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“Se llamaba José Doroteo Arango Arámbula, ese era el verdadero nombre de Pancho Villa, no bebía, prefería las malteadas, fue asesinado dentro de un auto allá en Parral, allá en Chihuahua”.

Lo anterior fue parte de la breve clase de historia que dio Jesús Pacheco a militares, un joven de 21 años de edad que padece autismo y que ayer fue soldado honorario por un día dentro del Segundo Regimiento de Artillería, ubicado en el Campo Militar Número 1-A en la Ciudad de México.

Los nervios para Jesús habían pasado, llevaba más de tres horas desde que inició su jornada como artillero y para el mediodía se sentía parte del Ejército. Posteriormente, le contó a los uniformados, que se convirtieron en sus compañeros, acerca de sus gustos y de sus miedos.

“Estoy a gusto, estoy bien, estoy entre mis nuevos amigos”, dijo el joven, conocedor de la Segunda Guerra mundial, momento histórico del que ha aprendido a través de los videos que ha visto en su computadora.

Sonrió y volteó a ver a su padre para después relatar algunas anécdotas de la Alemania nazi, sólo después de que se le dio una muestra de los binomios caninos de la Secretaría de la Defensa Nacional, que al usar pastores alemanes y pastores belgas malinois, motivaron ese tema.

Guillermo Pacheco Hurtado, su padre, se mantuvo atento a cada una de las muestras y explicaciones de los militares, tan o más emocionado que su hijo. Se trató de una actividad para la que ambos se habían preparado desde hace varios años, ya que en varias ocasiones se acercaron a la base militar y charlaron con los policías militares, quienes llegaron a estimarlos y a motivarlos a que se enlistara por un día.

“Como al año y medio [de que nació] comenzamos a notar que algo no era normal y no gateó como todos”, relató el hombre acerca de las características de su hijo, a quien no se le diagnosticó correctamente su condición en ese entonces.

Desde la mañana lo esperaban los militares, le entregaron su uniforme y al terminar llevaba en el pecho su identificador que decía: “Pacheco”, como lo habrían de identificar sus compañeros desde ahora.

El primer acto al que debió acudir fue a los honores de bandera, en el cual realizó un saludo militar con una gran sonrisa, mientras se izaba el lábaro patrio.

“Me siento bien, me siento bien, me siento feliz y orgulloso por mi país, por mi nación. Este es mi sueño, ser soldado por un día”, dijo Jesús.

Después comenzó el aprendizaje. Al joven se le mostró cómo trabajan los artilleros, en grupos de al menos 10, al utilizar granadas de hasta 20 kilos, y cómo equipaban y desequipaban las piezas, sólo para luego engancharlas. Todo ello en menos de un minuto y medio.

También pudo conocer cómo es la labor en equipo, en la que para lograr un tiro certero de los artilleros, se necesita el trabajo de una gran cantidad de soldados que han tenido que especializarse en diversas materias como la topografía.

Así, fue para Jesús Pacheco vivir un día como soldado. El joven tenía una ilusión y por una jornada, los soldados le cumplieron ese deseo.

Con orgullo, pudo formarse entre los elementos del Ejército, hacer el pase de lista y escuchar las actividades dentro las instalaciones de Campo Militar Número 1-A que se realizaron “sin novedad”.

En todo momento su padre lo acompañó, mientras era arropado por “sus nuevos compañeros”, quienes al verlo enfundado en el uniforme militar, lo aceptaron como uno más de ellos.

“Te vas a sentir soldado, soldado de artillería, vas a saber cómo honramos a la bandera”, fue lo que le dijo el coronel Leopoldo Corona Camacho, comandante del Segundo Regimiento de Artillería. Como otro elemento fue tratado todo el tiempo.

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