En su profesión no hay margen de error. No lo tuvo cuando cuidó por ocho meses a jueces, como el que llevó el caso del llamado Niño Sicario y otros más que estuvieron en procesos de dos líderes de grupos de la delincuencia organizada.

Ahí estuvo siempre Mariana, del Servicio de Protección Federal, quien está segura de algo: no cambiaría por nada su profesión de escolta.

Licenciada en Economía por la Universidad Autónoma del Estado de México, pero con vocación de servicio, sabe que de ella depende la vida de funcionarios con alto nivel de riesgo por la labor que desempeñan.

Pero todo tiene un precio: le ha dejado de dedicar tiempo a su hijo de apenas 10 meses. Son los sacrificios que tiene que hacer para brindarle un mejor futuro.

Mariana vive en unión libre desde hace cuatro años, casi no ve a su pareja porque él está de servicio desplegado en otra entidad. También pertenece a la corporación.

Se marcan a diario para saber cómo están y platicar de su hijo, que está al cuidado de los abuelos.

“Siempre que hablamos mi esposo me dice que me cuide mucho, que si no quiero estar ahí que él me apoya, pero que es mi decisión y me apoyará”.

Si no fuera por sus padres, Mariana se hubiera visto obligada a dejar su trabajo como escolta para cuidar a su hijo, quien está en la etapa de lactancia y ella debe dejar listo el biberón ante su ausencia de 24 horas.

Esta mujer que trabaja 24 por 24 horas destaca que “me ha tocado cuidar a mujeres jueces y magistrados. Es un trabajo pesado, pero me agrada lo que hago, es un trabajo de alto peligro”.

Poco a poco las mujeres ganan terreno en una labor que se piensa es sólo para hombres, pero no es así, porque incluso los funcionarios piden que sus escoltas sean mujeres. Confían en ellas.

El elemento de Protección Federal enfatiza que eso de que son el sexo débil es mentira, “hemos demostrado muchas veces que somos capaces de hacer lo mismo que hacen los hombres, incluso mejor”.

No es fácil. Se tiene que dividir en ser esposa, madre e hija. Es un doble esfuerzo el que requiere para cumplir con todos los roles.

“La mujer no es débil para hacer estas funciones, cada vez somos más en el área y los funcionarios cada día piden [más] escoltas mujeres. Tenemos que dar el doble esfuerzo en cada rol, en el trabajo, como madre y cómo esposa”, comenta mientras se prepara para ir con el funcionario que la espera.

Trabajar 24 por 24 no quiere decir que en día de descanso se olvide de sus funciones. Si el teléfono suena y la requieren, debe acudir.

Tiene cursos realizados por el FBI y por la embajada rusa. Parte de su preparación incluye cursos impartidos por el grupo de fuerzas especiales de la Secretaría de la Defensa Nacional, manejo de vehículos blindados, box, defensa personal y kick boxing. Practica tiro cada tres meses.

Recuerda que al principio su familia no estaba de acuerdo con que perteneciera a la corporación, por el riesgo que corre su vida, pero ahora sus padres están orgullosos de que, siendo mujer, pueda desempeñar ese tipo de actividades.

“Vine a tocar puertas, hice exámenes y afortunadamente fui una de las que se quedó en las pruebas rigurosas, es mi vocación”, enfatiza.

Se ha perdido de varios sucesos familiares, como fiestas, reuniones, incluso enfermedades que han padecido algunos de los suyos, por lo demandante que es su trabajo.

Cuando sale de casa, se encomienda a Dios y a la bendición que le da su mamá. Pasan 24 horas y lo primero que hace cuando llega a casa es ver a su hijo.

Mariana manda dos mensajes, uno a las mujeres: “Que sigan aspirando a algo más y ser mejores cada día”.

Y a los hombres: “No nos hagan menos”.

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