Erik estima que desde 2019 ha gastado aproximadamente 100 mil pesos en recuperar su salud mental y física después de ser víctima de tres delitos graves: secuestro, extorsión y robo de vehículo, que derivaron en un cuadro grave de depresión a causa del estrés postraumático que sufrió.
Choco, un bulldog francés, con un valor en el mercado que oscila entre los 40 mil y 50 mil pesos, fue secuestrado en la colonia Campestre Guadalupana, en Nezahualcóyotl, cuando Erik lo sacó a caminar al parque.
Recuerda cómo dos hombres armados bajaron de sus motonetas para interceptarlo en el camellón que se encuentra a una calle de su casa. Mientras uno de los ladrones le apuntó al estómago, el otro aprovechó para llevarse al canino.
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“Al otro día me llamaron para pedirme los 40 mil pesos que valía Choco. No estábamos bien económicamente en mi casa, entonces negocié unos 15 mil o 20 mil pesos, pero no acordamos nada. Yo manejaba un Cupra, año 2017 y la extorsión ya fue por el coche, no la lana”, narró.
Erik no se resignó. Interpuso una denuncia por extorsión, colocó carteles de búsqueda y salió con sus amigos a gritarle de casa en casa por varias colonias a su perro para intentar que respondiera a su llamado, pero no obtuvo ningún resultado.
Usualmente, el joven llegaba a su casa a las nueve o 10 de la noche, luego de salir de la universidad. Vive en una calle que está enrejada de un lado y tiene una caseta de vigilancia del otro, por tanto, no temía ser víctima de algún otro delito dentro de su zona de confianza.
Sin embargo, un mes después del secuestro del bulldog, Erik fue interceptado nuevamente. Esta vez, cuatro hombres, dos que llegaron caminando y otros dos que viajaban dentro de un Tsuru lo bajaron de su vehículo, lo golpearon, le robaron su cartera y se llevaron el automóvil.
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Una fractura de costilla, más unas cuantas suturas en el rostro fueron las consecuencias de la golpiza que los hombres le dieron, pero el cuadro depresivo fue el golpe más fuerte a su salud.
“Fueron seis meses de miedo, hasta que decidí ir al sicólogo porque mi novia y mi mamá tuvieron miedo de que yo cometiera una tontería. Cambié mi número de celular, cerré mis redes sociales y también empecé con tratamiento siquiátrico”, dijo.
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