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Hacinados, amenazados, en condiciones insalubres y vigilados por marinos y agentes de lo que fue la Agencia Federal de Investigación (AFI) así vivían, algunos con sus familias, 13 testigos colaboradores de la entonces Procuraduría General de la República (PGR), en la casa de Tejocotes 9, de la colonia Bosques de las Lomas, que fueron abandonados a su suerte y algunos, asesinados.
El inmueble es uno de los ocho que el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa habilitó para resguardar a más de 300 declarantes que llegaron a estar inscritos en el programa de testigos colaboradores que implementó la PGR en ese sexenio y en el que se basó para incriminar a capos, funcionarios públicos y policías detenidos en la lucha antinarco y la llamada Operación Limpieza.
Venus, Tiburcio, Paco, Carlos, Conde, Milán, Natalia, Tauro, Tadeo, Angélica, Fernando, Hugo y Zenya —nombres clave— habitaron la referida residencia que perteneció al exjefe del Cártel del Golfo y fundador de Los Zetas, Osiel Cárdenas Guillén, entre 2010 y principios de 2014, donde dicen que hubo violaciones a sus derechos humanos y fabricación de pruebas.
La casa de Canelo, que fue propiedad de Osiel Cárdenas; Osos, del capo Amado Carrillo, El Señor de los Cielos; Jardínes de la Montaña, de Daniel Arizmendi, El Mochaorejas, y Los Beltrán Leyva; Estrella, de Amado Carrillo; Lindavista, Santa Úrsula Xitla 107 y Eridano también albergaron a otros testigos.
Ellos sirvieron a Los Zetas, el Cártel del Golfo, Familia Michoacana, Caballeros Templarios, Cártel de Los Arellano Félix y al Cártel de Sinaloa hasta que fueron detenidos y convencidos de colaborar en distintos casos judiciales.
En diferentes momentos los declarantes fueron trasladados del desaparecido Centro Nacional de Arraigo, que se ubicaba en la colonia Doctores de la capital, al inmueble de Tejocotes 9 que ahora está abandonado.
Venus ingresó al programa en 2010 y ha testificado contra al menos 400 miembros de la delincuencia organizada, entre ellos Miguel Ángel Treviño Morales, El Z-40, y Raúl Lucio Hernández, Lucky, este último fundador de Los Zetas, recluidos en penales federales; tiene pendiente un careo con El Z-40, pese a que ya no forma parte del programa.
Llegó en 2010 a la residencia de Bosques de las Lomas y relata a EL UNIVERSAL que, aunque el ambiente era monótono porque no había nada qué hacer, los testigos eran víctimas de tortura sicológica: “Fuimos víctimas de tortura sicológica por parte del Ministerio Público, ya que nos amenazaba con que, si no queríamos declarar, nos iban a consignar”, asegura.
Recuerda que en el inmueble, en el que llegaron a estar más de 100 personas, “era una locura en vacaciones de Semana Santa, verano y Navidad porque llegaban las familias de todos, la casa estaba llena y eran peleas por áreas como la cocina y los baños”.
Aún así, refiere, se hacían fiestas con prostitutas, ministerios públicos, agentes de la AFI y marinos, que se prolongaban durante la madrugada. La casa cuenta con alberca, jardín, así como áreas de juegos y fiestas.
Los testigos recibían un pago mensual que variaba por persona, según la información que aportaban, además apoyos de 10 mil pesos para comprar ropa y 6 mil para comida. “Muchos tenían a sus familias ahí, otros tenían mascotas y otros estábamos solos”, detalla.
El testigo Conde, quien estuvo en el centro de arraigo durante 50 días y después fue trasladado a la casa de Tejocotes, señala que a él le tocó descubrir el cuerpo del hijo de El Rey Zambada (del Cártel de Sinaloa), Jesús Zambada Reyes, cuando se suicidó: “Ese chavo se suicidó porque lo presionaban mucho para declarar, bastante, incluso estuvo jugando baraja antes de ahorcarse”. Zambada Reyes fue testigo colaborador.
“El motivo por el que nos cambiaron a Tejocotes fue por el suicidio del hijo de El Rey Zambada y El Mayo Zambada habló a una coordinación de la SEIDO cuando nos tenían declarando a raíz del suicidio del hijo, para preguntar a la testigo Angélica y a mí quién había matado a su sobrino”, agrega.
Afirma que “varios de los declarantes renombrados echaban mentiritas y, a veces, nos decían que le echáramos ganas en las declaraciones porque, si no, ya no nos iban a pagar”.
Señala que cuando mataron a Édgar Enrique Bayardo del Villar, El Tigre, otro testigo “habló conmigo media hora antes de que lo ejecutaran, estábamos allá en Tejocotes, me habló y me dijo que lo habían invitado a una reunión al café que iba siempre y lo amenazaron con que, si no iba, se irían contra su familia”.
Sobre el destino de algunos de los testigos, Venus comenta que Tadeo, declarante contra Los Caballeros Templarios, por ejemplo, llegó a la residencia en 2011 y fue dado de baja en 2015.
Tuburcio era del Cártel del Golfo y llegó en noviembre de 2010; Tauro, de Los Zetas, fue ingresado en diciembre de 2010 y en la actualidad se encuentra ilocalizable. El testigo con clave Natalia, una guatemalteca que trabajó para Los Zetas, regresó a la prostitución. Hugo, del Cártel del Golfo, tenía casi 11 años en el programa y está recluido en un penal federal en Gómez Palacio, Durango.
Conde, expolicía municipal de Aguascalientes, quien testificó contra Los Zetas, el Cártel del Golfo, así como policías, militares y sicarios, fue dado de baja del programa en 2013 y lo dejaron a su suerte sin protección.
“Nos decían que les ayudáramos en las declaraciones, si no, pues íbamos ‘a bailar’, porque era una obligación. Hubo comparecencias en que a la hora de estar en los careos se enojaban los licenciados porque no hacíamos lo que ellos pedían. A los meros buenos que puse nunca los agarraron, cómo le iba a echar a perder la vida a una persona”, indica.
No importaba a qué organización pertenecían, lo mismo declararon en procesos contra integrantes del Cártel de Sinaloa, Los Zetas, del Golfo, La Familia Michoacana, Los Arellano Félix, que contra militares y funcionarios de la extinta PGR.
Para Conde, el programa de testigos colaboradores del expresidente Felipe Calderón fue un fracaso, porque “no se implementó como debió de haber sido, hubo varios que tuvimos contactos con agentes de la DEA que estaban en México y en dos ocasiones fueron a supervisar para ver cómo vivíamos”.
Y añade: “Había quienes sí tomábamos en serio ser testigos y había otros que les valía gorro. Hay como unos 20 vivos y 15 testigos muertos, además de que hubo gente que estuvo en el programa, se escapó de las casas y por allá los mataron”.