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Esta noche en el Zócalo ha sido de alegría, música y fiesta, mientras filas incesantes de personas atraviesan las vallas de policías sin mayor dificultad. Es la primera vez en dos sexenios que los controles se han relajado y se siente que hay invitación abierta a la fiesta principal del país: la de la conmemoración de la Independencia.
Entre el ruido de las matracas y las trompetas, un organillero toca su instrumento; un hombre que usa bigotes falsos chifla la misma canción, y otro que avanza más adelante la tararea, la melodía que comparten es de las que se conocen entre la costa y la Sierra: "México lindo y querido, si muero lejos de ti".
"¿Ya llegamos?", le pregunta un niño a su padre mientras avanza la fila. "Ya quiero llegar a ver a mi presidente", dice emocionada una mujer que va vestida de china poblana.
A unos pasos de ellos, un grupo de amigos juega a embadurnarse con espuma en spray, mientras que una pareja atraviesa una valla de policías con una carreola vacía y su hijo en brazos, sobre la banqueta se levanta un ligero aroma a tequila y más adelante un peatón patea una lata vacía de cerveza.
La escena parece regular pero durante el sexenio pasado no ocurrió: a una cuadra del Zócalo, sobre la calle 5 de Mayo, los policías evitan el ingreso de paraguas y quitan los palos a las banderas pero nada más y hasta dan las gracias. Ataviados con bigotes falsos, sombreros de charro y rebozos de "Adelita" los mexicanos están entrando y saliendo del Zócalo a voluntad. Esta noche, la fiesta es de ellos.
"Antes te registraban como si fueras maleante, delincuente. Antes veías a un policía y te asustaba. Yo he venido seis veces. El ambiente siempre lo he visto festivo, pero antes te revisaban mucho, ahora siento que hay mucha confianza con uno como ciudadano. Cuando sentí el coraje de la gente fue con Peña después de Ayotzinapa", comenta un hombre que se presenta como Cándido Pérez y dice ser profesor jubilado de primaria.
En esta, la primera ceremonia del Grito del presidente Andres Manuel Lopez Obrador asistentes dijeron sentirse confiados puesto que perciben que el mandatario "es un hombre de trabajo, que se levanta temprano".
"Yo tengo la esperanza de que él cumpla lo que nos ha dicho. Desde el momento en qué se baja el sueldo, se ve que predica con el ejemplo. Ha puesto en marcha lo que dijo del huachicol y la ayuda a los jóvenes y las personas de la tercera edad, a los estudiantes. Me preocupa que todos los de arriba hacen todo lo posible por destruirnos, por echarle cosas que en realidad no son ciertas", reflexiona María Esther Covarrubias, jubilada de 59 años de edad.
Faltan tres horas para que inicie la ceremonia pero el zócalo de la capital mexicana comienza a llenarse de gritos, de cornetazos mientras de fondo se escucha la música y el zapateado de las danzas regionales que representan a cada estado de la República.
La gente voltea a ver las luces y baila al ritmo de los diferentes ritmos, el Palacio Nacional se llena de colores y desde abajo la gente saluda a la cámara que pasa grabando, también le hacen señas a los militares que con binoculares van observando como la plancha se llena.
Rafael Santiago Santiago tiene 36 años y es albañil. Viajó 15 horas con su familia, desde la Sierra de Oaxaca para venir a ver a López Obrador encabezando la ceremonia. Asegura que nunca había votado en un proceso electoral y que lo hizo porque confía en el mandatario.
"Es una persona muy luchona, insistió en ganar la presidencia. Yo nunca había votado pero por él sí porque apoya a las personas que en verdad lo necesitan. Yo le pido que no sea como otros presidentes que nomás prometen y no cumplen. Que nos apoyara a las personas de la sierra que sí lo necesitan, que ya no desvíen los recursos".
Mientras tanto, la música suena y la expectativa es grande. En el Zócalo, la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana de la Ciudad de Mexicana reporta 80 mil personas que esperan el grito y las vivas a "los héroes que nos dieron patria". Abajo, a nivel de suelo, lo que se espera es un cambio.
"Yo sí creo que va a ser una cuarta transformación porque veo todo diferente", dice con esperanza la señora Etelvina Sarabia, de 92 años quien por primera vez asiste a la ceremonia del grito; imposibilitada para caminar, lo hace en su silla de ruedas.
"Unos van y otros vienen pero ahorita todo se ve diferente".
rmlgv