En el corazón de Brooklyn, en Nueva York , en el barrio de Bushwick, un migrante mexicano revisa todos los días que un viejo refrigerador pintado de colores llamativos, colocado en la banqueta, tenga alimentos suficientes para que quienes se han quedado sin empleo, no les alcanzan sus ingresos para alimentarse o viven en las calles, puedan tomar alguna fruta, verdura, huevos, leche, arroz, pan, comida preparada, e incluso ropa para sobrellevar el invierno.
Se trata de uno de los refrigeradores callejeros o comunitarios que empezaron a proliferar en plena pandemia, en febrero de 2020, y cuyo modelo se ha replicado en otros estados como California e Illinois, como una respuesta solidaria de las comunidades frente a la hambruna de cientos de miles de estadounidenses y migrantes durante casi dos años de convivir con el Covid-19 y sus repercusiones.
Ricardo Flores Zapata, albañil, chilango de nacimiento, migrante indocumentado desde hace varias décadas, está al frente de uno los primeros refrigeradores que se instalaron en el barrio de Bushwick. Él, con otros voluntarios, busca donaciones para que esté abierto las 24 horas del día, lo mismo para mexicanos sin empleo, anglosajones, latinos, afroamericanos, homeless o quien quiera tomar algo para comer.
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“El hambre es canija y más durante la pandemia”, dijo a EL UNIVERSAL el activista mexicano, quien reconoce que en estos dos años de pandemia se vieron escenas de hambre en Nueva York porque mucha gente, no sólo paisanos, guatemaltecos, bolivianos, hondureños, de toda Latinoamérica, se quedaron sin empleo. Fueron despedidos con el cierre de restaurantes, oficinas, de la construcción o servicios.
“Fueron meses muy difíciles. Mexicanos, hispanos sin apoyo del gobierno estadounidense, sobre todo los que no tienen un estatus legal migratorio, sumado a los que tuvieron familiares enfermos o fallecidos por Covid-19, con deudas por pagar, funerales, desalojos de sus viviendas por no pagar la renta o sin ingresos para los servicios”, comentó.
Ante ello, dijo, se empezaron a organizar en barrios, calles, comunidades para buscar donaciones y entregar despensas o instalar estos refrigeradores callejeros. “Ahora ya son más de 100 en Nueva York y otros lugares como California y Chicago.
“El hambre, el desempleo, el confinamiento por la pandemia, el aumento de la población callejera o homeless en Nueva York y en otras ciudades del país, lo que también y afortunadamente detonó la solidaridad. Hacemos esto sin protagonismo. Son muchas personas y organizaciones involucradas porque de lo que se trata es de responder como comunidad ante el abandono de las autoridades de Estados Unidos, pero también de los consulados mexicanos”, dijo Flores Zapata.
Afuera de una iglesia, un refrigerador azul en la acera zumba mientras su puerta se abre y se cierra durante todo el día.
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Hay actividad constante alrededor del refrigerador, con un flujo de personas que llenan bolsos con todo tipo de productos, desde frutas y yogur, hasta paquetes de pollo y verduras. Otras, ponen artículos en las estanterías, como mantequilla de maní, huevos y brócoli.
Joy MacVane,
de 70 años, es la pastora de la iglesia Clinton Avenue Church, en Kingston, Nueva York, y la anfitriona del refrigerador comunitario. “Los refrigeradores exteriores son una novedad en el panorama de la lucha contra el hambre”, comentó.
De acuerdo con la organización de ayuda contra el hambre Feeding America, los efectos de la pandemia —pérdida de empleo, interrupciones en la cadena de suministro, despidos en los restaurantes y en la industria de servicios— empeoraron el estado de inseguridad alimentaria en Estados Unidos.
Antes de la pandemia, más de 35 millones de personas sufrían inseguridad alimentaria. Datos de la organización estiman que esa cifra aumentó a 45 millones de personas en 2020 y un número casi similar en 2021.
La idea
La propuesta básica del proyecto para ayudar a los más necesitados es sencilla. Se coloca un refrigerador estándar en un espacio público que sea accesible, se enchufa y se mantiene abastecido con alimentos.
El objetivo principal de estos refrigeradores comunitarios es reducir la inseguridad alimentaria, al tiempo que mitigan el desperdicio de los alimentos, permiten que las personas que enfrentan dificultades tengan fácil acceso a comida fresca y nutritiva.
Este movimiento solidario fue iniciado por el organizador de In Our Hearts NYC, Thadeaus Umpster, en Brooklyn, Nueva York, quien compró un refrigerador para utilizarlo como parte de un programa semanal de distribución de alimentos.
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