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El plantón por el uso libre y recreativo de la marihuana, instalado en la plaza Luis Pasteur, frente a la Puerta 1 del Senado, seguirá como protesta de los usuarios inconformes por el proyecto que en febrero debe retomar la Cámara de Diputados, y que califican como una simulación.
La minuta sobre la regulación de la cannabis es señalada por el movimiento a favor del autoconsumo como “un proyecto prohibicionista para un problema de 100 años”, en referencia al decreto que en 1920 se opuso a su libre uso.
Ninguna de sus cuatro demandas quedó expresada en la minuta que el 19 de noviembre envió el Senado a San Lázaro, la cual incluye la Ley Federal para la Regulación del Cannabis y reformas a la Ley General de Salud y al Código Penal Federal, en respuesta a una resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) del 4 de noviembre 2015, que declaró inconstitucionales cinco artículos de la norma sanitaria sobre uno de la marihuana.
Leopoldo Rivera Rivera, activista para el uso recreativo de la yerba sin fines de lucro, en una postura vía internet, antes de la Navidad, afirma que siguen adelante las actividades por una política de derechos humanos en materia de cannabis.
Del plantón ante el Senado de la República, en Paseo de la Reforma e Insurgentes, Rivera Rivera afirma que del 2 de febrero a la fecha las plantas de marihuana en el lugar “crecieron enormemente” y ello muestra que es posible organizarse para producirla para autoconsumo.
Una activista que en diciembre de 2019 participó en las protestas a favor del libre consumo de marihuana con plantación de la yerba en el Ángel de la Independencia, y luego en la plaza Luis Pasteur desde el primer día, Guadalupe Espejel, establece: “No nos vamos a quitar, el plantón no se quita hasta que [el Poder Legislativo] haga una buena ley”, esto es, que retome las cuatro demandas del movimiento: “No va a haber forma en que nos paren, somos pacíficos, pero firmes”, dice.
El tema no es de gramos de portación, es de derechos, señala Espejel: “Pedimos que se quite del Código Penal Federal, ya que de seguir los límites la policía va a seguir en sus prácticas de extorsión”, que forman parte de la corrupción de las autoridades.
Acusa que “hay gente en la cárcel [siendo] extorsionada, hasta en anexos, que son lugares terribles que ni siquiera están regulados, porque los legisladores no hacen bien su trabajo”.
En la revisión del tema en la Cámara de Diputados, asevera, se tiene que valorar la petición del movimiento cannábico de que haya espacios de consumo, “un tema del que ya se empezó a hablar” y que no se incluyó en el proyecto y que destaca, sin embargo, en la propuesta de Olga Sánchez Cordero presentada antes de ser designada secretaria de Gobernación.
Guadalupe Espejel lamenta que, como se encuentra actualmente, el proyecto como lo envió el Senado de la República a San Lázaro, no sirva para acabar con el mercado negro en el que opera la delincuencia organizada.
“Donde es legal el consumo, se ha recurrido al mercado negro porque no se ha dado abasto. Se plantea el Instituto Mexicano para la Regulación y Control del Cannabis. ¿Cuánto vas a tardar en hacer tu instituto y que empiece a funcionar, a regular? El mercado ni siquiera lo conocen.
“¿Cómo van a poner los precios sin estar basados en nosotros? Así la venta será clandestina, barata, y si no lo hacen bien, esto va a seguir igual”, cuestiona.
Un lugar único en el mundo
Usuarios de marihuana recreativa de Japón, Canadá y Costa Rica, al menos, han visitado el plantón y han dado a los organizadores comentarios de sorpresa por el concepto de su protesta en la que se encuentran elementos de museo, áreas de talleres sobre diversas materias informativas y educativas del complejo y diverso mundo del cannabis.
También se tiene un espacio de consumo, como no lo hay en otro lugar del orbe, han comentado los extranjeros a Espejel.
“Un activista canadiense ya le dio la vuelta al mundo y cuando vino aquí dijo: ‘Esto es otra cosa, no me veo fumando allá en un parque’”, dice.
Recuerda a “una chica de Costa Rica que traía su permiso de que podía consumir; [ella] comentó que a pesar de que se tenga permiso no ves a la gente como aquí en el parque, la ves tratando de esconderse, aunque ya cuente con autorización”.
Aquella observadora centroamericana les dijo: “Veo a los chavos que traen sus bongs, sus pipas, y allá no hay nada parecido, y están súper tranquilos. Otra onda”. Por esas experiencias, documentadas en meses de plantón, Espejel expresa: “¡Claro que es posible tener esos espacios de consumo! Que esto lleva una gran responsabilidad, sí, definitivamente, pero se puede”.
En febrero, antes de la emergencia sanitaria por el Covid-19, en el plantón “teníamos una mesa de información, teníamos periódicos, nuestras cuatro demandas que llevamos desde que inició esta onda, lo del cultivo, nuestro derecho, aquí se ejerce con la plantación”.
La policía funciona con la persecución de quien posee marihuana, y esa forma de actuar la realizaban en las inmediaciones de la plaza, ya que “sabían que era una zona de consumo, y había que vigilar que a alguien no lo agarraran en la esquina, así son, nada más están cazando y lo que peleamos es que se libera la posesión”.
Antes de la cuarentena “veías gente desde las seis, siete de la mañana, que venía el estudiante o el que se iba a trabajar se echaba su churro y vámonos, hasta en la noche. En las madrugadas, dos, tres se quedaban fumando, luego ya se iban. Todo el tiempo había gente porque sabían que era un espacio seguro para consumir, que no los agarrara la policía”, afirma.
Luego, con las disposiciones sanitarias, el plantón suspendió visitas, el Senado cerró, la policía se fue y la plaza se volvió tierra de nadie y cayó La maña, personas ajenas al activismo cannábico, impuesta a la riña, incluso del tipo del Club de la Pelea, entre ellos, y que llegaron a proferir amenazas a quienes permanecían de guardia, al cuidado del campamento y las plantas.
Después de abril ya no había gente y “el tema es que nadie nos financia, todo lo que hay aquí son donaciones y el esfuerzo de nosotros, que de poco a poco vamos sacando esto que tenemos, unas casas, hortalizas, nuestras plantas, unas gallinas, un perro, una cocina, un baño, todo es una causa por derechos”, señala.
Aquellos “la verdad fueron unos meses interesantes y críticos, a su vez, porque había ratos que no teníamos para comer, nos teníamos que esperar, ponernos a brigadear, y luego no había gente: estuvo bien locochón. Todos bajamos de peso. Ya después empezó a cambiar el semáforo”, dice.
Con la experiencia acumulada “ya estamos en la segunda cuarentena, y no nos vamos a quitar, porque [los senadores] hicieron mal su trabajo”.