Tlaxiaco, Oax.— Un coro de niños que habitan la Mixteca alta de Oaxaca entonan el Himno Nacional en mixe. Van a destiempo y es hasta que quitan la música cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador puede admirar sus voces, en una lengua que poco se acopla a los acordes de Jaime Nunó.

El Presidente llegó a Oaxaca en medio de muestras de afecto, los oriundos lo llenan de adornos y presentes. Lo atavían con sus ropas y flores, bastones de mando y un sombrero tejido de palma que tiene su mote: “AMLO”.

El Mandatario corresponde al cariño de los oaxaqueños. Dice que “está avecindado” y que Oaxaca le gusta, en particular por sobre otros estados. Y menciona en su discurso a Benito Juárez, su oaxaqueño favorito.

Desde que uno llega a San Antonio Sinicahua se ven casas bien pintadas, poca terracería, un paisaje verde y frondoso, y a la gente contenta esperando al Presidente que les dio trabajo, una carretera para llegar al hospital, la escuela y el mercado.

Lo esperan ansiosos, igual que el titular del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (INPI), Adelfo Regino, quien, mientras aguarda, le explica a los pobladores, a la prensa, a la gente de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes los beneficios del programa.

Lo que hizo la gente fue recibir dinero directo del gobierno, que se entregó a través del INPI, y compraron el material que ellos creyeron necesario, hicieron su mezcla, midieron el grosor de 20 centímetros y lo colaron para hacer concreto hidráulico.

Las mujeres hicieron “el trabajo fino”, dice Regino Montes. Las abuelas y jóvenes mixes escogieron piedras del arroyo que atraviesa la comunidad para ponerlas en medio de la mezcla de concreto. Debían ser grandes y lisas, macizas como esa tierra, y debían colocarlas en orden.

La calle, de ocho kilómetros, artesanal, donde hasta mujeres entaconadas se pasean esperando al Presidente, se ve nueva, limpia, como si la hubiera hecho una empresa europea líder en construcción de caminos, pero el Mandatario desmiente a la vista: la hicieron los herederos de Monte Albán.

Los indígenas de Oaxaca llaman a López Obrador “su gran guerrero, su gran tlatoani”, cuya presencia le ofrendan a “nuestra madre Tonantzin”, en un día de fiesta.

El gran tlatoani aplaude las voces inventes que entonaron al unísono un Himno Nacional que habla de guerreros, de tierra, de soberanía y de un país que se construyó encima de una cultura que se niega a morir, pero crece, construyendo caminos de cemento.

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