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Durante 23 años ha estado vigente el Tratado de Libre Comercio de América del Norte que por primera vez se pone en la mesa de negociación de manera integral, por iniciativa del presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

Representa para México un desafío y una oportunidad para recuperar el papel del tratado como instrumento para el desarrollo, la creación de empleo, el crecimiento económico, advierte el doctor en Economía Rolando Cordera, profesor emérito de la UNAM y Coordinador del Seminario sobre la cuestión Social.

“Indudablemente nos movemos en un escenario de incertidumbre, pero dentro de la globalización es posible construir un nuevo curso de desarrollo”, afirma el especialista.

En entrevista con EL UNIVERSAL, hace un balance de lo que ha sido el TLCAN para México, de los avances y los pendientes.


Pongamos el TLCAN en contexto a través del camino recorrido para ubicar la perspectiva hacia la que deberíamos movernos.

—No hay que olvidar en qué contexto se dio la propuesta del presidente Salinas [de Gortari] a Estados Unidos e inmediatamente también a Canadá de hacer un tratado trilateral. México estaba buscando salir de una crisis financiera muy severa que se ocupó prácticamente toda la década de los 80 con una recesión económica prolongada y muy dañina que se combinó con muchas devaluaciones y alta inflación producto de esas devaluaciones. Esa eran la circunstancias que vivía México en aquel entonces, circunstancias inéditas.

De ahí vino la idea de los grupos dirigentes de que había que cambiar el modelo de desarrollo, yo lo llamo la forma de desarrollo, que México había seguido hasta entonces y que había derivado en una fiebre de endeudamiento nociva con el exterior.


La crisis económica que describe brevemente colocó en el centro el comercio, la inversión, el desarrollo económico y la perspectiva de un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá. Se abrió la economía al exterior.

—La crisis permitió a los grupos dirigentes o parte de ellos plantear el famoso cambio de modelo, un cambio estructural que revisara las relaciones fundamentales de todo Estado, la relación del Estado con el exterior en particular en materia económica, comercial y financiera, y la relación del Estado con el interior, en particular, revisando la pauta hasta entonces existente de una economía mixta con un papel muy activo, incluso dirigen te del Estado. Se transformó el proceso económico y en particular del proceso de industrialización.

Se abrió la economía al exterior tanto en términos comerciales como financieros. Y ahí es donde entra el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que se ve como la coronación de este cambio estructural que afianzaría a México.


Expectativas y realidades no fueron lo mismo. Crecimiento del comercio no detonó automáticamente el crecimiento del mercado interno ni tampoco el milagro del desarrollo…

—El tratado era un instrumento que permitía, en efecto, dar pasos importantes en el cambio estructural que se buscaba. Pero se habló tanto del tratado como sinónimo de nuevo desarrollo que se olvidó lo más elemental: que para que un instrumento funcione, debe estar en sintonía con los otros instrumentos con los que se actúa, tanto en lo individual, lo social y lo colectivo.


¿Cuáles serán las repercusiones de lo que estamos viviendo ahora?, porque estamos entrando en una etapa de incertidumbre. Más bien, estamos adentro.

—Esa es la definición del día: la incertidumbre, pero estamos viendo también grandes coaliciones de intereses, complicidades entre el sector privado mexicano y el sector privado estadounidenses. Pero el tema es que hay cosas que no podemos dejar de hacer. Necesitamos política industrial, reconocer que la agricultura existe, tenemos que enfrentar el tema del empobrecimiento de la gente y de la desigualdad.

Si no hay corrección de rumbo, si no hay políticas desarrolladas por el Estado, no es suficiente con las reglas que se imponen al mercado a través de un tratado… ¿Qué habría que hacer, por ejemplo, con los bajos salarios?

—No podemos seguir basando nuestra competitividad en los bajos salarios. Eso está dicho por todos lados y ahora tenemos que enfrentar la vergüenza de que sean los estadounidenses y canadienses quienes nos lo vengan a poner en la cara.

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