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Es mediodía en el sur del Golfo de México. La temperatura supera 30 grados. Sobre un sendero de tierra, se distingue un cartel con el dibujo de un venado, una tortuga y un cocodrilo, especies endémicas de la región, con la leyenda “Cuidemos la fauna”.
Unos pasos adelante, sin embargo, una escena lo contradice: se observan varios camiones cargados con decenas de palmeras y arbustos que acaban de ser cortados. A su lado trabajan máquinas excavadoras y tractores para limpiar el terreno. El ruido de los motores rompe la quietud del lugar y el canto de las aves. El color caqui del suelo árido le ha arrebatado su lugar al verde de la selva. Además, buena parte está inundado. Es difícil imaginar que hasta hace poco era un manglar.
Se trata del inicio de la construcción en diciembre de la nueva refinería de Petróleos Mexicanos (Pemex), uno de los proyectos de infraestructura prioritarios del sexenio y para el que se destinarán hasta 8 mil millones de dólares en tres años a fin de reducir las importaciones de combustible y generar empleo. Pero la obra en Dos Bocas, Tabasco, tiene un problema: su terreno se inunda. Desde octubre, los cuerpos de agua comenzaron a cubrir cada vez más espacio en la zona recién deforestada. En febrero la inundación disminuyó un poco, pero creció una vez más en marzo.
Fotografía de la zona tomada este mes a partir del mismo sistema satelital. En esta imagen es posible apreciar cómo está rodeada por el Río Seco, un helipuerto y edificios administrativos.
Este diario pudo comprobar lo anterior con cuatro plataformas satelitales distintas: Planet, un servicio privado que opera satélites de observación terrestre; Glovis, del Servicio Geológico de Estados Unidos; Sentinel 2, de la Agencia Espacial Europea y Google Earth, que utiliza imágenes de la Administración Nacional Océanica y Atmosférica de EU, entre otras dependencias.
Todo comenzó el 27 de julio pasado, cuando Andrés Manuel López Obrador —entonces presidente electo— dijo que la refinería que prometió en campaña se construiría en Dos Bocas, en el municipio de Paraíso. Seis semanas después iniciaron los trabajos. En sólo 24 días, entre el 8 de septiembre y el 1 de octubre, desaparecieron cerca de 230 hectáreas de manglar, selva y cultivos, lo que equivale a 40 veces el Zócalo capitalino.
El pasado 18 de marzo, en un acto por el 81 aniversario de la expropiación petrolera, Rocío Nahle, secretaria de Energía, detalló que la refinería tendrá una extensión de 566 hectáreas y procesará 340 mil barriles de crudo diarios —cifra que fue corregida a la baja esta semana—, además de generar 23 mil empleos directos y 100 mil indirectos. También se anunció a las firmas invitadas a la licitación: Bechtel-Techint, Worley Parsons-Jacobs, Technip y KBR.
Cuando López Obrador se presentó en el lugar para la ceremonia de colocación de la primera piedra de la obra el 9 de diciembre, tuvo que hacerlo en terrenos aledaños. El acto no pudo realizarse en la zona del manglar desmontado porque estaba inundada. Así lo muestran las imágenes satelitales de ese día y de las siguientes semanas.
Estudios de impacto ambiental para la ampliación del puerto de Dos Bocas en 2011 descartaron el terreno del manglar, por presentar zonas inundadas que se clasificaron como de preservación ecológica.
Las lluvias no causaron inundaciones inesperadas. En 2011 se presentó una Manifestación de Impacto Ambiental para la ampliación de la terminal de Dos Bocas. Aclaró que el área deforestada no es aprovechable, por tener partes inundables que fueron clasificadas como de preservación ecológica.
“El manglar funciona como filtro natural del agua marina. Al quitarlo, no sólo se inundará ese terreno, es muy probable que se inunden zonas aledañas como Puerto Ceiba y la colonia Lázaro Cárdenas. La zona se va a convertir un pantano enorme”, afirmó Fernando Álvarez Noguera, especialista del Instituto de Biología de la UNAM y coautor del libro Biodiversidad del Estado de Tabasco.
