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Dos de los principales funcionarios del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto enfrentan al Congreso.
Dos fuegos, pero uno es más intenso, el de la Cámara de Diputados, que el del Senado.
En la primera pista, la Cámara de Diputados, Rosario Robles, titular de la Sedatu, comparece a más de cinco años de que el presidente Peña la defendió de las críticas y acuñó la famosa frase: “Rosario, no te preocupes, hay que aguantar”.
Hoy, a 45 días de concluir su encargo, de mujer a mujer, la nueva frase es “no te equivoques, Rosario”, que le suelta la diputada de MC, Martha Tagle, en rechazo a que haya violencia política de género por todas las acusaciones de presuntos desvíos en Sedesol y Sedatu.
Son más de siete horas de comparecencia. Hay abucheos, pancartas en su contra, advertencias de encarcelamiento, hasta mentadas de madre entre el petista, Gerardo Fernández Noroña y el ex titular de Sedesol, y hoy diputado priísta Luis Enrique Miranda, identificado como compadre del presidente Enrique Peña Nieto.
No fue un día fácil para la ex perredista, quien sólo tuvo la defensa del PRI y del Verde, con apenas 60 de 500 diputados.
Camina segura, lento y saluda a los legisladores que están a su paso. Ya en la máxima tribuna sólo escucha, mientras recarga su cabeza sobre su brazo derecho. Porta un vestido blanco. Su mesa está llena de papeles y carpetas. En su mano derecha, su herramienta de trabajo: una pluma; en el izquierdo: su IWatch, negro con rosa.
Se defiende como puede, le dicen que a dependencia que llega, dependencia que corrompe, que vive en un “país rosa”, que es inmune a las investigaciones, que es parte de una banda de corrupción, que participó en las empresas fantasma junto con el ex gobernador de Veracruz, Javier Duarte. Le exigen su renuncia y la acusan de ser la segunda beneficiada de la amnistía que ofreció Andrés Manuel López Obrador, presidente electo. Ella reta a los diputados: “El que nada debe nada teme (...) no necesito que nadie me dé una amnistía.
“No pienso renunciar. Tengo mucho trabajo todavía. Yo no voy a tener fuero. Yo voy a ser una ciudadana común y corriente que le hará frente a cualquier autoridad, porque tengo las manos limpias y tengo la conciencia tranquila”, dice.
Reta a quien tenga pruebas a ir en ese momento a la PGR.
A seis kilómetros del Palacio Legislativo de San Lázaro, en el Senado, el secretario de Gobernación, Alfonso Navarrete, vivió literalmente “un día de campo”.
Por más de tres horas sortea los dardos de la oposición, que lo cuestionó por los magros resultados en seguridad, los altos índices de homicidios y violaciones a los derechos humanos, pero nunca fue increpado ni interrumpido.
Sale por la puerta principal y se retrata con simpatizantes. Son nuevos tiempos y como muestra un botón. En la consulta por el aeropuerto, el senador Gustavo Madero (PAN) pregunta si “¿Andrés Manuel [López Obrador] está haciendo eso porque es un demócrata o porque es un cabrón?”, y Félix Salgado Macedonio (Morena) revira: “El señor Madero se pasa de vivo o se pasa de pendejo”.
Fuegos distintos, el sello del nuevo Congreso.