Aunque Esperanza agradece que Pedro fue uno de los 27 sobrevivientes del incendio en la estancia provisional del Instituto Nacional de Migración (INM) en Ciudad Juárez, siente perdida la vida de su hijo, pues el fuego le provocó daño físico y neurológico incapacitante.
Cuatro meses han pasado desde aquella noche y, con dificultad por la pérdida de capacidades cognitivas, Pedro alcanza a describir el dolor físico que sufre, infligido por quemaduras de tercer grado y que no es menor al malestar sicológico, pues todas las noches padece pesadillas en las que su cuerpo nuevamente queda atrapado por las llamas.
“No puedo dormir, tengo pesadillas… Desde la punta de mi mano la carne me duele y la piel todavía me quema. Mi pecho me lastima al respirar y la piel me molesta y me pesa”, detalla el joven de 28 años en una plática con EL UNIVERSAL.
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El trauma y la asfixia por humo causaron que Pedro, cuyo nombre se modificó para proteger su identidad, perdiera la memoria y por momentos esté incapacitado para realizar actividades como hablar, ponerse la ropa o comer; por ello debe ir acompañado a todos lados por su madre.
El hondureño olvidó por qué salió de su país, así como sus metas tras cruzar a Estados Unidos y detalles de lo ocurrido la noche del lunes 27 de marzo cuando la estación migratoria se incendió.
“Lo único bueno de todo es que ya me siento un poco mejor”, dice.
Ante las amplias pausas en su conversación, Esperanza, cuyo nombre también se modificó para protegerla, toma el control de la charla a punto del llanto y narra que por la dura crisis económica en Honduras Pedro decidió emigrar para ofrecer una mejor calidad de vida a María, esposa de su hijo, y Laura, su nieta de dos años.
“Es horroroso. Es un dolor recordar todo esto, pero hay que contarlo porque no puedo tener a mi hijo de antes, pero sí justicia”, subraya Esperanza.
Asegura que Pedro salió el 14 de febrero de su país legalmente. Entre vuelos y autobuses, llegó a México semanas después de haber emprendido el viaje y la noche del 25 de marzo, cuando alcanzó la frontera norte en Chihuahua, fue retenido en Ciudad Juárez por agentes migratorios.
En ese punto, tuvo el último contacto con Pedro. Después, en la mente del joven sólo hay imágenes negras y en la de su madre, el momento en que un conductor de televisión dio por muerto a su hijo.
“Vi su nombre en dos canales de noticias, aparecía como fallecido, pero yo no lo creía porque él llevaba sólo un día ahí, pero cuando ya apareció en la lista de heridos y dijeron que mi hijo estaba vivo pero muy grave, es un dolor que no le explico... saber que está vivo, pero muy grave.
“Llamamos al hospital que decían en la tele, pero no nos dieron información. Hasta que lo metieron a operar ya buscaron a su esposa para el permiso. Luego, no tenemos dinero, pero tuvimos que venir hasta acá y nos ayudaron, pero dejamos solos a nuestros hijos”, cuenta Esperanza.
Pedro tiene quemaduras de tercer grado en el pecho, brazo, mano y dedos izquierdos, y también internas. Le realizaron una intervención quirúrgica para ponerle injertos de piel provenientes de sus piernas y estómago, aunque Esperanza se pregunta si estuvieron bien realizados, pues ha tenido dificultad con la adherencia.
“Doy gracias a Dios de que está con vida, pero, ¿qué vida? Mi hijo era inteligente, tenía muchos amigos, era platicador y me duele verlo así… Contarle todo esto para mí es desagradable, pero se tiene que saber del trato inhumano a los migrantes. No son animales y por desgracia es la realidad y hay que saberla”, señala con enojo Esperanza.
La Comisión Ejecutiva de Apoyo a Víctimas (CEAV) ha acompañado a la mujer durante su estancia en México. Sin embargo, ella acusa falta de transparencia, pues no tiene acceso a informes de ningún tipo y además afirma que el acompañamiento y atención no son permanentes ni integrales.
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Fue hasta que se acercó a Fundación para la Justicia cuando pudo acceder a datos sobre el caso, pero permanece en la incertidumbre, pues tan sólo la recuperación física de Pedro requiere tres años y carece de los recursos para permanecer en México tanto tiempo.
“No hay cantidad de dinero, disculpa o acto que me regrese a mi hijo, pero queremos una buena indemnización, que pueda tener su tratamiento desde su casa, porque nosotros hacemos hasta las curaciones. La terapia también ya se la suspendieron y todo se lo van a ir quitando…, ¿cómo le vamos a hacer si él no puede trabajar?, cuestiona.