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Para terminar con la violencia no hay recetas únicas, señaló la ex presidenta de Chile Michelle Bachelet.
Destacó que México debe discutir de manera amplia la propuesta de crear un proceso de amnistía, y considerar que las personas que han cometido delitos graves tienen que responder ante la justicia, porque “esa es una necesidad para la democracia”.
Del gobierno del Presidente Electo, Andrés Manuel López Obrador, espera “que todas aquellas promesas que ha hecho al pueblo mexicano puedan cumplirse y seguir realizando en una vida de mayor bienestar y dignidad”.
En entrevista con EL UNIVERSAL, en el marco de su participación al inaugurar la Cátedra Internacional por los Derechos Humanos y la Paz Alfonso García Robles, en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), dijo que cuando no hay acceso a la justicia para las víctimas, el país se divide entre aquellos que guardan dolor y rabia, y quienes pueden buscar una solución a través de la violencia.
“Los derechos humanos tienen que ser respetados y la gente que ha incurrido en delitos graves tiene que responder ante la justicia, porque esa es una necesidad para la democracia, para las familias y el conjunto de la sociedad”, dijo.
¿Qué se puede esperar del primer gobierno de izquierda que ha habido en el país, a cargo de Andrés Manuel López Obrador?
—El gobierno no ha iniciado, así que no podría dar juicios. Lo que sí quisiera destacar es que México hizo un ejercicio electoral ejemplar: desde temprano se supieron los resultados y se reconocieron por los contendientes, una victoria bastante amplia. Me parece que los mexicanos han querido decir algo con eso, han concurrido masivamente a votar y, como siempre, le deseo el mejor resultado a su gobierno. Que todas aquellas promesas que ha hecho al pueblo mexicano puedan cumplirse y se puedan seguir realizando en una vida de mayor bienestar y dignidad.
¿Qué opina de los procesos de amnistía como un medio para alcanzar la pacificación de México?
—Creo que es muy importante que haya un amplio debate sobre estas temáticas. México ha tenido una historia muy cruzada en la lucha contra el narcotráfico, la delincuencia y, por lo tanto, buscar una solución que dé término a la violencia no es [un tema] menor o una receta única.
Nosotros [Chile] fuimos parte, como país acompañante del proceso con las FARC [entonces Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia], primero en el cese del fuego y después al término. Se buscaron acuerdos para facilitar las condiciones para que los guerrilleros volvieran [a sus localidades de origen], que estuvieran en ciertos lugares, entregaran las armas, depusieran el fuego.
No me atrevería a decir: ‘Estoy de acuerdo’ o ‘no [concuerdo]’ con la situación mexicana, pero sí sé que muchos procesos que han tenido situaciones difíciles y duras por la violencia durante mucho tiempo, tienen que buscar fórmulas para terminar con aquello que finalmente perjudica a todos los mexicanos. ¿Cuál es la fórmula? Ustedes como mexicanos tienen que hacer un debate amplio de cuál es la más adecuada y hay muchas distintas de diferentes países.
En el caso de las violaciones de derechos humanos cometidas por el gobierno, ¿debe haber una sanción directa a funcionarios?
—Aquí cada país debe tener sus propias [reglas], los derechos humanos tienen que ser respetados y que la gente que ha incurrido en delitos graves tiene que responder ante la justicia, porque esa es una necesidad para la democracia, para las familias y el conjunto de la sociedad. También para que el “nunca más” pueda ser una realidad.
En el caso chileno fueron los organismos de inteligencia que se crearon de manera especial para combatir la resistencia contra de la dictadura; se analizó caso por caso, se hizo una comisión de verdad, justicia y reparación; se tomaron medidas para reparara a las víctimas: presos políticos, familiares de detenidos o desaparecidos, de ejecutados políticos y, en el caso de las personas imputadas, se hizo la investigación del caso y de acuerdo al nivel de gravedad y compromiso de los crímenes cometidos [los implicados] están en la cárcel cumpliendo pena.
En los casos donde se podía deducir que las órdenes las había entregado tal o cual persona, efectivamente también tuvieron que responder ante la justicia. Esta es una temática que en el mundo se discute, es la justicia transicional, que ha sido debatible y controversial en lugares altamente divididos.
¿El acceso a la justicia transicional y una propuesta como la amnistía pueden ser soluciones en el mediano o largo plazo a la violencia que existe en México?
—La justicia transicional ha tenido respuestas muy distintas en distintas partes. En el fondo es decir: ‘En un periodo de transición, ¿vamos a tratarlos a todos por igual?, ¿igual al que ejecutó la acción, al que dio la orden?’ Una cosa que sucede en muchas de estas situaciones es que habitualmente es más fácil encontrar a los que ejecutaron la acción que a quienes dieron la orden. Cada país tiene que preguntarse, en su caso particular, con su historia y tradición, conociendo las razones de la violencia, cuál es el modelo que puede ser adecuado. No puedo responder porque no soy experta en México y el pueblo mexicano es el que debe dar esa respuesta.
¿Cuál es el efecto a largo plazo de que no exista un acceso a la justicia para las víctimas?
—Hay una parte del país que está con dolor, con rabia, y la otra puede querer reproducir o generar una situación de cambio a través de mecanismos violentos. Lo hemos visto en colonias palestinas que deciden pasar a una forma más radical de lucha porque sus padres murieron en bombardeos o fueron asesinados. La salud de una sociedad también requiere de salud mental. Por eso se requiere, primero que nada, conocer la verdad, tener acceso a la justicia.
Los familiares de desaparecidos [chilenos] lo primero que querían saber es dónde estaban esos desaparecidos, qué les pasó, cómo [se] llegó a esa situación y tener justicia. Nosotros añadimos la reparación, porque decimos que no hay futuro si hay olvido. Esto no es sinónimo de venganza, sino de hacerse cargo de que estas cosas pasaron en un país, que hubo razones por las que pasaron y que para que nunca más vuelvan a pasar, tenemos que comprometernos con eso y tiene que haber justicia.
Esta justicia que necesita el país, ¿cómo se puede entender?
—Como doctora te puedo decir que una herida que está abierta y que está sucia no va a cicatrizar nunca; es importante limpiar esa herida y la limpiamos conociendo lo que pasó, asumiendo las responsabilidades de quien corresponda y recurriendo hasta [llegar a] la justicia, porque si no, esa herida queda y puede tener distintas expresiones en el futuro.
¿Qué se requiere para tomar estas medidas?
—Voluntad, creer que la única manera de no repetir el pasado es sacar las lecciones que dejó y construir en el interior del país un diálogo y acuerdo que permita que este tipo de iniciativa fructifique, porque hay iniciativas que son de la suerte de los gobiernos, pero otras requieren apoyo de los parlamentos, porque implican leyes compensatorias o reparatorias. Lo más amplio que se pueda lograr en acuerdos y diálogo es lo que permitirá que sea exitosa una decisión de esa naturaleza.
También es importante tener lugares de memoria, donde los familiares puedan ir a recordar a sus seres queridos y, por otro lado, para que las nuevas generaciones también puedan tener una fuerte cultura de respeto por la vida, la libertad de expresión y los derechos de los otros. Esos lugares pueden convertirse en un área pedagógica, donde los niños puedan aprender y que la cultura de derechos humanos pueda reflejarse en los currículos de los colegios.