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Hace casi seis años, Luis Enrique Miranda estaba muy nervioso y hasta desesperado. Hacía llamadas, enviaba mensajes, hablaba con sus colaboradores de la subsecretaría de Gobierno de la Secretaría de Gobernación, quería respuestas. Al entonces funcionario federal, le urgía saber por qué, en algunas calles del primer cuadro de la capital del país, había más de mil jóvenes reunidos y segundo a segundo, se juntaban más al contingente.
Los minutos pasaban, y ya no eran mil, sino dos mil, y luego tres mil, hasta llegar a más de 7 mil estudiantes. Ese 30 de septiembre del 2014, uno de sus colaboradores más cercanos le informó que eran estudiantes del Instituto Politécnico Nacional (IPN) quienes habían formado un movimiento y una de sus principales demandas era el cese de la entonces directora, Yoloxóchitl Bustamante.
Aquella tarde, Luis Enrique Miranda, vestido de pantalón obscuro, camisa blanca y una corbata morada, dialogó con los líderes del movimiento y operó las condiciones para que el entonces secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, saliera de su oficina, se subiera al templete y dialogara con los estudiantes. Luis Enrique Miranda estuvo, en todo momento, al lado del secretario de Gobernación y lo apoyó en esta negociación.
Luis Enrique Miranda, fue uno de los hombres fundamentales para el presidente, Enrique Peña Nieto durante su sexenio, e incluso, desde antes. Es originario de Jocotitlán, Estado de México. Su carrera política inició con el gobernador mexiquense, Arturo Montiel, cuando en el 2007 fue secretario de Finanzas.
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Su amistad y cercanía con el presidente, Enrique Peña Nieto se empezó a formar en el 2009, cuando Miranda fue designado secretario General de gobierno cuando Peña Nieto era gobernador mexiquense.
Miranda operó y cabildeó cientos de crisis que pasaron por su escritorio para evitar que se convirtieran en un problema para Peña Nieto, quien ya tenía fija la mira en ser el candidato priísta a la Presidencia de la República en el 2012.
“Fue el gran operador” para Peña Nieto en su sexenio, describe un político cercano y quien lo vio resolver distintos temas; pero más allá de ser el negociador, “es su amigo”.
“Es un hombre que trabaja mucho, es especialista en resolver temas complejos, y en prevenir que se desarrollen las crisis. Es un hombre que trabajando previene que los problemas se conviertan en crisis”, relata el ex dirigente nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza.
Miranda es una persona muy directa, pragmático, operador político, negociador, hábil, institucional, aprensivo, muy frontal y aguerrido. En la negociación, sus cercanos y opositores, lo ubican como un hombre que sabe escuchar para conocer los puntos de vista y darle solución.
Su debilidad es la comida mexicana, los chiles en nogada y las enchiladas. Su pasión es ir al estadio Nemesio Diez e ir a ver al equipo de sus amores, los Diablos Rojos del Toluca. Es deportista, trata de correr diariamente, así como nadar y le encanta jugar golf.
De hecho, en varias ocasiones jugó golf contra el ex presidente, Enrique Peña Nieto. “Yo creo que yo soy mejor que él (EPN), pero ahí nos vamos dando. No somos buenos, somos malos, pero entre los dos, yo creo que le gano”, relata en una charla con EL UNIVERSAL, Luis Enrique Miranda.
"Los amigos son para siempre"
“Los amigos son para siempre”, relata el propio Luis Enrique Miranda cuando se le pregunta por su cercanía con el ex presidente, Enrique Peña Nieto.
Peña Nieto y Miranda se conocieron en Toluca, cuando tenían aproximadamente 14 o 15 años. En ese entonces, Gilberto Enrique Peña del Mazo, padre del ex mandatario mexicano, trabajaba en la Comisión de Electricidad del Estado de México y era el vínculo con la Compañía de Luz y Fuerza del Centro para llevar la energía a los diversos puntos del Estado de México; y el padre de Luis Enrique Miranda, Luis Miranda Cardozo, gestionó algunas cosas con él y fue desde aquella época cuando se frecuentaban y la amistad se fortaleció con hechos y con el tiempo.
Miranda se declara “un admirador” del ex presidente Peña Nieto. Y quienes lo conocen recuerdan que el propio Miranda ha dicho que será el tiempo y los hechos los que van a dar el resultado al calificar la administración peñista.
Miranda era tan cercano al titular del Ejecutivo, que era el político que llevaba la opinión y la línea directa del Presidente de la República a los legisladores priístas e integrantes del Verde durante su sexenio.
“Esa iniciativa o votación no le va a gustar al señor Presidente”, recuerda un legislador de la 63 Legislatura que le tocó escuchar esa frase.
Entrón y aguerrido
Hay quién describe que la personalidad de Miranda es la de un tipo “entrón” y “que no se sabe dejar”. El pasado 16 de noviembre, el diputado del PT, Gerardo Fernández Noroña arremetió contra el gobierno de Peña Nieto y Rosario Robles en una de sus comparecencias. Esto no se lo permitió Miranda y ambos se encararon, manotearon y hasta se mentaron la madre.
Noroña fue hasta los curules del PRI y ahí Miranda le gritó: “¡Conmigo sí le bajas!”, “¡ya bájale, no estás viendo!”. “Nos mentamos la madre”, reveló el propio Miranda de ese choque con el petista.
Al ser el hombre fiel del Presidente de la República, también estuvo a punto de ser destituido cuando, como secretario de Desarrollo Social, compareció en la Cámara de Diputados y se enfrentó con la entonces diputada federal de Morena, Araceli Damián, a quien le dijo: “Sí me falta estudiar, desgraciadamente no estudié psiquiatría para entenderla a usted, pero eso es otra cosa”. Por esto, partidos, grupos de la sociedad civil se le fueron encima y hasta pidieron su destitución, pero esto no llegó.
Luis Enrique Miranda, también generó molestia y división al interior del Revolucionario Institucional debido a que fue “premiado” con una candidatura a diputado federal por la vía plurinominal, es decir, ingresaría a la Cámara de Diputados a como diera lugar y sin hacer campaña.
“Ahí se dio cuenta la militancia en donde estaban las voluntades del Presidente, con sus incondicionales”, relató un priísta a EL UNIVERSAL que rechazó ser identificado.
Es Luis Enrique Miranda, una persona formal, con palabra, buen negociador, pero leal ante todo y una piedra angular en el que fue el sexenio de Enrique Peña Nieto.