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alberto.morales@eluniversal.com.mx
Los días de la bancada de mayoría del PRI en el Congreso se acabaron y con ello las plenarias, que eran una pasarela faraónica de secretarios de Estado organizadas en destinos de playa o spas.
Con apenas 45 diputados federales y 14 senadores, el PRI optó por hacer su primer reunión plenaria en su sede nacional ubicada en Insurgentes Norte.
Atrás quedó la época de los hoteles de lujo en puertos como Veracruz o fincas en el Estado de México, donde los senadores del PRI realizaron un par de sus plenarias. En el pasado también quedaron las comodidades de sus suntuosas oficinas de la Cámara Alta y San Lázaro, donde se agasajaban con finas viandas y estaban rodeados de sus equipos de asesores, meseros y ayudantes.
Ahora los trabajos de sus reuniones plenarias se realizaron en el CEN del PRI, en el salón Alfonso Reyes para los diputados, y en el salón Presidentes para los senadores.
En un ambiente de total “austeridad” privilegiaron el café, el pan dulce; frutas y verduras como manzanas, uvas, guayabas, jícamas, pepino y zanahorias, así como semillas como nueces de la India, avellanas, pistaches y cacahuates, entre otras.
Sólo el temblor —que casi fue imperceptible— interrumpió el trabajo de los nuevos inquilinos de San Lázaro, pues los senadores siguieron en su cónclave sin distracción alguna.
“Decían que el PRI estaba muerto y mire, ahora en su plenaria tienen tal fuerza que hasta tiembla”, bromeó un trabajador con uno de sus compañeros.
“Yo sí lo sentí, poquito, estaba en el segundo piso y un cuadro comenzó a moverse”, dijo otro empleado del inmueble de Insurgentes Norte, mientras hablaba por teléfono celular con su familia.
Los legisladores tricolores salieron en calma, sin sobresaltos, algunos incrédulos de que la tierra se había movido.
En el estacionamiento de la sede nacional, mientras escuchaban las indicaciones del personal de protección civil, René Juárez Cisneros, próximo coordinador de los diputados del PRI, fue a saludar a su antecesor Enrique Ochoa Reza, quien permaneció alejado de sus compañeros de curul. Intercambiaron un par de comentarios y posaron para las cámaras fotográficas.
Cuando regresaron a su plenaria, la secretaria de la Función Pública, Arely Gómez González, ya se había retirado del salón Alfonso Reyes del PRI. “Ya había concluido su participación”, dijo uno de sus colaboradores.
Antes, el secretario de Gobernación, Alfonso Navarrete Prida, quien en las plenarias priístas era una de las figuras más buscadas, inauguró de forma exprés y en 30 segundos abrió los trabajos.
A puerta cerrada se conoció que unas de principales inquietudes de los legisladores hacia el funcionario federal fue cómo negociarían con la nueva mayoría de Morena en ambas Cámaras.
El secretario de Gobernación reflexionó con los legisladores el nuevo panorama que regirá al Congreso, del cual ya no son esa poderosa mayoría.
De acuerdo con algunos legisladores, el encargado de la política interna les pidió que ante el nuevo escenario los priístas “deben defender las causas de la sociedad, pero sobre todo distinguirse en el debate del resto de sus contrapartes, en lo individual y como grupo parlamentario”.
El secretario de Hacienda, José Antonio González Anaya, les planteó que el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto entregará finanzas sanas y una economía fuerte al cierre de su sexenio.
Para la comida se organizó una taquiza de guisados como carne de puerco con verdolagas, chicharrón en salsa verde, bistec y fajitas de pollo a la mexicana.
Esos son los nuevos tiempos del PRI que ya no son mayoría en el Congreso de la Unión...