Cuando suba la marea, explica, el agua entrará sin freno y los terrenos que captaban agua dulce se van a salinizar, afectando a la vegetación que se encuentra ahí. “Los manglares también funcionan como barrera natural contra los huracanes, tienen una importancia estratégica para la vida de la costa, por eso se protegen”, subrayó.
Además, Álvarez Noguera señala que los gases emitidos por la refinería pueden afectar considerablemente la calidad del aire —aparte de contribuir al cambio climático— y con ello la salud de los habitantes. Incluso podría contaminarse la laguna de Mecoacán y poner en riesgo la producción de ostiones, porque aún no hay un plan para el manejo de los desechos.
La población de Dos Bocas, que con todo el municipio de Paraíso suma más de 25 mil personas, se dedica, entre otras actividades, a la producción de ostiones en la laguna de Mecoacán.
Pero los problemas también son legales. En noviembre, el Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA) presentó una denuncia ante la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (ASEA) —el órgano federal que supervisa la seguridad industrial y la protección ecológica en el sector petrolero— porque el desmonte “se realizó sin la autorización de Cambio de Uso de Suelo Forestal, ni con la autorización en materia de impacto ambiental, que son esenciales para una obra de esta naturaleza”.
A pesar de que Nahle y Adán Augusto López, gobernador de Tabasco, declararon que la obra sí contaba con estudios ambientales, fue a través de solicitudes de transparencia ante las secretarías de Energía y de Medio Ambiente y Recursos Naturales que el CEMDA demostró que además de no tener dichos estudios, la obra tampoco estaba autorizada.
El 21 de diciembre, la ASEA ordenó a Sistemas Empresariales del Golfo —firma responsable de los trabajos— detener sus actividades. Sin embargo, EL UNIVERSAL visitó la zona a fines de diciembre y comprobó que la limpieza del terreno continuaba. Después, el 24 de enero de este año, la ASEA multó a la empresa con 13 millones 900 mil pesos por el desmonte del predio y le impuso “la obligación de establecer un programa de reforestación en 82.8 hectáreas”.
Uso de la biodiversidad
Gustavo Alanís Ortega, director del CEMDA, recalcó que presentaron documentos de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, en los que se asienta que en esa zona había manglar. “Los manglares en México están protegidos por la NOM-022-SEMARNAT-2003, la NOM 059 SEMARNAT-2010 y diversos tratados internacionales porque son un ecosistema amenazado”, expone.
Como la obra no cuenta con estudios ambientales, es difícil precisar qué animales habitaban en los terrenos desmontados. Pero en un recorrido fue posible encontrar a menos de 200 metros una pequeña laguna sobrevolada por gavilanes caracoleros, una especie protegida. También se observó a iguanas, sapos, coatíes, tlacuaches, cangrejos y huellas de mapaches y yaguarundis (una especie de gatos salvajes), comprobadas por Marcelo Aranda, experto en fauna y autor del Manual para el rastreo de mamíferos silvestres de México.
Un informe del Instituto Mexicano del Petróleo (IMP) elaborado en 2008 puntualiza que de siete sitios identificados como potenciales para ubicar nueva infraestructura petrolera, Paraíso representa riesgos en materia de suelo, ambiental y social.
“Fue el que presentó el mayor riesgo relacionado con la instalación de una nueva refinería, por lo que no es recomendable, debido a que tanto en materia ambiental, como social o de infraestructura, se encontró la mayor cantidad de limitantes comparado con el resto de los sitios de estudio”, acota.
Además, el documento explica que el sitio enfrenta una problemática relacionada con el tipo de ecosistemas existentes en la región, que contienen una amplia gama de especies protegidas o en peligro de extinción.
Para este reportaje se solicitó una entrevista con funcionarios de Pemex y de la Secretaría de Energía. En ambos casos no hubo respuesta.
