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justiciaysociedad@eluniversal.com.mx
El temor de Ana de ser asaltada en el transporte público la llevó a considerar no regresar a su trabajo en Lomas Verdes este 2018, después de que un asaltante la amenazó con detonarle un arma mientras le arrebataba el celular y el poco dinero en efectivo que llevaba.
A pesar de que en cinco ocasiones se ha enfrentado a los asaltos, fue en las últimas dos veces en que entregó su teléfono y dinero en efectivo, las que le provocaron el temor de ser herida al salir de su casa para abordar la única ruta de transporte para ir a trabajar.
“Todas las mañanas tengo que salir de aquí al 10 para las seis, tomó el camión que va para la avenida Gustavo Baz, San Pedro, y básicamente estos tipos se suben ahí en el puente de Tenayuca o en el del Suburbano de Tlalnepantla”, contó mientras su esposo y su hijo escuchaban.
Como habitante de Tlalnepantla, en el Estado de México, cerca de la Calzada Vallejo, en una zona limítrofe con las delegaciones Gustavo A. Madero y Azcapotzalco, Ana sabe que también puede ser víctima de la delincuencia al caminar por la calle, puesto que ha conocido varios casos en los que la gente es amedrentada para que entregue sus cosas.
En el momento en el que se da cuenta que los asaltantes van a subir al camión, se apresura a bajar y espera para subir a otro, sin importar si con eso va a llegar tarde a su destino.
“Es un gordito, usa gorra, trae su mochila abierta, me supongo que para meter sus cosas rápido y se pone en medio de la unidad; el otro es un moreno alto, traía la cara descubierta y él es el que trae el arma, se pone al lado o atrás del chofer, deja que avance el camión y es cuando saca el arma y dispara”, relató.
Cambio de rutina. Algunos de los hábitos de Ana han tenido que cambiar al subirse a un camión como llevar distribuido el dinero y, a pesar de eso, sabe que tendrá que entregar nuevamente sus cosas para evitar que los delincuentes se pongan cada vez más violentos y alguno de los pasajeros resulte lesionado e incluso pierda la vida.
Ahora prefiere tomar un taxi que la lleve a un punto en donde no encuentre a los dos asaltantes y ahí abordar la unidad pública que la transporte hasta su trabajo.
Con 11 años viviendo en la misma zona, prefiere refugiarse en su casa ante el temor de volver a ser asaltada, por lo que no quiere salir una vez que llega de laborar, aunque su angustia no termina hasta que su marido y su hijo también regresan.
Para Ana parece no haber solución, porque por temor o no querer perder el tiempo al denunciar, la gente prefiere dejar pasar cada una de esas malas experiencias, comprar nuevos celulares y esperar a que al siguiente día no vuelvan a ser las víctimas.
“En el último asalto, un señor dijo: ‘No es posible que otra vez, la semana pasada me asaltaron y fueron los mismos’”, recordó la mujer.
Ana vive con miedo y desconfianza, porque a pesar de que tanto a policías como a choferes se les ha informado cuál es la zona en donde asaltan, ni las autoridades los han logrado detener, ni los conductores, quienes deben ubicarlos, tratan de evitar que se suban.