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Jesús Aviña, Chuy, sufrió un accidente en 2015, mientras arreglaba su casa. El techo le cayó encima y desde entonces no pudo mover las piernas debido a una lesión medular, pero jamás perdió la ilusión de volver a ponerse de pie.
Él es amigo de Norberto Velázquez, quien comenzó en 2010 la construcción de Roki, un robot capaz de ayudar a caminar a personas con paraplejia, es decir, que tienen paralizada la mitad inferior del cuerpo. Por esa relación, Chuy se convirtió en el primer candidato para probar el aparato.
Después de tres meses de usarlo, Jesús Aviña asegura que comenzó a percibir un piquete en la parte baja de su abdomen, donde anteriormente no tenía ninguna sensación, era la necesidad de ir al baño. “Fue como un milagro”, comenta.
Roki se creó en un laboratorio considerado “secreto” de la Universidad Panamericana (UP) Guadalajara entre paredes de color beige. El traje robótico brinda la fuerza necesaria para caminar con el apoyo de una andadera y soporta hasta 101 kilos.
Hace cinco años, Norberto diseñó la primera de cinco versiones del aparato, cuyo peso era de 56 kilos. Ahora, ese modelo inicial pertenece a los objetos que adornan el laboratorio “donde todo es posible”. El segundo modelo era lento, pero capaz de levantar a una persona. Chuy fue quien lo probó y logró “caminar” con este robot.
Ensayo y error ha sido la filosofía de estos ingenieros; de manera que Chuy ve en este artefacto la posibilidad de sentirse más pleno y feliz: “Mirar a la gente a los ojos y a su altura te cambia”.
El aparato ha apoyado en terapias a más de 35 personas.
En 2019 Roki comenzó a ser una esperanza sólida, pues ya está disponible en una clínica de Guadalajara llamada SIGUE: Fisioterapia Efectiva, y es un apoyo en la rehabilitación de más de 35 personas.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) informa que en México hay 2.6 millones de personas imposibilitadas para caminar. En el país esta dificultad es la discapacidad más frecuente.
Por su parte, el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) detalla que las principales causas de este padecimiento son las enfermedades (38.5%), la edad avanzada (31%), los padecimientos congénitos (15%) y los accidentes (12%).
Es por ello que Roki busca ser una oportunidad para mejorar la calidad de vida de quienes estén en silla de ruedas.
De la ficción al propósito
“El proyecto empezó siendo un hobby; sin embargo, poco a poco se volvió un compromiso de vida al tener varios amigos en silla de ruedas”, afirma Norberto, quien es ingeniero mecatrónico por la UP, líder de esta causa y amante de los robots.
El nombre de este equipo está inspirado en Rocky Balboa, personaje interpretado por Sylvester Stallone. El equipo narra que la película se volvió un motor para continuar y seguir “peleando por la causa”: ayudar a personas con discapacidad.
En 2010, con el apoyo de su universidad, Norberto fundó la empresa Roki Robotics para llevar al mercado este dispositivo. Él lo define como un primer paso para tratar a personas con discapacidad como iguales.
Además de ser liviano, Roki Personalizado es portátil.
Daniel Izar, jefe de Diseño Electrónico de la compañía, conoció a Norberto hace cinco años al ser becario de la UP. Asegura que el compromiso social los guió a perfeccionar al robot para llegar al prototipo actual. Señala que de 2015 a 2019 crearon cinco modelos.
Después se unió al equipo José Antonio Ramírez, responsable del área de Diseño Mecánico. Él es estudiante del Instituto Tecnológico José Mario Molina Pasquel y Henríquez.
Norberto explica que eligió a los integrantes del equipo para participar en este proyecto por su capacidad y conocimiento en la ingeniería: “De hecho, cuando entra Toño comienza a funcionar Roki”.
En la empresa colaboran otras manos, como Priscila Juárez, encargada del área de Administración y Finanzas del proyecto, “y es la persona que nos trae cortitos”, bromea Norberto.
La distancia no es un impedimento para ayudar, ya que desde Croacia, Arturo Montúfar Arreola se encarga de diseñar la tarjeta electrónica donde se inserta el software que posibilita el funcionamiento del robot.
¿Qué es Roki?
El aparato se compone por una mochila, donde se ubica la batería y la computadora que controla el robot. Su función es brindar un soporte a la espalda, de ella sale un cinturón y un par de asas que terminan en unas impresiones en 3D con forma de barras verticales que fungen como piernas.
Cada una de las barras tiene tres arneses para sujetar las extremidades del usuario. La primera está a la altura del muslo; otra se encuentra al nivel de las rodillas, y la tercera se ubica en los tobillos.
Moverse por medio de este modelo es posible gracias a cuatro motores fabricados por el equipo, los cuales están ubicados al nivel de la cadera y rodillas del usuario. El aparato se maneja mediante un control colocado en la andadera o bastón.
