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justiciaysociedad@eluniversal.com.mx
A sus 83 años y a horas de entrar a quirófano para que médicos le hagan una cirugía en la cadera, Lidia Quezada relata que el sismo del pasado 19 de septiembre y que tuvo una magnitud de 7.1 ocurrió segundos antes de que terminara de limpiar, por lo que al tratar de correr el piso húmedo la hizo resbalar y sufrir una fractura en la cadera.
“Estaba trapeando y en ese momento vi que las puertas se abrían y se cerraban... corrí y caí de lado. Estaba sola, no había nadie más conmigo. Me arrastré como gato, jalé una silla y me quedé sentada”, comenta.
Con una sonrisa permanente y constantemente dando gracias a Dios, Lidia Quezada recuerda que el momento en que estaba el temblor “yo quería salir volando como pájaro, porque el piso se zangoloteaba como canasta”.
Dice que en sus ocho décadas de vida “nunca había sentido un terremoto como éste. Viví el de 1957, cuando se cayó el Ángel de la Independencia, y el de 1985, pero no tan fuerte como éste”.
Doña Lidia señala que el apoyo y ayuda que ha recibido por parte de los médicos es algo que siempre agradecerá, “pues me han ayudado a estar mejor y el trato ha sido muy bueno. Por ejemplo, el sábado pasado, cuando pasó el temblor, ellos se quedaron con nosotros, nos tranquilizaron, no salieron huyendo, sino que se quedaron conmigo y los demás”.
Afirma que cuando salga del Hospital Magdalena de las Salinas, del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), irá a “La Villita a darle gracias a la Virgen de Guadalupe por haberme salvado en el temblor”.
Su hija, María, quien prácticamente no se ha despegado de su lado, indica que su casa, ubicada en la colonia Guerrero, es una de las cientos de la Ciudad de México que han sido declaradas como inhabitables. Sin embargo, afirma que “hoy no me quiero preocupar porque ya no tendré casa, lo importante ahora es que mi mamá se recupere y salga adelante”.
En la misma clínica, a unos metros se encuentra Paula Ruiz Ruiz, quien no ha parado de llorar y estar deprimida desde el martes 19 de septiembre. Estar en una cama por el dolor de tener rota la clavícula izquierda y tener fractura en el peroné y el coxis son factores que han afectado su estado de animo.
De 91 años, doña Pau, como le dicen, convalece en este hospital debido a que al momento del sismo se dirigía al baño en su casa, en la delegación Gustavo A. Madero, perdió el equilibrio y su cuerpo cayó sobre su brazo izquierdo.
“No para de llorar, está desorientada, triste y muy deprimida. Dice que le duele mucho el cuerpo y que ya no quiere estar en el hospital. Dice que quiere mejor ya morirse y descansar porque no soporta el dolor de los huesos rotos”, comparte su hija Renata Balbuena.