Alejandro Moreno entra al auditorio Plutarco Elías Calles dándose un baño de puro pueblo priista. Desde lo alto del recinto entra al evento por el que calificará este 18 de agosto como ‘el mejor día de su vida’.

Lo saludan, le aplauden, se toman selfies con él y lo palmean, sonríe y posa, camina un par de pasos y se vuelve a detener. Llega a su toma de posesión como presidente nacional del PRI a las 12 en punto de un domingo.

Solo quince minutos antes habían llegado los viejos conocidos del PRI, Rubén Moreira, Carlos Ramírez Marín, Carolina Monroy; y los gobernadores Claudia Pavlovich, Héctor Astudillo y Miguel Riquelme.

Mientras ‘Alito’ se adentra en una multitud de priistas, la aún presidenta Claudia Ruiz Massieu posa para la foto en compañía de su secretario general, Arturo Zamora, y el líder del priismo en el Estado de México, la entidad más priista, Ernesto Nemer.

Es la ex presidenta nacional del PRI Dulce María Sauri quien se encarga de tomarle protesta a él y su compañera Carolina Viggiano. Claudia los mira recordando, seguramente a María de los Ángeles Moreno, cuando le tomó protesta a ella, priistas que no volverán.

En su discurso, Moreno promete mucho, habla del viejo PRI y de una nueva era para el partido que le entregan, hecho pedazos, con líderes que han renunciado y un antecedente de derrota histórica, frente al nuevo partido en el poder.

‘Alito’ habla de ser una verdadera oposición, de “un PRI que no recibirá instrucciones de nadie, porque no le debe nada a nadie”, y retoma los discursos de Carlos Madrazo y Luis Donaldo Colosio, en su tiempo, apestados por ese mismo PRI que recibe el campechano.

El discurso se alarga, ante la impaciencia de quienes llegaron antes de las 10. Recuerda el tiempo que el partido hegemónico desdeñó a la democracia y sentencia que esos años son proporcionales al daño que se hizo el propio instituto político.

El acusado ‘candidato de la cúpula’ le habla a 490 priistas, pero un pequeño grupo de esos lo vigila por todos los frentes. Delante, en primera fila, tiene a Pedro Joaquín Coldwell, César Camacho, Ildefonso Guajardo, Beatriz Paredes; a los lados ,Alfredo del Mazo, Miguel Riquelme y Claudia Pavlovich; a las espaldas, Osorio Chong y Carlos Aceves del Olmo.

Alejandro Moreno acelera el paso, dice que en su nuevo partido no se solapará a nadie, pero lanza una advertencia al partido que se estrenó en diciembre pasado en el poder: los priistas tampoco permitirán “persecuciones derivadas de vendettas políticas”.

“El verdadero partido satélite de México, es Morena, porque gira alrededor de una sola voluntad y eso lo sabemos todos”, dice en un intento más por dejar clara su separación con el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.

Moreno termina el discurso al grito de una asamblea apenas despabilada que grita “¡presidente!”, “¡presidente!”. La ex líder priista Beatriz Paredes es convocada para clausurar la 47 sesión extraordinaria del Consejo Político Nacional del PRI.

Para sorpresa de los asistentes, a senadora también toma el micrófono para dar un breve discurso, que parece más una advertencia: “es la hora de la unidad, sin ambiciones ni oportunismo, ¡hasta la victoria!”.

El recién ungido presidente nacional del PRI sale con otro baño de pueblo, entre abrazos, fotografías y felicitaciones, pero es inevitable que el gobernador del Estado de México, Alfredo del Mazo, le robe la atención de algunos priistas.

Los priistas salen por montones, con la promesa de una próxima asamblea nacional donde se decida el camino que tomará el partido, pero poco ánimo de certeza. Palabras más, palabras menos, pero que tal vez se lleve el viento.

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