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Un año después de que Andrés Manuel López Obrador ganó la Presidencia, el Zócalo se llenó de nuevo con 100 mil personas, como en aquellas asambleas de 2006 y la lucha poselectoral del Mandatario, pero esta vez fueron a celebrar.
Muchos aseguraron que volverían a votar por él, porque “el cambio es evidente”, otros seguían esperanzados a que cumpliría con sus promesas y hubo quien reconoció que siete meses son poco tiempo para lograr lo prometido.
Desde que inició la Cuarta Transformación, Lorenzo Ramírez, originario de Iztapalapa, dejó de percibir el apoyo que recibía como adulto mayor. A pesar de ello, tiene confianza en el Presidente, pues piensa que logrará “limpiar” al gobierno: “Vengo para acompañar a mi viejito, que tanto bueno nos ha dado”, comentó.
Ayer, la Cuarta Transformación también se rindió al acarreo. Las bases morenistas se movilizaron y desde las 10:00 horas comenzaron a llegar camiones de Querétaro, Tamaulipas, Puebla, Tabasco, Veracruz, Chiapas, Estado de México, Tlaxcala y la capital.
La Plaza de la Constitución no sólo se llenó de gritos, también hubo banderillas y sombrillas con la frase “Me canso ganso” o la imagen caricaturizada del Presidente, mantas de Morena y pancartas que mostraban la presencia de alcaldes y diputados locales de varios municipios del país gobernados por Morena.
Los camiones llegaron y, al bajarse, la gente se movía en grupos liderados por una persona que les decía dónde colocarse. Los más pobres vinieron con la promesa de conocer la Ciudad de México, a cambio, recibieron sándwiches y jugo.
En cambio, a los trabajadores del gobierno federal en los estados los impulsó el temor de perder sus empleos.
“Mi jefa nos dijo que viniéramos a apoyar al Presidente y que nos daba el día libre. Nos trajo en camión desde Querétaro. No sé cómo no hay presupuesto para pagarle a la gente, pero sí para traerla en camiones. Yo no voté por López Obrador ni votaría, no me gusta su ideología”, dijo Rubén, funcionario de la superdelegación del gobierno federal.
Aunque asoleados y desvelados, los asistentes llenaron la Plaza de la Constitución y esperaron más de cinco horas para escuchar el discurso del Ejecutivo. Muchos, sin planearlo, acudieron al bailongo y escucharon por primera vez a Margarita La Diosa de la Cumbia, el mariachi de la Sedena y la Banda Sinfónica de Tlaxiaco.
Algunos se pararon a bailar entre las sillas y a los pies del escenario, otros corearon las canciones. Aunque muchos venían contentos, reconocieron que la Cuarta Transformación no ha terminado con los problemas de sus comunidades: inseguridad, desempleo y servicios públicos de mala calidad, entre otros.
Antes de iniciar el evento policías retiraron a vendedoras indígenas que habían colocado diversos productos en los arcos de la plaza, porque no llevaban mercancía alusiva al Presidente o a su partido. Posteriormente, en un comunicado de prensa, la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana negó haber dado dicha instrucción.
A pesar de los tintes agridulces de la celebración, también hubo muestras de felicidad genuina, como la de Isabel Martínez, de 60 años, quien viajó desde Los Ángeles, California, con dos objetivos: mostrar su apoyo al Presidente y entregarle un retrato al óleo que ella misma elaboró.
Pasaron las horas y los fieles al Mandatario llenaron la plaza, atentos, lo escucharon y vitorearon… aún confían en él.