Estudiante de primer año de secundaria, Joaquín, de 12 años, no enfrentó angustia ni depresión, pero durante los dos años que ha durado la pandemia, se aisló por completo. Quería estar solo y se rehusaba a hablar con alguien.

“Yo no me encerraba en mi recámara, pero cuando mi familia estaba abajo yo me iba para otra parte, quería estar solo y no quería que nadie me hablara”.

En octubre pasado, cuando los alumnos del Cinnepaac regresaron a clases presenciales, a Joaquín le costó dos meses adaptarse de nuevo a la convivencia. Pasado ese tiempo, se deshizo del aislamiento para compartir con otros estudiantes.

“Ya no me gustó estar así. No hay nada mejor que ver a tus amigos y jugar con ellos. Sé que hice mal al querer estar solo y no hablar, pero a la vez sé que esto fue por la pandemia, eso me dijo una de las sicólogas de la escuela”.

Explica que el temor al contagio de Covid-19 lo ha hecho cambiar algunos hábitos como posar su brazo sobre sus amigos y evitar estar cerca de quienes no portan la mascarilla.

“Si veo a algún amigo que no trae cubrebocas o no lo utiliza correctamente, mejor ni me acerco. A algunos les he llegado a decir que se lo pongan, unos me hacen caso, aunque otros me ignoran”.

El menor, que quiere estudiar Matemáticas, “pues los números son interesantes y siempre me han gustado”, platica que las clases en línea lo atrasaron y le costaba trabajo aprender.

“Me conflictuó mucho la pandemia porque siento que en el aprendizaje me afectó porque en línea no funciono yo. No pude trabajar bien; siento que me atrasé mucho y que no iba a la par que mis compañeros”.

Por eso, Joaquín estudiaba por su cuenta. “Tuve que hacerlo porque perdí el hilo de algunas materias y no quería atrasarme y recurrí a libros y a mi hermano para entender bien”.

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