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Es mediodía en el sur del Golfo de México. La temperatura supera 30 grados. Sobre un sendero de tierra, se distingue un cartel con el dibujo de un venado, una tortuga y un cocodrilo, especies endémicas de la región, con la leyenda “Cuidemos la fauna”.
Unos pasos adelante, sin embargo, una escena lo contradice: se observan varios camiones cargados con decenas de palmeras y arbustos que acaban de ser cortados. A su lado trabajan máquinas excavadoras y tractores para limpiar el terreno. El ruido de los motores rompe la quietud del lugar y el canto de las aves. El color caqui del suelo árido le ha arrebatado su lugar al verde de la selva. Además, buena parte está inundado. Es difícil imaginar que hasta hace poco era un manglar.
Se trata del inicio de la construcción en diciembre de la nueva refinería de Petróleos Mexicanos (Pemex), uno de los proyectos de infraestructura prioritarios del sexenio y para el que se destinarán hasta 8 mil millones de dólares en tres años a fin de reducir las importaciones de combustible y generar empleo. Pero la obra en Dos Bocas, Tabasco, tiene un problema: su terreno se inunda. Desde octubre, los cuerpos de agua comenzaron a cubrir cada vez más espacio en la zona recién deforestada. En febrero la inundación disminuyó un poco, pero creció una vez más en marzo.
Fotografía de la zona tomada este mes a partir del mismo sistema satelital. En esta imagen es posible apreciar cómo está rodeada por el Río Seco, un helipuerto y edificios administrativos.
Este diario pudo comprobar lo anterior con cuatro plataformas satelitales distintas: Planet, un servicio privado que opera satélites de observación terrestre; Glovis, del Servicio Geológico de Estados Unidos; Sentinel 2, de la Agencia Espacial Europea y Google Earth, que utiliza imágenes de la Administración Nacional Océanica y Atmosférica de EU, entre otras dependencias.
Todo comenzó el 27 de julio pasado, cuando Andrés Manuel López Obrador —entonces presidente electo— dijo que la refinería que prometió en campaña se construiría en Dos Bocas, en el municipio de Paraíso. Seis semanas después iniciaron los trabajos. En sólo 24 días, entre el 8 de septiembre y el 1 de octubre, desaparecieron cerca de 230 hectáreas de manglar, selva y cultivos, lo que equivale a 40 veces el Zócalo capitalino.
El pasado 18 de marzo, en un acto por el 81 aniversario de la expropiación petrolera, Rocío Nahle, secretaria de Energía, detalló que la refinería tendrá una extensión de 566 hectáreas y procesará 340 mil barriles de crudo diarios —cifra que fue corregida a la baja esta semana—, además de generar 23 mil empleos directos y 100 mil indirectos. También se anunció a las firmas invitadas a la licitación: Bechtel-Techint, Worley Parsons-Jacobs, Technip y KBR.
Cuando López Obrador se presentó en el lugar para la ceremonia de colocación de la primera piedra de la obra el 9 de diciembre, tuvo que hacerlo en terrenos aledaños. El acto no pudo realizarse en la zona del manglar desmontado porque estaba inundada. Así lo muestran las imágenes satelitales de ese día y de las siguientes semanas.
Estudios de impacto ambiental para la ampliación del puerto de Dos Bocas en 2011 descartaron el terreno del manglar, por presentar zonas inundadas que se clasificaron como de preservación ecológica.
Las lluvias no causaron inundaciones inesperadas. En 2011 se presentó una Manifestación de Impacto Ambiental para la ampliación de la terminal de Dos Bocas. Aclaró que el área deforestada no es aprovechable, por tener partes inundables que fueron clasificadas como de preservación ecológica.
“El manglar funciona como filtro natural del agua marina. Al quitarlo, no sólo se inundará ese terreno, es muy probable que se inunden zonas aledañas como Puerto Ceiba y la colonia Lázaro Cárdenas. La zona se va a convertir un pantano enorme”, afirmó Fernando Álvarez Noguera, especialista del Instituto de Biología de la UNAM y coautor del libro Biodiversidad del Estado de Tabasco.
