“Nos sentimos libres, liberados, fue muy deprimente de verdad pasar esos dos años de pandemia, porque cada año yo solía salir a provincia, pero ahorita tocó disfrutar sin cubrebocas de mi ciudad querida y hermosa,” platica a EL UNIVERSAL Fausto Trejo, mientras disfruta de su tarro bien frío de cerveza de barril con el que inaugurará sus vacaciones de Semana Santa como turista en su propia ciudad.
A diferencia de los dos años pasados, las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México lucen repletas de rostros sonrientes, que se dejan ver sin cubrebocas y caminan de prisa para entrar en museos, tiendas, restaurantes y bares en donde las medidas sanitarias han sido notoriamente relajadas debido al verde en el semáforo epidemiólogo.
“Hoy voy a disfrutar de este lugar con esta cerveza tan rica y la hermosa compañía de mi novia, por la noche iré a Garibaldi y mañana voy a regresar aquí al centro, pero en un plan más relax para guardar el Viernes Santo”, dice Fausto luego de explicar que prefiere mantenerse alejado de las aglomeraciones que podrían presentarse en las playas mexicanas.
Grupos de amigas hacen largas filas para entrar a tiendas departamentales, las familias disfrutan de comer en los restaurantes de la calle Filomeno Mata y las parejas se acarician, besan y abrazan sin temor a perder la sana distancia aconsejada por las autoridades de sanidad del gobierno.
“Con el tema del semáforo verde ya todo mundo está ávido por salir, ves gente en todos lados; mi familia ya salió con un poquito más de confianza, pero debemos de seguir cuidándonos todos aunque estemos en lugares abiertos y he visto mucha gente que se está portando bien,” dice Iliana González quien aprovechó la tarde soleada para salir a comer spagetti a la boloñesa con su esposo e hija en un restaurante de la avenida Madero.
Ya no queda rastro del personal de la Ciudad de México que brindaba gel antibacterial y cubrebocas a los visitantes de esta área de la ciudad. En cambio, vendedores de llaveros, mascarillas, dulces típicos y muñecos de peluche han regresado a instalarse a las esquinas para ofrecer sus productos a los visitantes.
“A los lugares a los que hemos ido nos han tomado la temperatura, vemos menos gente con miedo y eso me hace sentir muy tranquila, me da mucha confianza,” asegura Iliana mientras el mesero le sirve una limonada.
Mientras el sol se mete, miles de personas continúan esperando en semáforos y cruzando calles para llegar hasta el Zócalo a disfrutar de una caminata. La pandemia y el confinamiento han quedado atrás.
“Creo que aún existe el riesgo, pero es mínimo, la gente es muy responsable y nos seguimos cuidando. Hay que disfrutar de la vida porque no sabemos cuándo nos caiga otra pandemia,” dice la madre de familia.
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