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juan.arvizu@eluniversal.com.mx
El Premio Nobel de la Paz (1987) Óscar Arias Sánchez afirma que “no existe una democracia sin libertad de prensa y que se tiene que protegerla, auspiciarla y fortalecerla”. Presidente de Costa Rica en dos mandatos plantea que “el demócrata debe entender que un día se le aplaude y en otro se le critica; esperar halagos es propio del dictador”.
Activo pacificador de Centroamérica en los años 80, padre del Tratado sobre Comercio de Armas, vigente en un centenar de naciones, comenta que el Nobel de la Paz no es una distinción con propiedades de varita mágica ni para hacer milagros; otorga, sí, autoridad moral contra la opresión, por la libertad, para impulsar causas nobles, como son los derechos humanos.
Doctor en Ciencia Política, abogado y economista, asiste hoy a la presentación del documental Óscar Arias; Sin disparar una bala, a las 19:00 horas, en el Cinépolis Diana, en Paseo de la Reforma, Ciudad de México. El documental comprende su trayectoria, el trabajo por la paz en Centroamérica en plena Guerra Fría, y su búsqueda por regular el comercio de armas, que lo posiciona como enemigo de la Asociación Nacional del Rifle de Estados Unidos, liderada por Oliver North, uno de los protagonistas del escándalo Irán-Contras sobre venta ilegal de armas al país pérsico para financiar el derrocamiento de la revolución sandinista.
Como Nobel de la Paz ha sido merecedor de 92 doctorados Honoris Causa, el último lo recibió la semana pasada en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.
En entrevista con EL UNIVERSAL, dijo que el problema de la migración será el tema del Siglo XXI, y que combatirla con muros es inútil, se tiene que enfrentar con colaboración
¿Cómo se generó el problema de Venezuela que tiene tantos recursos naturales?
—El gobierno venezolano desde principios de este milenio siguió la receta para empobrecer a una sociedad. En poco tiempo logró convertir un país rico en uno de los más pobres de América Latina.
Han creado una crisis humanitaria, económica, social, política; desconocieron la validez de las instituciones. Se espera un millón por ciento de inflación este año. Está sucediendo que los venezolanos voten con los pies y abandonen su territorio.
¿Votar con los pies cuando debería ser en las urnas?
—Sí. Los tiranos son los que se aferran al poder, más que una autocracia o una dictadura, una cleptocracia y un narco-Estado. Cualquier dirigente político que sea parte del comercio de las drogas recuerda muy bien los últimos días del general Manuel Antonio Noriega (de Panamá) que murió en un calabozo, y tal vez piensen que eso no lo quieren para su destino. Ahí se aferran mucho más al poder.
¿La libertad de prensa podría prevenir ese tipo de problemas?
—Muy sencillo: no hay verdadera democracia sin libertad de prensa. Es consustancial al sistema democrático, si uno cree en las virtudes de la democracia tiene que protegerla, auspiciarla y fortalecerla.
El demócrata tiene que entender que un día se le aplaude, otro día se le critica y que eso es parte del sistema democrático. Esperar sólo halagos es propio del dictador. En cualquier democracia, el control lo va a ejercer ese poder tan fuerte que es una prensa libre, como lo aplican también los partidos de oposición, la sociedad civil y el parlamento.
¿Todo eso contribuye a darle eficacia al Estado?
—Podemos ver a una persona que no creció con valores democráticos, como es el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y cómo le monlesta que lo critique la prensa y cómo habla de fake news, cuando alguien publica algo en lo que él no está de acuerdo. La prensa anda siempre buscando irregularidades de la gente del gobierno, cosa que es su labor: ejercer un control minucioso sobre la legalidad de los actos del Poder Ejecutivo. Hay que entender que ese es el juego democrático y que así son las cosas.
¿En Nicaragua cuál podría ser la salida del problema?
—Los nicaragüenses después de haber vivido la dinastía de Somoza y luego un somocismo sin él, no quieren un orteguismo sin Ortega, con la primera dama Rosario Murillo de presidenta. Lo que queremos es que eso no se repita y que mediante el diálogo en una mesa de negociación se pueda resolver este problema.
¿Cuál es su postura ante el comercio de armas?
—La inversión más perversa para un país en vías de desarrollo es gastar en armas y soldados.
El mundo está gastando mil 700 billones de dólares en armas y soldados. En tanto disminuya el gasto militar, libera recursos para educación, salud, alimentación, vestido, vivienda, techo propio, cultura.
¿El Premio Nobel puede entenderse como una varita mágica?
—De varita mágica no tiene nada. Uno sigue siendo la misma persona. Tal vez nos aumente la autoridad moral para levantar nuestra voz contra la opresión, por la libertad. Es nada más la autoridad moral.
El obispo Desmond Tutu dice que creía que iba a hacer milagros con el Premio Nobel de la Paz (1984), pero que no, que él no puede hacer milagros, que sigue siendo el mismo obispo. Yo creo que eso nos ha pasado a todos (los que ganamos el Nobel).
¿Qué tema propondría discutir con sus colegas ganadores del Nobel de la Paz?
—Un tema muy candente es cómo tratar al migrante, qué deben hacer los gobiernos con las personas que abandonan su país para huir de la pobreza o la violencia.
Es de los grandes temas, y va a sobrevivir en el resto del Siglo XXI.
¿Todo un siglo?
—Sí. Mientras no se cambie de actitud va a ser muy difícil.
No es construyendo muros que se va a impedir que los pobres de América Latina dejen de ingresar a Estados Unidos.
Se deben mejorar las condiciones sociales, ¿cuál es la ayuda, la cooperación que da Estados Unidos? Cero.
¿Cero?
—Hubo épocas como el New Deal, del presidente (Franklin D.) Roosevelt; la Alianza para el Progreso de (John F.) Kennedy, pero recuerdo en mi primer gobierno lo que me decían los senadores estadounidenses: ‘Ahora es comercio y no ayuda’. Con Trump es ‘no comercio y no ayuda’, demostrando ninguna otra cosa que no sea su enciclopédica ignorancia.