Pasan de las 1 1:30 horas, y sólo ha llegado un centenar de diputados federales , de 500 que forman la Cámara Baja, y no se puede llevar a cabo la sesión de Congreso General que la Constitución manda para que todos los actos del poder Legislativo sean legales . Falta quórum y sin prisa entran al reluciente salón del pleno más legisladores, y al borde del mediodía s e sumarán más de la mitad, incluso de senadores, y es a las 11:57 horas, cuando la vice presidenta Martha Hilda González Calderón (PRI) toca la campanilla de plata que simboliza la apertura de los trabajos del Poder del Estado mexicano que tiene suerte de Patito Feo, pero en el que tantos quieren estar.
Transcurren ya los cinco minutos de esa sesión. Se canta el Himno Nacional, con el clásico grito: "¡Viva México!", que desde las bancadas le responden voces a coro poco tronantes: "¡Viva!", y enseguida se lee el acta de esta sesión en curso, en el que se confiesa que se cuenta con la asistencia de 284 diputados y 79 senadores, y como no hay quien discuta el reporte se aprueba en votación económica.
El senador Manuel Cárdenas Fonseca, sin bancada, en Twitter, reprocha la impuntualidad de sus pares: "Se batalló para el quórum ante tantas inasistencias. ¡Campañas antes que obligaciones! ¡No se vale!"
Se levanta la sesión y arrivederci, a los senaderes que están de visita, que los diputados se quedan a sesionar, a votar a su nuevo presidente, el neoleonés priísta Édgar Romo García, en relevo de Jorge Carlos Ramírez Marín, quien antes ha clausurado la Comisión Permanente que encabezó, y dice que ha sido diputado con "enorme convicción", y convencido de que el poder Legislativo es el más cercano a la ciudadanía, pero el más lejano al apoyo que se requiere.
Ya Ramírez Marín, con licencia para separarse la curul, ya no asistió a esta sesión. Tampoco César Camacho Quiroz, quien coordinó el día anterior la reunión plenaria de los diputados priistas para defender sus posiciones en tres meses de periodo ordinario, que se empalma con parte del calendario de las campañas. En el pleno, antes y después de esos cinco minutos de procedimiento constitucional, los legisladores se han tomado fotografías para el recuerdo, con los que piden licencia y ya no estarán, que van por otros cargos, que suben a la rueda de la fortuna política.
A las 12:02, acaba esa sesión, y a las 12:05, hay senadores que trasponen el vestíbulo del edificio principal para salir del palacio Legislativo. Acaba para ellos esa visita relámpago a San Lázaro, que interrumpió para muchos el receso del que todavía no vuelven otros y que se extenderá cinco días del puente del 5 de febrero, que esta vez no coincide con el Súper Bowl, a donde hace tres años acudió el actual presidente del Senado Ernesto Cordero, quien hoy está aquí fresco, preparado para conducir el trabajo del pleno de la Cámara Alta, con pocos temas, pero que se logre su aprobación, dice.
Esta vez, no se ve a la senadora Gabriela Cuevas, hoy ex panista, integrada a Morena, quien tiene entre sus senadoras a Layda Sansores, una de las figuras de la izquierda más enérgicas con los contrarios, que ingresa al salón de sesiones cordial, amistosa, de brazos abiertos, lista para las batallas que pueda haber en el debate parlamentario.
Fernando Herrera Ávila, coordinador senatorial del PAN, camina decidido a defender las posiciones de su grupo, y en particular, en materia de fiscales, argumentar que primero debe haber aprobaciones de una reforma constitucional y de una ley orgánica de la Fiscalía General o nada. "Están desesperados", señala de los priistas. Ha llegado solo, al estilo de su grupo.
Emilio Gamboa Patrón, el legislador con más fuerza, hoy en el Congreso, tranquilo, dice que va a la Secretaría de Gobernación a hablar con Alfonso Navarrete Prida, y es seguido hasta su vehículo por una veintena de diputados y senadores. Está seguro de que el candidato presidencial de su partido, José Antonio Meade, será Presidente de la República, sin duda de ninguna índole. Ríe de las impresiones que lo contradicen.
Con ausentismo de legisladores, con una multitud de suplentes, muchos sin salir aún del cascarón, el periodo de sesiones sui géneris, porque se empalma con las campañas presidenciales, está abierto, y será la caja de resonancia de la disputa del 2018.
Pero, en tribuna, ya en la sesión suya, la primera de los diputados, los ocho oradores dan su posicionamiento político con el rostro cándido de que han llegado con la voluntad de legislar y que no se contamine este órgano del poder Legislativo de ruidos del proceso electoral. Sus bancadas los aplauden y se van de puente. Legislar es todo un arte.