La política económica en los últimos cuarenta años ha estado dominada por la política monetaria que ha operado bajo el supuesto de que, la tasa de interés determinada por el banco central, puede crear condiciones de crecimiento económico de pleno empleo siempre y cuando, tales condiciones no aceleren la inflación. En periodos de recesión, las políticas monetarias laxas, como la ‘flexibilización cuantitativa’ desplegada por la banca central estadounidense (FED) como respuesta a la crisis financiera global de 2008, descansó en tasas de interés bajas (cercanas a cero) y alta liquidez (compra de activos financieros tóxicos por parte de la FED), la cual fue exitosa en frenar la crisis financiera y los procesos de bancarrota. El inconveniente de esta política fue que activó el mercado financiero sin incidir en la reactivación del crecimiento económico.
Sin embargo, políticas monetarias restrictivas, particularmente aumentos de las tasas de interés de la banca central y restricción de liquidez, que se supone deben implementarse en condiciones inflacionarias, son incapaces de frenar los procesos de incremento de precios y tampoco pueden crear condiciones de aterrizaje suave de la actividad económica. Incrementos de la tasa de interés, especialmente acelerados, crean recesiones económicas e insolvencia financiera. De hecho, en los últimos cuarenta años, el aumento de la tasa de interés de la FED ha sido seguida por crisis bancarias.
Específicamente, los aumentos de la tasa de interés desplegados por la FED, desde marzo de 2022, han sido incapaces de detener la inflación del periodo post-Covid. El aumento de precios sostenido en el periodo ‘normalización económica’, inicialmente se debió a un choque de oferta combinado con una reactivación de demanda, aunado a un conflicto geopolítico China-Estados Unidos y la guerra europea. Ello ocasionó una escasez de insumos intermedios por la relocalización de la producción fuera del área de influencia de China y un aumento de los precios de alimentos y de los energéticos en el entorno de la guerra europea, cuya demanda es insensible a las variaciones de las tasas de interés.
El impacto de los aumentos de las tasas de interés, a partir de 2022, en cambio, sí está relacionado con la crisis de los bancos regionales de Estados Unidos y Europa en las últimas semanas. La insolvencia del Banco de Silicon Valley se debió a que, por el lado de los activos, los bancos que tuvieron problemas de iliquidez, lo cual no se debió a préstamos imprudenciales, como en la crisis de 2008, sino por la caída del valor de los bonos del tesoro y de los valores respaldados por hipotecas de agencias, que son de largo plazo y, por tanto, fueron afectados por el aumento de la tasa de interés. Y, dentro de los pasivos, este banco tenía depósitos no asegurados y concentrados en las empresas de alta tecnología. Entonces, las crecientes tasas de interés y la regulación laxa fueron los detonadores de la crisis de los bancos medianos, que se extendieron a los bancos estadounidenses Signature, Western Alliance y First Republic; y en Europa afecto a Santander, HSBC, Deutsche Bank o Mitsubishi UFJ. También debió ser rescatado el Credit Suisse bank, aunque sus problemas se remontan a pérdidas de ganancias de tiempos atrás que se agudizaron por la incertidumbre generada por los otros bancos en problemas.