“Nos apuntaron con armas largas e hicieron que nos bajáramos del coche. Luego me pusieron una pistola en la cabeza y preguntaron qué estábamos haciendo ahí”, explica Jaime con un sobresalto al recordar la primera ocasión en que fue retenido por un grupo armado con su equipo de trabajo.

Fue en 2016. Se dirigían a una comunidad enclavada en la sierra de Guerrero. Un comando armado les marcó el alto unos kilómetros después de pasar por Chilapa de Álvarez. En medio de palabras altisonantes, amenazas y jaloneos, revisaron el vehículo, manosearon las encuestas que llevaban realizadas hasta el momento, exigieron las identificaciones y equipos de comunicación de quienes viajaban en el auto, así como sus mochilas y pertenencias.

Después de una amplia revisión y luego de un par de horas, los dejaron ir. “De aquí ya no pueden pasar para más arriba. Regrésense”, les advirtieron.

“Sientes el cuerpo pesado, piensas que ya no vas a regresar [a tu casa], y sí, también pasa por tu mente dejar la actividad”, reconoce Jaime, quien lleva 28 años recorriendo el país para hacer estudios de opinión pública.

“La gente de las zonas rurales son las que te advierten: ¿Para dónde va?, no, para allá no entre, hay retenes y está peligroso”.

De acuerdo con Jaime, quien actualmente labora como coordinador de equipo en campo para Consulta Mitofsky, antes de 2008 era lo mismo trabajar como encuestador en cualquier punto del territorio mexicano. Ir a Michoacán o a Yucatán, a Chihuahua o a Tabasco. Los riesgos eran las mordeduras de perro, los accidentes en carretera, asaltos, los usos y costumbres en algunas regiones, o incidentes de tránsito con autoridades. Eso ha cambiado en los últimos 10 años.

Hoy la situación de inseguridad en el país los obliga a poner en marcha estrategias diferentes de acuerdo con la zona que haya que visitar, e incluso, hay algunas donde definitivamente ya no entran ante el riesgo de ser retenidos, secuestrados, y donde su vida corre peligro.

En muchas ocasiones, las secciones a donde deben acudir al levantamiento de información se ubican en zonas rurales, con frecuencia controladas por grupos del crimen organizado.

“Lo más importante es tratar de cuidar la integridad de los encuestadores. Por eso siempre la principal consigna es, si estás en riesgo, retírate”, detalla Marcelo Ortega, director del Colegio de Especialistas en Demoscopía y Encuestas (CEDE), que agrupa a 12 casas encuestadoras del país.

La situación de inseguridad los ha llevado a poner en marcha diversos protocolos, estrategias de trabajo que son variables de acuerdo con la región, y reconocen que ello les ha representado un incremento de 15% a 20% en la realización de estudios en campo en los últimos años.

Jorge Buendía, director de Buendía y Laredo, considera que incluso la cifra podría ser mayor en algunos casos.

“A veces tienes que pagar más para ciertos proyectos. Nadie quiere trabajar en situación de riesgo. Si hay antecedentes de inseguridad en algún municipio, puede ser más problemático reclutar personal”.

Detalla que una de las consecuencias de la violencia en el país de los últimos años, es que la jornada laboral de los encuestadores se ha reducido. Antes levantaban información hasta las siete u ocho de la noche. Hoy en zonas de riesgo, se concluye a las cinco de la tarde, antes de que oscurezca.

“Y adicionalmente si la jornada laboral se ha reducido, el tiempo de levantamiento es más largo, y eso implica que tus costos, tus viáticos aumenten en lo que te cuesta rentar un vehículo, pues es un día más de alimentación y hospedaje, entonces a final de cuentas esto se traduce en un mayor costo”.

Marcelo Ortega, quien también es socio fundador y director general de Consulta Mitofsky, explica al respecto que el costo de los procesos se incrementa también ante el hecho de no poder llegar a alguna región, y verse en la necesidad de sustituirla.

“A veces tú haces una planeación y dices voy a levantar acá, y no, resulta que no [pueden llegar], y tengo que mover al equipo a otro punto, que muchas veces es del otro lado de la entidad en la que se está trabajando. Eso te va incrementando los costos”.

Lo que hacen a la hora de sustituir es buscar algún grupo o sección que sea similar en cuanto a características socioeconómicas, políticas y de ubicación, entre otras.

Retenidos cinco días

La experiencia más amarga de Jaime a lo largo de sus casi 30 años en campo, la vivió en 2011, en Apatzingán, Michoacán.

