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Nueva York.— Lo primero que se vivió en la segunda jornada del juicio contra Joaquín “El Chapo” Guzmán fue una reprimenda del juez, Brian Cogan, al abogado Jeffrey Lichtman. Después de que el letrado hiciera estallar todo con sus acusaciones de que los presidentes Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto había estado a sueldo y sobornados por el cártel de Sinaloa, Cogan dijo que esas afirmaciones -hechas sin pruebas y que fueron negadas por los protagonistas- eran irrelevantes para el caso.

“Qué importa si reciben sobornos”, dijo el juez, haciendo hincapié que nada de eso tiene que ver con las acusaciones que afronta el capo sinaloense.
Tras la reprimenda, Lichtman siguió con su presentación del caso, que el martes quedó a medias por falta de tiempo. Su argumento siguió siendo el mismo: el caso está “basado en mentiras”, “es producto de la manipulación” y, simplemente, “Joaquín Guzmán es inocente de todos los cargos”. 

Su plan es poner al jurado en contra de los testigos cooperantes, de los cuales hizo una lista: Dámaso López Núñez, “El Licenciado”, ex mano derecha del capo y apresado en una cárcel de Virginia tras declararse culpable de narcotráfico; César Gastelum, extraditado de México a Estados Unidos acusado de mover cocaína de Centroamérica para el cártel de Sinaloa; o Miguel Ángel Martínez, piloto mexicano en nómina de “El Chapo” del que dijo que tomó tanta cocaína como “cuatro fiestas universitarias en los ochenta”.

Personajes que son “criminales muy peligrosos” que harán lo necesario para “salir de la cárcel” diciendo lo que creen que el gobierno quiere oír contra “El Chapo”. “Este caso será un caos por culpa de estos cooperantes”, auguró el abogado.

Joaquín Guzmán Loera presenció el espectáculo sin casi inmutarse y estrenando indumentaria: traje negro, camisa rosada, corbata lila. En el banco de la familia estaba, totalmente sola, Emma Coronel -vestida de negro, saco de terciopelo con motivos plateados-, con quien intercambió alguna sonrisa.
La jornada fue tediosa. El gobierno manejó a sus primeros testigos con una carga de información excesivamente técnica y reiterativa, que causó estragos en algunos de los miembros del jurado. Ninguno de ellos escondió algunos resoplidos de cansancio, y eso que todavía les esperan meses de juicio por delante. Algunos incluso hicieron esfuerzos para no cerrar los ojos.

El aburrimiento llegó a Emma Coronel, quien desde su soledad en el banco de la familia hubo un momento que se inclinó hacia adelante y jugó con sus dedos en lugar de prestar atención a la audiencia.

Sin embargo, “El Chapo” ganó interés en lo que pasaba en la corte con la aparición de Jesús Zambada García. Guzmán le dedicó una mirada casi inquisidora, sin parpadear durante la declaración; a veces reclinando la silla, a veces cruzando los brazos, a veces anotando en su libreta.

El interés quizá vino de que “El Rey” estaba dejando por los suelos la estrategia del abogado Lichtman, quien quiso poner a Ismael “El Mayo” Zambada -hermano del testigo- como único líder del cártel. El letrado, horas antes, había insistido que si “El Chapo” era reconocido como una figura importante en el narcotráfico no es por sus actividades sino por la “figura mitológica” que le rodea.

“Para bien o para mal, Guzmán disfrutaba de la notoriedad de ser “El Chapo”, dijo su abogado. “Verán que ese era un esfuerzo para que se hiciera una película y un libro sobre él”, añadió.

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