Cuando suba la marea, explica, el agua entrará sin freno y los terrenos que captaban agua dulce se van a salinizar, afectando a la vegetación que se encuentra ahí. “Los manglares también funcionan como barrera natural contra los huracanes, tienen una importancia estratégica para la vida de la costa, por eso se protegen”, subrayó.
Además, Álvarez Noguera señala que los gases emitidos por la refinería pueden afectar considerablemente la calidad del aire —aparte de contribuir al cambio climático— y con ello la salud de los habitantes. Incluso podría contaminarse la laguna de Mecoacán y poner en riesgo la producción de ostiones, porque aún no hay un plan para el manejo de los desechos.
La población de Dos Bocas, que con todo el municipio de Paraíso suma más de 25 mil personas, se dedica, entre otras actividades, a la producción de ostiones en la laguna de Mecoacán.
Pero los problemas también son legales. En noviembre, el Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA) presentó una denuncia ante la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (ASEA) —el órgano federal que supervisa la seguridad industrial y la protección ecológica en el sector petrolero— porque el desmonte “se realizó sin la autorización de Cambio de Uso de Suelo Forestal, ni con la autorización en materia de impacto ambiental, que son esenciales para una obra de esta naturaleza”.
A pesar de que Nahle y Adán Augusto López, gobernador de Tabasco, declararon que la obra sí contaba con estudios ambientales, fue a través de solicitudes de transparencia ante las secretarías de Energía y de Medio Ambiente y Recursos Naturales que el CEMDA demostró que además de no tener dichos estudios, la obra tampoco estaba autorizada.
El 21 de diciembre, la ASEA ordenó a Sistemas Empresariales del Golfo —firma responsable de los trabajos— detener sus actividades. Sin embargo, EL UNIVERSAL visitó la zona a fines de diciembre y comprobó que la limpieza del terreno continuaba. Después, el 24 de enero de este año, la ASEA multó a la empresa con 13 millones 900 mil pesos por el desmonte del predio y le impuso “la obligación de establecer un programa de reforestación en 82.8 hectáreas”.
Uso de la biodiversidad
Gustavo Alanís Ortega, director del CEMDA, recalcó que presentaron documentos de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, en los que se asienta que en esa zona había manglar. “Los manglares en México están protegidos por la NOM-022-SEMARNAT-2003, la NOM 059 SEMARNAT-2010 y diversos tratados internacionales porque son un ecosistema amenazado”, expone.
Como la obra no cuenta con estudios ambientales, es difícil precisar qué animales habitaban en los terrenos desmontados. Pero en un recorrido fue posible encontrar a menos de 200 metros una pequeña laguna sobrevolada por gavilanes caracoleros, una especie protegida. También se observó a iguanas, sapos, coatíes, tlacuaches, cangrejos y huellas de mapaches y yaguarundis (una especie de gatos salvajes), comprobadas por Marcelo Aranda, experto en fauna y autor del Manual para el rastreo de mamíferos silvestres de México.
Un informe del Instituto Mexicano del Petróleo (IMP) elaborado en 2008 puntualiza que de siete sitios identificados como potenciales para ubicar nueva infraestructura petrolera, Paraíso representa riesgos en materia de suelo, ambiental y social.
“Fue el que presentó el mayor riesgo relacionado con la instalación de una nueva refinería, por lo que no es recomendable, debido a que tanto en materia ambiental, como social o de infraestructura, se encontró la mayor cantidad de limitantes comparado con el resto de los sitios de estudio”, acota.
Además, el documento explica que el sitio enfrenta una problemática relacionada con el tipo de ecosistemas existentes en la región, que contienen una amplia gama de especies protegidas o en peligro de extinción.
Para este reportaje se solicitó una entrevista con funcionarios de Pemex y de la Secretaría de Energía. En ambos casos no hubo respuesta.