Previo a las elecciones estatales de 2012, coordinaba el equipo de Mitofsky en la región, para conocer las preferencias de candidatos al gobierno, cuando seis de sus compañeros estuvieron desaparecidos durante cinco días, retenidos por un grupo armado cerca de la población La Cofradía, así como tres de Parametría.

No llegaron al hotel a la hora en que debían hacerlo y tampoco contestaban llamadas ni mensajes. Jaime y sus compañeros salieron en su búsqueda siguiendo la ruta que llevaban marcada, hasta que dieron con una patrulla.

Jaime detalló a los policías la ruta que habían seguido, y donde era probable que pudieran haber sido retenidos sus compañeros. Los elementos dijeron que en efecto, era zona de alto riesgo por la delincuencia, y que no podían entrar a esa hora a buscarlos. Al día siguiente volvieron a indagar, sin resultado.

Durante la madrugada del quinto día, y luego de que la noticia saltara a nivel nacional a través de los medios, fueron liberados sanos y salvos y con todas sus pertenencias.

Las zonas de mayor peligro

Si bien reconocen no tener un mapa de riesgos como tal, puesto que la situación de inseguridad cambia todos los días en el país, sí tienen ubicadas zonas de conflicto a donde ya no ingresan, otras en que llegan a laborar, pero lo hacen de entrada por salida.

Para Consulta Mitofsky, las zonas donde actualmente no ingresan, son los municipios de Tierra Caliente de Guerrero, e incluso Chilpancingo. La región fronteriza de Tamaulipas y San Fernando; en Michoacán, todo Tierra Caliente, así como el triángulo de municipios colindantes entre el Estado de México, Michoacán y Guerrero: “Toda esa zona es muy complicada”. En Puebla no visitan Ajalpan, donde hace dos años lincharon a dos encuestadores.

Buendía y Laredo no ingresan al norte de Tamaulipas, Tampico, el “triángulo dorado” conformado por Sinaloa, Durango y Chihuahua y algunas partes de Guerrero.

“Esos son los casos extremos donde sabemos que hay presencia de delincuencia organizada, donde lo que está en peligro es la vida de las personas”, detalla Jorge Buendía.

En Ciudad de México y el área metropolitana los riesgos son diferentes. Aquí hay delincuencia común, zonas donde se deben cuidar de asaltos.

“En la delegación Cuauhtémoc, la colonia Morelos y Peralvillo. En Gustavo A. Madero, Cuautepec barrio alto y bajo. En Iztapalapa, las zonas pegadas al área conurbada, como San Miguel Teotongo, Santa Martha”, abunda Jaime.

En Coacalco, Estado de México, incluso se considera la actividad como si fuera de comercio ambulante, y así lo tienen establecido en el bando municipal. Detienen a los encuestadores, los llevan a barandilla por no sacar un permiso para encuestar.

“Oye, tienes cinco detenidos. Bueno, te lo voy a dejar en mil pesos por los cinco. No te dan un recibo, no te dicen nada. No podemos hacer nada porque sí tienen un sustento legal que es un bando municipal, pero ahora es otra de las adversidades con las que nos enfrentamos”, dice Marcelo Ortega.

Jorge Buendía subraya el municipio de Ecatepec como uno de los más problemáticos, incluso por parte de los mismos cuerpos policiacos.

Las estrategias

El ir bien identificados con credencial y chaleco donde se ubique el nombre de la empresa encuestadora, permite minimizar riesgos con la población y con la delincuencia organizada.

Mantener contacto y su ubicación en tiempo real. Hoy la actividad se realiza con tabletas, lo que les permite mantener a los encuestadores ubicados todo el tiempo a través de GPS, y así poder conocer de inmediato si se presentan incidentes.

Por política, nunca se manda a un encuestador solo. Tienen que ir al menos dos encuestadores y un supervisor.

Otras de las estrategias son entrar temprano con equipos de trabajo grandes, levantar rápido y concluir en un par de horas, para después moverse a otra ciudad.

“A veces conviene que el vehículo vaya bien identificado, otras no. A veces usas taxis, otras, vehículos particulares. A veces mucho personal, a veces poco; varía dependiendo de la zona”, explica Marcelo Ortega.

Jaime ha aprendido a manejarse con serenidad y ecuanimidad en situaciones de riesgo. Rechaza vivir con miedo. Dice entre risas que su único temor es que “aparezca alguien a quien se le escape un tiro” y le toque a él. Se mantiene en contacto constante con su esposa y sus dos hijos, y siempre espera regresar con bien del campo para reunirse con ellos.

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