Se fueron por las que asesinaron y volvieron por las que no pudieron hacerlo. El martes el país recobró su vida con la presencia de miles de mujeres que el 9 de marzo no salieron para reclamar seguridad y exigir justicia ante las agresiones cotidianas que viven.

Desde muy temprano su presencia era palpable: las escuelas reanudaron actividades, el Metro repleto avanzaba con ellas, negocios y empresas retomaron sus labores gracias a sus empleadas.

En las calles, hombres y mujeres volvieron a caminar juntos: eran parejas o compañeros de trabajo, eran amigos o familiares. Codo a codo retacaron las avenidas que tenían mayor vida que el día anterior.

Algunas volvieron sonrientes, desesperadas por las deficiencias del transporte público, hablaban y escribían con su celular, leían libros antes de llegar a su escuela, se maquillaban. También se seguían cuidando, estaban alerta y miraban a todos lados, sabían que la violencia de género está ahí.

Regresaron luego de protagonizar dos días históricos: primero marchando y luego demostrando, con su ausencia, lo que representan para la sociedad. Los espacios públicos se fueron ocupando; sin embargo, en las paredes del Centro Histórico aún permanecían intactos algunos de sus reclamos.

“México asesino”, se podía leer en un muro ubicado en la avenida Madero. “Nos están matando a todas”, decía una pinta casi en el cruce de Eje Central y Juárez.

En la Antimonumenta, ubicada frente a palacio de Bellas Artes, todavía se podía sentir el dolor y la furia con la que miles de mexicanas gritaron en el Día Internacional de la Mujer. “Las flores caídas no volverán, pero sus hermanas contarán su historia”, decía un letrero a los pies de esta obra.

Ahí también permanecían 32 cruces —una por cada entidad— que los colectivos feministas colocaron el 9 de marzo durante su manifestación, además de las fotografías y los nombres de mujeres desaparecidas o víctimas de feminicidio.

A las 13:30 horas, Alejandra Salcedo, estudiante de la UNAM, llegó a la Antimonumenta. Leyó las breves historias de cada víctima, se agachó y acomodó una flor de las que estaban tiradas.

“Paramos porque ya no queremos salir con miedo a las calles, queremos seguridad, cometen un feminicidio y las autoridades no resuelven nada, debe haber justicia por todas las mujeres asesinadas”, dijo.

Ahí estaba la imagen de Mariana Lima Buendía, asesinada por su pareja en 2010. Este caso llegó a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) porque las autoridades del Estado de México dieron carpetazo al señalar que la joven se había suicidado, cuando en realidad fue víctima de feminicidio.

Al fondo, el palacio de Bellas Artes recordaba el movimiento del domingo y las exigencias de las mujeres con una manta del INBAL: “No más violencia contra la mujer”.

En tanto, seguían leyendo los periódicos para entender por qué el 9 de marzo la capital había estado vacía. Al mismo tiempo, reconocieron la importancia que tienen las mujeres para la vida del país.

“Las necesitamos con nosotros porque sin ellas hay muchas cosas que no funcionarían, una mujer puede ser mejor en una cosa que un hombre. Mi mamá es chef, por ejemplo, y su restaurante no abrió porque no había alguien más que hiciera ese trabajo”, comentó Axel Garete, estudiante de la UNAM. Ayer ellas regresaron a la normalidad.

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