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Durante dos días el miedo sólo le hacía repetir: “Me van a matar”, y ante funcionarios de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO) de la PGR, Dámaso López Núñez, El Licenciado, pidió ser extraditado. Su mayor temor era ser asesinado por sus enemigos.
El miedo que manifestó durante esas horas contrastó con la violencia con la que el capo sinaloense solía tratar a sus enemigos declarados.
Quienes lo entrevistaron durante los casi dos días que estuvo en la SEIDO, en mayo de 2017, relatan que el capo se portó agresivo y no quería hablar, tenía la idea de que lo asesinarían en una cárcel mexicana.
Entre los malos, él se consideraba bueno, les dijo.
Por eso siempre prefirió una prisión en Estados Unidos, porque cree que puede llegar a un acuerdo con las autoridades de ese país para convertirse en testigo protegido.
Su deseo se cumplió y no se resistió a la extradición, como sí lo hizo su compadre, Joaquín El Chapo Guzmán Loera.
Originario de la comunidad El Dorado, en el municipio de Culiacán, López Núñez será recordado como el ex director de Seguridad y Custodia del penal de Puente Grande, Jalisco, que ayudó a El Chapo a fugarse por primera vez de una cárcel de alta seguridad.
Según diversas informaciones, se convirtió en su fiel sirviente dentro del penal y en el encargado de diseñar el plan para fugarse, a través de corromper autoridades y custodios del centro penitenciario.
Después de este episodio, en 2001, se incorporó al Cártel de Sinaloa, donde se convirtió en la mano derecha de Guzmán Loera.
El Licenciado también se desempeñó como comandante de la Policía Judicial en Sinaloa y agente del Ministerio Público. Quienes lo conocieron lo califican como un hombre astuto, explosivo y visceral. Estudió la carrera de Derecho, pero no se graduó, de ahí le vino el apodo de El Licenciado.
Siempre mantuvo bajo perfil y su zona de operación eran Sinaloa y Baja California; en esta última entidad se refugió por un tiempo su hijo, Dámaso López Serrano, El Mini Lic, antes de entregarse a la DEA. Temía ser asesinado por los hijos de El Chapo.
Durante los más de 15 años que estuvo al servicio de Guzmán Loera construyó su propia estructura criminal, la cual amplió hasta Centro y Sudamérica.