Tiene dos versiones: a la primera se le denomina Clínica, la cual es ajustable a la altura de quien lo utiliza y tiene fines médicos; pesa 28 kilos y posee un control especial en la parte de la espalda del robot que permite al terapeuta tener un dominio de los movimientos y brinda mayor seguridad al paciente.
Al segundo se le conoce como Personalizado, que está adaptado para situaciones cotidianas. Su peso es de 18 kilogramos y actualmente 50 personas usan el prototipo.
Lo novedoso del proyecto.
Norberto comenta que este tipo de robots pesan entre 22 y 28 kilos; no obstante, fue posible hacer más ligero a Roki mediante impresiones en 3D y una construcción de fibra de carbono.
Daniel explica: “Conocemos los obstáculos a los que se enfrenta una persona con paraplejia. Además de ser liviano, el Roki Personalizado es portátil”. Este modelo se divide en cinco partes, cada barra se separa en dos y se puede quitar la mochila para transportarlo con facilidad.
El robot se conecta a través de un reloj inteligente —ya incluido— a la aplicación llamada Roki App y desde ahí se monitorean funciones como sentarse, avanzar, pararse, entre otras, y se encarga de corregir errores.
“Si hay alguna anormalidad, el robot se detiene, protege a la persona y se reinicia para evitar accidentes”, comenta el director de la empresa.
Otra de las características de este dispositivo es lo fácil que puede ser ajustarlo. En robots de este tipo, indican, uno se tarda media hora en adaptarlo, pero en el suyo, cinco minutos son suficientes y sin usar herramientas.
Zeltzin Sinaí, de 12 años, es la paciente más joven que ha usado a Roki y fue posible por la ligereza de este aparato. La persona más longeva que lo utilizó tiene 77 años. Ambas tienen una lesión cervical, pero pueden mover sus brazos y apoyarse en una andadera, esto los hace aptos para usar el robot.
En promedio, quienes han caminado con este prototipo tienen entre 20 y 40 años. El Inegi precisa que ocho de cada 10 personas con discapacidad tienen más de 29 años.
Al mal paso, darle prisa
Entre risas, el equipo jura que una jornada de trabajo en Roki Robotics es de “35 horas”, ya que muchos días no duermen por alguna presentación o torneo. Toño narra que la principal problemática a la que se enfrentaron durante el proceso de creación fue conseguir financiamiento en instituciones privadas y públicas. “Esto ha sido de tocar y tocar puertas”, recuerda.
Así, comentan que cada concurso es un reto. Un ejemplo es su participación en el Cybathlon 2016 en Suiza —las primeras Olimpiadas Biónicas de la historia—, pues no tenían dinero y los motores comenzaron a fallar dos días antes de la competencia. Sin embargo, en menos de 24 horas, Daniel y Toño arreglaron el problema.
Por su parte, Norberto afirma que todos dedican tiempo completo al diseño y perfeccionamiento de este aparato: “Es nuestro único trabajo, eso nos impulsa a mejorarlo y pues darlo todo por el todo. No hay opción”.
El equipo busca la certificación de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), la cual implica un proceso mínimo de dos años.
Los creadores narran que James Lombille, un estadounidense habitante de Rivera de Chapala, Jalisco, y quien probó los prototipos anteriores, después de cuatro meses de terapia con el producto logró tener un poco de sensibilidad en las piernas. Es el primer paso hacia adelante.
“Lo que queremos es brindar una esperanza y darles una mejor calidad de vida a ellos y a sus familias”, asevera Daniel, quien también ve en este aparato una oportunidad para que los usuarios se sientan aceptados y con una mejor autoestima.
La Encuesta Nacional sobre Discriminación (Enadis) 2017 confirma que 48% de las personas con discapacidad han sido víctimas de algún tipo de segregación.
El director de la empresa dice que es importante hacer este tipo de tecnologías más baratas, pues en Estados Unidos otros robots como Roki cuestan lo mismo que una casa en nuestro país, esto es un millón 700 mil pesos aproximadamente.
En ese sentido, el precio del modelo Personalizado es de 400 mil pesos y el prototipo Clínica cuesta 750 mil pesos.
De acuerdo con el Inegi, en 6.14 millones de hogares mexicanos vive una persona con discapacidad: 50% tiene ingresos económicos bajos y gastan más en comida, renta y atención médica que otras familias. Dicho gasto puede ser hasta tres veces más alto que en hogares sin miembros en esa condición, documenta el Conapred.
El equipo coincide en que la mayor satisfacción es ver a su trabajo rendir frutos más importantes que una compensación monetaria. “La sonrisa de las personas lo vale todo”, comentan.
“La investigación y el avance tecnológico deben ir de la mano para ayudar a las personas. El bien común debe ser antes que el personal”, concluye Daniel.