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Hace algunas semanas en Cuernavaca, donde reside ahora, Gilberto López y Rivas interrumpió su trabajo en la colecta de firmas para la ex aspirante presidencial zapatista, María de Jesús Patricio, para hablar con EL UNIVERSAL.
Dicen que los rusos, a través del espionaje, quieren influir en la elección en México…
—No hay ningún sustento de una intervención de Rusia y sus organismos de inteligencia en las elecciones mexicanas. En Estados Unidos pudo haber ocurrido. Estudiar a Estados Unidos es una necesidad estratégica de los rusos, como lo es exactamente a la inversa.
¿Esta situación es un remanente de la Guerra Fría?
—La Guerra Fría terminó con un tipo de confrontación, pero no con todas las confrontaciones entre gringos y soviéticos. Las tareas estratégicas de un gobierno, en términos de intervenir en otros, son tareas de Estado. La lucha clandestina no cesa nunca, es de 24 horas al día, los 365 días del año, ellos no tienen descanso, siempre están ahí. Lo curioso es que nadie se queja por la intervención estadounidense en las elecciones mexicanas.
¿Habría mucho qué decir al respecto de eso?
—México está absolutamente colonizado por Estados Unidos en términos del control que sobre nosotros tienen sus agencias de inteligencia. A un lado de la embajada de Estados Unidos tienen oficinas las más importantes agencias de inteligencia estadounidenses que trabajan con las agencias de inteligencia mexicanas, incluida la Sección Segunda del Ejército y el Cisen.
¿Qué espera del proceso electoral de 2018?
—Nada bueno nos deparan estas elecciones. A ojos de todo mundo se preparó la posibilidad de una represión legalizada con la aprobación de la Ley de Seguridad Interior. Han militarizado al país, las policías se han corrompido profundamente por esta supuesta lucha contra el narcotráfico.
¿No es real la lucha en contra del narcotráfico?
—Es parte del proceso de recolonización del país. En México hay una invasión corporativa que se evidencia en las zonas mineras o de grandes riquezas naturales… El crimen organizado actúa como una corporación más. Se apropia de territorios para producir amapola, crea un mundo de sicarios asalariados, establece en el país las redes del trasiego de drogas y al final envía la droga a Estados Unidos.
¿Es una puesta en escena?
—El 70% de las ganancias del narcotráfico que son lavadas en el sistema bancario se queda en Estados Unidos. La guerra contra el narcotráfico, como la guerra contra el terrorismo, no es sino una expresión de la invasión corporativa sobre México. Ambas son parte de la estrategia de colonización de Estados Unidos.
¿Obtener ganancias a través de la violencia?
—Para obtener ganancias del capital existen dos caminos: lanzar invasiones directas para apoderarse de recursos estratégicos, como lo hizo Estados Unidos en Irak y en Afganistán, o crear guerras contra el narcotráfico o contra el terrorismo. La guerra contra el narco no es más que un proceso de control de mercado de las drogas en beneficio de Estados Unidos. Podríamos decir que el cártel más grande del mundo no es el de El Chapo, el cártel más grande del mundo se llama DEA.
¿Es decir que esto es como un negocio de la muerte?
—Estados Unidos gana de la venta de armas a México a través de la Iniciativa Mérida, pero también de la venta de armas al crimen organizado. La lucha contra las drogas es un montaje. Ellos se benefician en todos los sentidos. El problema es que somos nosotros los que estamos poniendo los muertos.
¿Cuál es el peor escenario de la elección de julio para EU?
—A los beneficiarios de la colonización corporativa, en Estados Unidos y en México, lo que les preocupa es perder lo que reciben hoy, que se interrumpa la colonización. Los poderes fácticos, los verdaderos electores, están preparando una elección de Estado. Ya hicieron un ensayo general en el Estado de México con la derrota de la señora Delfina [Gómez]. Intentarán repetir el esquema para favorecer a quien represente más sus intereses.
¿Cómo enfrentan el EZLN y los pueblos indígenas este proceso de recolonización?
—Le llaman “la tormenta que se nos viene encima”. Saben que la única posibilidad de que exista una izquierda anticapitalista es organizándose. Saben que tienen que organizar un concejo de gobierno desde abajo.
¿Cuán diferente es el México de hoy a aquel en el que comenzó su activismo?
—En nuestros años pensábamos que debíamos hacer que triunfara la Revolución. Hoy pienso que lo que la gente quiere es que se detenga la violencia inhumana y descomunal que vivimos. La utopía revolucionaria de los años 60 se esfumó, hoy sólo existe una necesidad de que el país no siga en su vertiginosa caída hacia el abismo. Pensamos hace tiempo que habíamos tocado fondo y no es verdad. En México, para millones llegar a casa cada día es una gran conquista. Llegar al siguiente cumpleaños es una gran conquista. El país que viven los mexicanos hoy es muy parecido a vivir en la clandestinidad.