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A kilómetros de distancia, la chimenea del ingenio azucarero Emiliano Zapata muestra la fuerza y devastación que dejó el terremoto en la zona sur de Morelos.

La parte más alta, conocida como el chacuaco, se partió por la sacudida del sismo del 19 de septiembre y al caer le arrancó la vida a dos trabajadores. Era temporada de limpieza en el ingenio y los empleados fueron sepultados por los bloques de concreto que cayeron de la gran torre que se erige como el icono de la localidad.

El miércoles, el silbato que anuncia el inicio y fin de la zafra les dio una larga despedida a los trabajadores, como se acostumbra cuando alguien fallece dentro del ingenio. Se escuchó durante cinco horas, acompañó a los difuntos hasta a la iglesia y luego hasta su sepulcro.

La devastación por el sismo dañó otra estructura y las oficinas de gerencia. Este año difícilmente será dulce, ya que es posible que se detenga la zafra que inicia en octubre y continúa en noviembre.

La planta, que el próximo año cumple ocho décadas, luce desértica. Las instalaciones están acordonadas y las labores de limpieza se han detenido.

Junto a los trabajadores del ingenio azucarero, ocho personas más de Zacatepec murieron por el temblor. Después de Jojutla, la localidad cañera es la más dañada de Morelos y donde se registran al menos mil damnificados que ahora viven entre escombros.

Hombres y mujeres trabajan incesantemente para bajar víveres de un tráiler y resguardarlos en el estadio Coruco Díaz, plaza del famoso equipo regional de futbol Cañeros de Zacatepec. Las bodegas sirven para guardar la ayuda que llega de otros estados y es repartida por toda la región. Aun así, es insuficiente.

El Coruco resistió la sacudida del terremoto, pero la iglesia de Santiago Apóstol no tuvo la misma suerte. El templo se resquebrajó al frente y algunas partes de su techo cayeron. El palacio municipal también quedó destruido y en los próximos días será demolido.

Incluso el mercado sufrió severos daños, los trabajadores buscan desesperados que alguien les preste un espacio para vender los productos que lograron rescatar.

En las calles, después del rastro municipal, comienzan a verse en las casas los daños más severos del sismo de 7.1 escala Richter.

Desde temprano doña Alba Carmona lucha por sacar jirones de ropa entre la devastación. Su casa fue una de tantas que se vinieron abajo por el terremoto.

A su costado, una pesada máquina destruye las bardas de su vivienda de dos pisos. Ella observa con los ojos rosados por las lágrimas. “Mi hija volvió a nacer. Ella estaba en el segundo piso y salió corriendo, instantes después el techo se vino abajo”, dice la señora mientras clava su mirada en las bardas deshechas.

Alba asegura que es como volver a comenzar todo, construir su patrimonio forjado en los últimos 30 años. Por el momento, su hermana les da alojamiento hasta que vuelvan a levantar su techo.

Más adelante, las imágenes se repiten por cientos. Los damnificados de Zacatepec están en las calles, a la intemperie y víctimas de la lluvia.

Las mujeres son las más valientes, aun con el riesgo de que colapsen sus viviendas sacan muebles, ropa y hasta los santos y vírgenes que milagrosamente se salvaron de ser sepultados.

Entre paredes cuarteadas que apenas se sostienen por unos ladrillos, Rosalba Ramírez Sánchez se aventura a abrir sus puertas para mostrar que su casa de dos pisos quedó inhabitable. En lo que fue su sala de televisión, quedó un cuadro familiar polvoriento, pero intacto.

“Mi licuadora, los muebles, todo lo perdimos. Se me mojó todo con las lluvias, se echaron a perder”, dice doña Rosalba.

Asegura que sólo ha acudido a su hogar una persona voluntaria, quien le tomó datos para el censo de las viviendas. Sin esperanza, la señora se niega a abandonar su hogar.

“Todos los vecinos tuvieron daños en sus casas. Hay que ser honestos y que se atienda primero a los que más lo necesitan”, dice.

En el camino hacia la colonia Tetelpa, un letrero anuncia la zona de damnificados; ahí las despensas llegan a cuentagotas.

Las casas quedaron colapsadas, un puente vehicular se partió y a pesar del riesgo la gente sigue usándolo. Según el gobierno del estado, en esta localidad cañera fallecieron 10 personas, es la cifra más alta después de Jojutla, donde sumaban hasta ayer 16 muertes por el sismo. Mientras una familia recorre el lugar sirviendo chilaquiles a los damnificados de la calle Vía Central, otros sacan muebles y se arriesgan a ver cómo quedó su hogar.

Curiosamente una tienda de abarrotes sigue funcionando, lo mismo vende refrescos y agua fría que jabón y productos variados al mismo precio que antes del temblor.

Algunos pobladores reportan carestía de productos. Un kilo de huevo cuesta hasta 60 pesos, ha triplicado su valor a consecuencia de la crisis por el sismo.

Zacatepec intenta regresar a la normalidad, todos los comercios han abierto. El municipio azucarero es el centro neurálgico de la tragedia y recibe a rescatistas, brigadistas y ciudadanos que llegan a dejar víveres en sus automóviles. La ayuda viene de todo el país.

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