su labor.

En Haití, un coronel brasileño de apellido Oliveira al frente de un grupo de militares de ese país intentó correr a Los Topos del campamento porque se puso celoso por una entrevista que le hizo la CNN.

“Me increpó, me empujó y me dijo que quién era. Me salió lo mexicano y le dije que yo era capitán en México. Discutimos y las cosas se calmaron. Lo que nunca le aclaré es que era capitán, pero de meseros en un restaurante en Ecatepec”, recuerda con una sonrisa.

Durante la tragedia por el des- lave de una ladera en la comunidad La Pintada, en Atoyac de Álvarez, en Guerrero, donde fallecieron 71 personas el 16 de septiembre de 2013, Los Topos al frente de El Chino demostraron que nunca se dan por vencidos, a pesar de la burocracia.

“Le habían dicho al Presidente que no se podía hacer nada, que declararan ahí cementerio, como ahora se ha dicho declararán en la mina de El Pinabete de Coahuila. En La Pintada hubo 71 víctimas y se recuperaron 60 en un lapso de dos meses, y entre un millón y medio de toneladas de escombros”, apuntó.

El último viaje al extranjero fue en julio de 2021, para apoyar en labores de rescate de los apartamentos en Surfside, Florida, donde fallecieron 98 personas.

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