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Como en un circo de dos pistas, el Congreso de la Unión abrió labores entre reclamos, discursos y votaciones, que en segunda vuelta permitieron regresar a Manuel Velasco como gobernador de Chiapas.
Primera sesión. Los senadores se estrenan con novatada y quedan exhibidos al negar en primera instancia la licencia a Velasco para regesar a Chiapas.
Luego de horas de negociación, reponen el procedimiento, escenario inusual y, ¡voilá! se hace el milagro de los votos perdidos.
En ese trance que coloca al Senado en una pista de confusiones y señales encontradas, también hubo discursos previos.
Como el de la senadora de Morena Blanca Piña, quien dio una pincelada de las banderas políticas de su partido al señalar que votaría en contra, porque era la hora de acabar con los privilegios y los abusos políticos.
Tres horas después el escenario cambió. “No somos tribunal de conciencia, ¿Por qué el pleno tendría que conculcar sus derechos?”, reclamó al pleno el coordinador de Morena, Ricardo Monreal, también ex gobernador de Zacatecas y ex delegado en Cuauhtémoc, quien salió en defensa de Manuel Velasco e incluso amagó con pedir la rectificación de la votación, porque para él no fue clara.
Al mismo tiempo, en la Cámara de Diputados se ejecutaba otro milagro. La bancada del PVEM cedía —en política dicen que no hay coincidencias— cinco legisladores a Morena para tener mayoría absoluta (251) y con ello presidir por tres años la Junta de Coordinación Política, órgano real del poder económico y político en San Lázaro.
Ahí mismo en San Lázaro, a minutos de iniciar la primera sesión de la 64 Legislatura, el choque entre Morena y PT vuelve a ser protagonizado por Porfirio Muñoz Ledo y Gerardo Fernández Noroña.
El petista Santiago González Soto pregunta a Muñoz Ledo, presidente de la Cámara Baja, en qué calidad acudió el lunes al mensaje del presidente Enrique Peña Nieto en el Palacio Nacional.
Noroña hace suyo el tema y grita para hacerse escuchar. Muñoz Ledo le niega la palabra y afirma que los agredió físicamente. “¡Usted está mintiendo y exijo el uso de la palabra!”, reclama Noroña.
El activista pierde el control sobre sí cuando Muñoz Ledo lo llama “golpeador”, enfurece y grita: “¡Su desvergüenza es inaudita diputado presidente!”. Acto seguido y ante las cientos de miradas que lo siguen, Noroña sube a la máxima tribuna y quita el micrófono a su también compañera de bancada Ana Gabriela Guevara.
Muñoz Ledo, viejo lobo de los mares legislativos, usa una vieja estrategia y pide a la asamblea votar si le da la palabra a su colérico interlocutor. Se lo niegan, y así don Porifirio neutraliza al petista. Dos contra cero, así va el marcador.
Más tarde, Noroña fuma la pipa de la paz y, tras una charla con Muñoz Ledo, dice que hay voluntad de ambos para superar el “encontronazo”. Buscan unidad... día dos, y lo que falta...